miércoles, 29 de abril de 2009

Devolución

 Vine a esta tierra hermosa  a  devolver a su pueblo un hijo  perdido en mi patria argentina.

El tiempo transcurrido, y el silencio de quien se mostrara tan interesado  llegando a ofrecer una millonada por un dato, para luego desdecirse en las conversaciones privadas sugiriendo de recompensa  un par de entradas preferenciales estimularon este desenlace que nunca imaginé.

 
Y a mi vida la cambió el suceso de tal manera, que este hombre que ven, empleado administrativo, de la noche a la mañana creyó que la solución económica había llegado;  las emisoras propalaban el mensaje desesperado de aquel que anunciaba a voz en cuello privarse de sus bienes por el rescate del objeto amado.

Realizado el contacto con el señor y sus dimes y diretes, la esperanza se esfumó.

 Solo quedó una boca más que mantener. Y bien sé yo lo que sufrí al comprobar que lo "balanceado"-al recurrir a una enciclopedia- era un adjetivo solo para engañar mascotas y animales de granja..

En la primera noche bajo mi humilde techo, le serví en una taza una mezcla improvisada para cotorras.

Ni la miró.

 Juan, el veterinario del SENASA que vive a la vuelta de casa, se equivocó.

En lo que no se equivocó fue en la naturaleza más que exótica del individuo.
 Cuando me indicó el alimento de cotorras, me dijo que  era una experiencia similar a ofrecer una naranja para chupar a un marciano,pero actuaríamos a prueba y error . Vuestro compatriota no quiso ayudarme facilitándome la información  sobre la dieta de tal especie.

Un muchacho estudiante de arte me sugirió atenerme a una versión de un clásico.

 La solución: una jovencita en condiciones de amamantarlo.

Dio resultado.

 Económicamente caro, pero  que me permitió conocer a mi mujer actual, veinte años mas joven que yo y ante penúltima nodriza de "azulejo", nombre con el cual lo bautizamos en familia.

Es así que retomando el comienzo de mi alocución digo:

  Pueblo hermano en general: ha pasado algún tiempo desde aquel día en que apareció trotando con su cuerno de añil en el patio de mi casa; hoy sin pedir más retribución que vuestro abrazo fraterno os devuelvo el unicornio.

Así sea.

Gracias.

 (Si me hubiera enterado antes que su alimentación de preferencia eran los porotos me quedaba con  el unicornio)

domingo, 26 de abril de 2009

Mi Invitado Del Domingo. Hoy: JUAN J. DE SOIZA REILLY

Un Pueblo De Hombres Solos
 
Constituyen un pueblo de hombres solos. Al principio se instalaron en el Puerto Nuevo. Hace pocos días, la policía, por razones de estética, los obligó a mudarse.Los "colibriyos", sin protestar, desarmaron sus casas, arrollaron sus lonas, ataron sus trebejos. Parecían soldados sorprendidos por la voz de Napoleón en la mitad de un Sueño:
-Vamos.
Se echaron el domicilio al hombro y emprendieron la marcha. Iban en columna, de uno en fondo, doblegados bajo el peso de sus cachivaches.
Dos agentes de policía montada,señalaban el rumbo ¿Al norte? ¿Al sur? ¿Al este? ¿O al oeste? Para un "colibriyo", los puntos cardinales de la tierra se funden en una sola línea circular. ¿Qué puede interesarle el sitio en donde va a vivir, si lleva como el caracol, su mundo en las espaldas? Para el "colibriyo" el cielo sigue siendo en todas partes, cielo. Como su casa carece de ventanas, no existe ninguna geometría capaz de reducirle su paisaje. Tampoco dispone de rejas que pongan a sus panoramas límites de jaula. Para un "colibriyo", el sol viene siempre de arriba. 
 ¡Vamos!
 La columna en marcha obedeció sin un solo ademán de disgusto. Nadie dijo nada. Es que todos respetan a la policía por que para ellos las fuerzas policiales integran las fuerzas misteriosas de la armonía sideral; son, en resúmen, simples fenómenos de la Naturaleza. Para ellos, existen maravillas de Dios que ya no se discuten.
 Verbigracia: truenos, rayos, relámpagos, lluvia, vigilantes.. . Se instalaron en el bajo de Palermo, cerca del Club de Pescadores, sobre la Costanera, en los terrenos ganados al río y rellenos con tierra sacada del subterráneo de Lacroze. Allí instalaron de nuevo sus aduares.
— ¿Son muchos? — pregunto al cabo policial que los cuida.
— Mil.
¿ Tienen mujeres?
— ¡Ninguna!
— ¿Se las prohiben?
— No, señor. Son ellos los que se oponen a que vengan. Así duermen en paz, sin chismes, sin amor y sin asesinatos...
De vez en cuando algún "colibriyo" ha intentado romper la consigna, filtrando una mujer. De vez en cuando, alguna miserable sombra femenina, aprovechando el sueño de los habitantes, quiere buscar refugio en los callejones de la toldería. Pero, más le valiera a la pobre entrar en el infierno.
— ¡En cuanto aparece una mujer me la sacan al trote! — exclama el vigilante.
Prefieren vivir solos. Son hombres que están de vuelta de todas las pasiones. ¿Odio, rencor o envidia a la mujer? Al contrario. Amor. .. Sabiendo que la mujer es quien maneja el conmutador eléctrico de las luces del hombre, evitan su contacto de miedo al incendio provocado por un corto circuito. Para poner a salvo su tranquilidad, huyen de su roce, Se precaven. Se aislan...
— Imagínese usted — me dice un vigilante — lo que seria este pueblo con algunas mujeres. Todas las noches habrian puñaladas.
Y, naturalmente, la autoridad se vería en la obligación de disolver al pueblo. Los "colibriyos" bien saben estas cosas. Se resignan por eso a su melancolía solitaria. Prefieren la paz armoniosa y triste, sin complicaciones, sin dolor, sin angustias.
— ¡Dormir!
Hace varias noches, la policía oyó en el campamento gritos de mujer. Los "colibriyos" habían sorprendido a una vagabunda que merodeaba por los alrededores. La corrieron con palos y con piedras,
—Fuera! ¡Fuera! ¡No queremos mujeres!
La infeliz masticaba entre dientes, una sola palabra:
—IdiotasI ¡Idiotas! ¡Idiotas!
 
