miércoles, 18 de marzo de 2009

El Viaje De Los Patitos

La ida
 
Un patito se bañaba en un charquito.

Vino la mama y le dijo que se apurara porque ella también quería bañarse y que ya tendrían que haber salido de viaje para Buenos Aires a visitar a otros parientes que viven en el agua.

Eran las 8 de la mañana y desde las 6 de la mañana la mamá esperaba con mucha paciencia que los patitos terminaran de bañarse.

Los patitos tardan mucho en bañarse porque juegan  con los sapitos y ranitas cuando se bañan, igual que los chiquitos humanos que juegan con patitos.

El asunto fue que al final la mamá pudo al fin bañarse cuando el último de los 5 patitos salió del charquito.

Y a eso de las 9 de la mañana al fin toda la familia se fue a visitar a los primos patos que viven en Buenos Aires.

Lo bueno es que los patos no tienen que vestirse con ropas como nosotros que damos vueltas y vueltas antes de viajar para ver que nos ponemos.

Ellos se sacuden las plumas y listo.

Los patitos están muy contentos porque parece que nació un primo pato nuevo y dicen que es muy juguetón.

Para el viaje la mamá pata y papá pato piensan bajar en algunas lagunas que hay en el camino a comer unos ricos caracolitos.

Los patitos tienen prohibido en el viaje hacerles burla o tirarles de las plumas a otros patitos que encuentren en el viaje.
 
La vuelta
 

Y después de siete días los patitos vuelven a su casita.

El viaje a Buenos Aires fue tranquilo, pero ¡qué frío hacía!

Les llamó la atención que una familia de golondrinas recién volvía de vacaciones.

Se enteraron que en Buenos Aires hubo muchísimos días lindos para jugar y buscar bichitos y de golpe ¡zaz!, un hombre que venía de la Antártida con una bolsa llena de frío empezó a desparramar el aire helado por todo Buenos Aires.

La familia de patos es de la familia de collar y no le tienen miedo a la nieve, ni a la escarcha que es como un helado de agua, ni a la llovizna del invierno que por más que quiere meterse por las plumas, nunca puede.

Gorriones y cardenales y jilgueros pasaban temblando y uno de ellos les preguntó de donde venían y papá y mamá pato aprovecharon para conversar un rato.

Como la noche y la mañana eran muy oscuras y la niebla era como humo, decidieron no bajar a comer y tratar de llegar lo más pronto posible a la laguna donde viven los parientes patos de collar.

Papá pato se quejaba por el ruido y la gente que molestaba todo el día sacándoles fotos.

A la mamá pata le gustó que hubiera tantos patos que ella nunca vio en su laguna.

Como estaba tan entusiasmada con la novedad la prima le presentó a señoras patas cuchara y crestón y colorado.

Después de unos días ya se había acostumbrado a esos picos tan raros y a esos peinados tan altos.

Los patitos lo pasaron requetebién porque con las luces que hay en Puerto Madero y el Puerto nadaban hasta bien tarde y cuando dormían no sentían como el papá se quejaba del ruido que hacía la gente que entraba y salía de los restaurantes y de los bares.

Volando por la reserva, muchos días tuvieron ganas de animarse a meterse a ver que había allá lejos, pero no quisieron enojar a los papis y se conformaron con pensar que cuando sean grandes volarían hasta donde está la línea que se llama horizonte.

 

 

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