miércoles, 25 de marzo de 2009

Nilo

 Osiris volvía a la ciudad como de costumbre, en un carro que conducía en compañía de un niño a quién instruía en las paradas del camino en el arte musical.

 De pronto en el silencio apenas quebrado por el viento silbando entre los juncos secos, setenta y dos hombres, contó el niño, rodearon a los viajeros.

Que abrieron paso a Tifón, el cegado por el humo de la ignorancia, que hizo maniatar a Osiris y arrojar al río en un cofre que la corriente arrastró hasta el mar.

 Isis, su mujer, encontró el cofre y ocultó el cuerpo, pero Tifón lo halló y lo  desmembró en catorce pedazos.

 Isis recurrió a Anubis. El que abre los caminos le ayudó a recuperar las partes y les dio sepultura en lugares diferentes que solo ella conoce.

Pero Isis no recuperó el miembro viril de Osiris. Tifón se lo había quitado al divino preso en el cofre. Lo tiró al Nilo justo ese día en que se produce la bajante. Volverá a triunfar ese miembro húmedo contra la sequía tantos años como los que un niño no puede contar, cada vez que el Nilo vuelva a fecundar la tierra. Y Tifón, condenado a la castración, convertido en el buen asno que lleva a los Dioses, hasta se sabe que entró en Jerusalén y cayeron ramos de olivo sobre su grupa.

1 comentario:

julieta eme dijo...

me gustó! sencillo, corto y con muchas imágenes. me gustó esto:

tantos años como los que un niño no puede contar

un beso.