Ni atorrantes, ni obreros. Son hombres de una clase social desconocida. Ejercen el oficio de desocupados.
Constituyen en la vida de Buenos Aires, un flamante elemento social. La psicología de los "colibriyos" se aparta de las reglas comunes. No se les debe confundir tampoco con los delincuentes ni con los linyeras. El pueblo en su profunda sutileza filológica, ha sabido clasificarlos con un vocablo de reciente creación, que no ha llegado todavía a los teatros de sainete, ni figura aún en el idioma crudo de los tangos:
— Colibriyos.
¿Qué quiere decir colibriyo? Nada. O mejor dicho: colibriyo significa colibriyo, como atorrante es atorrante. . No estoy seguro pero, posiblemente, es la primera vez que se consigna en letras de molde esta palabra. Palabra nueva, sin sentido técnico. Sin etimología. Fué inventada por el pueblo para designar a una clase de seres que, hasta
hace poco, eran ignorados en nuestro país. El colibriyo — saquémosle de ahora en
adelante las comillas para darle una fe de palabra argentina — no es el clásico ato-
rrante, filosófico y solitario, que nos dijo cosas tan lindas a través de Fray Mocho. El atorrante existe en todos los paise del orbe, aun cuando con nombres diferentes:
en Francia, gneux; en Inglaterra, tramp; en Italia, figlio di nessuno. . . Pero allá como aquí, el atorrante es un hombre sucio, de barba crecida, haragán, que tan pronto como obtiene un mendrugo, se echa a dormir a la luz de los astros. Un árbol, un caño maestro, un hueco, cualquiera cosa, le sirve de cama. Muy pocas veces ocupa un mismo sitio. Con tal de no mover un dedo es capaz de dejarse devorar por las moscas. El colibriyo es todo lo contrario. Inquieto, movible, dinámico. No duerme al aire libre. Con lonas o con latas o con carteles viejos, se construye un chalet cuyas dimensiones tienen el tamaño del cuerpo. No devora, como el atorrante, sus comidas frías. Tiene su cocinita para hacer sus manjares. No le falta en el techo una chimenea para que el carbono no invada el sitio del oxígeno. Se afeita diariamente. Si no puede conseguir un pedazo de espejo, dispone de una lata de galletitas en cuyo fondo su imagen se reproduce claramente. El atorrante renuncia a las delicias del confort. El colibriyo las busca con el entusiasmo paciente de los sibaritas. Se pasa el día cortando maderas, clavando clavos, machacando sobre el hierro frío, para construirse un ventilador. He visto a un colibriyo trabajar largo rato un alambre, rompiéndose los dedos, coa el fin de colocar en la puerta de su covacha una bombita eléctrica. ¿Iluminación? Lujo no más. Aquella bombita no puede darle luz. El colibriyo sabe que aquella bombita no puede encenderse por dos razones lógicas: 1º, no hay corriente eléctrica; y 2º, la bombita no sirve: está quemada. Pero ¡qué le importa! Aquella bomba de cristal colocada en la entrada de su casa, brilla de noche cuando se enciende un fósforo. Con esa bombita obtiene acaso un gran placer estético en las noches de luna. .. Es un confort moral, tan auténtico y tan legítimo, como el de la dama que se acuesta a dormir en la obscuridad de su dormitorio con los dedos cuajados de brillantes.
 
