Como el dibujo de Camila que se desliza por la hoja con la seguridad del vuelo de un ave que planea aquí y allá, así quiero que te lleguen mis cuentos.
domingo, 29 de marzo de 2009
Mi Invitado Del Domingo. Hoy: ALBERTO GERCHUNOFF
miércoles, 25 de marzo de 2009
Nilo
Osiris volvía a la ciudad como de costumbre, en un carro que conducía en compañía de un niño a quién instruía en las paradas del camino en el arte musical.
De pronto en el silencio apenas quebrado por el viento silbando entre los juncos secos, setenta y dos hombres, contó el niño, rodearon a los viajeros.
Que abrieron paso a Tifón, el cegado por el humo de la ignorancia, que hizo maniatar a Osiris y arrojar al río en un cofre que la corriente arrastró hasta el mar.
Isis, su mujer, encontró el cofre y ocultó el cuerpo, pero Tifón lo halló y lo desmembró en catorce pedazos.
Isis recurrió a Anubis. El que abre los caminos le ayudó a recuperar las partes y les dio sepultura en lugares diferentes que solo ella conoce.
Pero Isis no recuperó el miembro viril de Osiris. Tifón se lo había quitado al divino preso en el cofre. Lo tiró al Nilo justo ese día en que se produce la bajante. Volverá a triunfar ese miembro húmedo contra la sequía tantos años como los que un niño no puede contar, cada vez que el Nilo vuelva a fecundar la tierra. Y Tifón, condenado a la castración, convertido en el buen asno que lleva a los Dioses, hasta se sabe que entró en Jerusalén y cayeron ramos de olivo sobre su grupa.
domingo, 22 de marzo de 2009
Mi Invitado Del Domingo. Hoy: BLAS VIDAL
miércoles, 18 de marzo de 2009
El Viaje De Los Patitos
Vino la mama y le dijo que se apurara porque ella también quería bañarse y que ya tendrían que haber salido de viaje para Buenos Aires a visitar a otros parientes que viven en el agua.
Eran las 8 de la mañana y desde las 6 de la mañana la mamá esperaba con mucha paciencia que los patitos terminaran de bañarse.
Los patitos tardan mucho en bañarse porque juegan con los sapitos y ranitas cuando se bañan, igual que los chiquitos humanos que juegan con patitos.
El asunto fue que al final la mamá pudo al fin bañarse cuando el último de los 5 patitos salió del charquito.
Y a eso de las 9 de la mañana al fin toda la familia se fue a visitar a los primos patos que viven en Buenos Aires.
Lo bueno es que los patos no tienen que vestirse con ropas como nosotros que damos vueltas y vueltas antes de viajar para ver que nos ponemos.
Ellos se sacuden las plumas y listo.
Los patitos están muy contentos porque parece que nació un primo pato nuevo y dicen que es muy juguetón.
Para el viaje la mamá pata y papá pato piensan bajar en algunas lagunas que hay en el camino a comer unos ricos caracolitos.
Y después de siete días los patitos vuelven a su casita.
El viaje a Buenos Aires fue tranquilo, pero ¡qué frío hacía!
Les llamó la atención que una familia de golondrinas recién volvía de vacaciones.
Se enteraron que en Buenos Aires hubo muchísimos días lindos para jugar y buscar bichitos y de golpe ¡zaz!, un hombre que venía de la Antártida con una bolsa llena de frío empezó a desparramar el aire helado por todo Buenos Aires.
La familia de patos es de la familia de collar y no le tienen miedo a la nieve, ni a la escarcha que es como un helado de agua, ni a la llovizna del invierno que por más que quiere meterse por las plumas, nunca puede.
Gorriones y cardenales y jilgueros pasaban temblando y uno de ellos les preguntó de donde venían y papá y mamá pato aprovecharon para conversar un rato.
Como la noche y la mañana eran muy oscuras y la niebla era como humo, decidieron no bajar a comer y tratar de llegar lo más pronto posible a la laguna donde viven los parientes patos de collar.
Papá pato se quejaba por el ruido y la gente que molestaba todo el día sacándoles fotos.
A la mamá pata le gustó que hubiera tantos patos que ella nunca vio en su laguna.
Como estaba tan entusiasmada con la novedad la prima le presentó a señoras patas cuchara y crestón y colorado.
Después de unos días ya se había acostumbrado a esos picos tan raros y a esos peinados tan altos.
Los patitos lo pasaron requetebién porque con las luces que hay en Puerto Madero y el Puerto nadaban hasta bien tarde y cuando dormían no sentían como el papá se quejaba del ruido que hacía la gente que entraba y salía de los restaurantes y de los bares.
Volando por la reserva, muchos días tuvieron ganas de animarse a meterse a ver que había allá lejos, pero no quisieron enojar a los papis y se conformaron con pensar que cuando sean grandes volarían hasta donde está la línea que se llama horizonte.
domingo, 15 de marzo de 2009
Mi Invitado Del Domingo. Hoy: JUAN J. MOROSOLI
miércoles, 11 de marzo de 2009
Murmullos De La Historia (2)
domingo, 8 de marzo de 2009
Mi invitado del domingo. Hoy: VICTOR ARREGUINE
miércoles, 4 de marzo de 2009
De Proa y Popa
Para él, que domaba olas en los siete mares era chiste.
Justo ese día apareció después de larga ausencia y nos contó de su silencio de meses mientras abandonábamos el edificio por la escalera.
Carlitos era electricista de a bordo y en cada vuelta al hogar trabajaba en oficinas haciendo mantenimiento.
Esta vez volvía de una de sus experiencias inolvidables:
Creyeron enloquecer después del primer mes; durante el segundo, después de reiterados episodios de riñas e intentos de suicidio, el capitán elaboró una estrategia de supervivencia, mientras asediaban los cañonazos en el continente: saldrían de picnic.
Abandonarían camarotes y salas de reunión y alternarían "un día de campo" en la proa y al siguiente en la popa.
El puerto nos recibió con salvas de cañonazos y parada militar en el mismo muelle.
Semejante acogida solo podía tratarse de un error, pero eran tan fieras las miradas de los soldados, tan intimidantes sus armas, tan salvaje la expresión del militar a cargo; que no estábamos dispuestos a desmentir nuestra importancia.
De un pesquero pequeño, con capataz y marinería de baja calificación y mal paga, ¿Qué idea se habrían hecho de nosotros?
Así, nos vestimos con nuestra mejor ropa, el capitán desempolvó una bandera de ceremonia que temíamos se desflecara antes de ascender.
Formamos como recordamos de una vez que asistimos a un entierro, y colgamos guirnaldas de un carnaval que nos sorprendió en Madagascar.
Fregamos cuanto pudimos y hasta rebuscamos una vajilla en la bodega por si debíamos servir el té a un dignatario.
Nos quedamos en posición de firmes y saludando a su bandera.
El capitán ordenó descanso en el transcurso de una interminable ceremonia con discursos en una lengua que no entendíamos.
Después de varias horas nos coronaron con flores e hicieron un pasillo hasta la plaza mayor donde nos esperaba un pelotón de fusilamiento.
Y nuestra bodega, vaciada por hombres que subían la planchada.