La Tragedia
 
 El colibriyo tampoco debe ser confundido con el obrero sin trabajo.
Me diréis:-¿No es un desocupado?
 Es un desocupado que trabaja todo el día para no verse obligado a trabajar. Es un desocupado profesional, con título otorgado por la filantropía. Es posible que, en otros tiempos, haya trabajado. Es casi seguro que debió ser mecánico, carpintero, albañil, peón, marinero, changador, político. Sabe leer y escribir. Domina, a veces, seis o siete idiomas. . . -
Cuando llegó la bancarrota — después de la guerra de 1914 — comenzó su desgracia. Perdió su trabajo. Lo echaron de los talleres, de los escritorios, de los establecimientos campesinos. Anduvo en busca de labor. Emigró de Rusia, de Checoeslovaquia, de Italia, de Austria, de Polonia...
¡América!
Aquí lo arrastró la vorágine. Anduvo. Anduvo. Anduvo... A fuerza de buscar oficio y a fuerza de no hallarlo, se acostumbró a su nueva profesión:
— Desocupado.
Empezaron a ofrecerle trabajo. ¡ Caramba! Ahora que ya tenía su casita a la orilla del río; ahora que ya sabía en cuáles hoteles y asilos encontrar la comida gratuita; ahora que el gobierno le daba cobijas y la gente limosna...
— ¡Bah! Que trabajen los obreros que necesiten trabajar. ¿La Argentina no es un país donde se respeta la libertad de todos? Respeten entonces mis ideas. Yo no trabajo: soy un desocupado...
Me diréis que se trata de hipérboles. ¡ Ah, no! El ferrocarril Central Argentino solicitó hace poco el envío de setecientos desocupados para trabajar en sus chacras experimentales. Se transmitió el ofrecimiento:
— Necesitamos con urgencia, setecientos peones para Santiago del Estero y Tucumán.
 
Un colibriyo contestó:
— Queda muy lejos.
Los demás respondieron:
— Queda muy lejos.
Y continuaron tomando, mate, remendando su chalet con lonas, poniendo en el frente de sus pocilgas lamparitas sin luz y tendiendo la mano en las calles y en los andenes de las estaciones...
Un estanciero de Chivilcoy vino a Buenos Aires en busca de colibriyos para llevarlos a cosechar el trigo.
—'Cuánto paga?
— Cuatro pesos por día. Además casa, comida, pasaje...
— ¡Yo no trabajo por menos de ocho pesos!
El estanciero regresó sin llevarse ninguno.
He preguntado a muchos la razón qu les mueve a estar aquí.Uno de ellos fuerte, lleno de salud,me explica que, durante dos años, fué mucamo de comedor de una familia de Belgrano. Le pagaban por mes, sesenta pesos—Como le parecía poco, pidió aumento. No se lo dieron y abandonó la casa.
— Me he venido— confiesa ingenuamente — hasta que suban los jornales.
Otro me declara que estuvo trabajando en la cosecha, pero que antes de terminar regresó a Buenos Aires.
—Para qué?
—Para que no fueran a ocuparme mi sitio en Puerto Nuevo. Pero de Puerto Nuevo nos trajeron aquí. En Palermo disfrutamos mejor de la existencia. Podemos pescar y tenemos por delante el paisaje del río...
 
Dolce far niente
 
LA miseria es como el oro. El oro y la miseria adquieren cierta ternura cuando se les comparte, fraternalmente, entre muchas personas. El colibriyo, sin llegar a los límites del atorrantismo, no quiere trabajar, pero ha inventado esta manera cómoda y barata de vivir solo en compañía de sus semejantes. Respetuoso de la propiedad, no roba; temeroso de las leyes del país, las respeta; tranquilo ante la tempestad, engorda a la espera del día en que desaparezcan los desocupados...
 
En el bajo de Palermo han alzado sus ranchos; algunos viven en sociedad cooperativa. Mientras unos recorren la ciudad en procura de víveres o pidiendo monedas, los otros, en su casa, alistan la comida, arreglan el jardín, lavan la ropa, fuman o toman mate, que es también otra manera de mirar el humo.
— ¡Colibriyos!
Son hijos de la guerra. Creen estar todavía en las trincheras. Viven en plena Gloria...
 
 Los "colibriyos" en el bajo de Palermo. (Caras y Caretas de 1932)

miércoles, 22 de abril de 2009

Felices Todos

-¡Cuanto hace que no nos juntamos a chusmear, Delia!..

-Tenés razón, lo que pasa es que cada vez hay menos oportunidades por la falta de tiempo. Pero tampoco pasan cosas tan interesantes como antes. Figurate que sin ir más lejos acá en el barrio… ya vive tan poca gente.

-Que cierto… ¡Es tan cierto lo que decís! Pero… ¿que es de tu vida?

-Y… acá estoy… los  chicos se casaron. Lo que seguro no te conté es que la menor vive en una comunidad gótica con el marido y los dos chicos.

 La semana pasada los fui a visitar. Vos vieras que familia amorosa, son todos un encanto. Mi yerno es fotógrafo, y aprovechando que el cementerio que está a unas cuadras estaba abierto fuimos a pasar el día.¡ A pesar del calor lo pasamos tan bien!. Llevamos sanguchitos y gaseosas, todo  vegetariano porque no comen carne. Hasta me dormí una siesta en el pasto. Después ellos hicieron una sesión de fotos junto a las bóvedas que tienen unos monumentos antiquísimos. De repente todos se pusieron a llorar, parecían felices de hacerlo y ya que estaba yo lloré también. La nena me decía: "Llorá mamá, lloremos que nos hace bien". Ahora que te lo cuento se me vuelve a poner la piel de gallina, ¡ era un momento de tanta ternura con esos ángeles ahí! ¡Que se yo! Te confieso que si me lo piden estoy dispuesta a irme a vivir con ellos. Nunca me sentí tan bien en mi vida…Pero contame… contame algo de vos, que si yo la sigo al final se me hace tarde y no puedo pasar por el banco para pagar el cable.

-Y yo que te puedo contar…lo de Manuel ya te lo conté…

-Sí, me lo contaste, que desgracia… ¡mirá que sacarse el piercing en la cocina y para desgracia caerse en la olla del puré. Podía haber ocurrido una tragedia peor todavía…Veo que ya andás bien ¿se te curó totalmente el esófago?…Pero y Manuel…contame de Manuel ¿sigue con el punk?

-¡No…Para nada!…Tuvo un brote místico por la culpa que le dio el accidente que me provocó…Se encerró en el cuarto una semana…solo salía cada tanto para decirme de algo que había encontrado en Internet para que me cicatrice más rápido la herida…Un amor… ¡Y vos vieras que suerte tuvo!...

-¿Qué le pasó?...

-Buscando datos para mí empezó a chatearse con una chica, y al poco tiempo la piba lo cambió totalmente…empezó  a arreglarse…sacó del placard toda la ropa con tachas y echa jirones y me pidió plata para ir a la peluquería. Yo me puse tan contenta que ni te imaginás. A la vuelta el peinado no me gustó tanto, pero era un cambio para mejor, por lo menos anda limpito. Aunque yo le digo "nene te felicito pero estás gastando mucho. Esas chancletas que usás pintadas no pueden ni por las tapas valer tanto".

-¿Y que te contesta?

-Me sonríe y me dá besos… ¡que querés, me desarma!…es tan dulce… Y cuando viene la novia… no sabés… ¡se quieren tanto! Yo les digo que parecen dos muñequitos de torta y ellos no paran de reírse y me dicen ¡No mamá, somos flogers!

-Al final las dos estamos pasando por el mejor momento de nuestra vida.

-Ya lo creo…ya lo creo. Bueno, en otra seguimos chusmeando…

-¡Dale, dale! …

domingo, 19 de abril de 2009

Mi Invitado Del Domingo.Hoy: HENRI PITAUD

Capítulo X
 
EN LAS LLAMAS DE PIRIBEBUY  (fragmento)
 
— Cántanos una canción francesa, Elisa.
Asombrada por este pedido insólito, miré a mi alrededor. Una de las más hermosas noches del Paraguay, con todas sus estrellas resplandeciendo por sobre nuestras cabezas... Cerca de nosotros, el ruido de la caída del Piraretá me recordaba el rodar suave y continuo de las olas sobre lo cantos de nuestras playas europeas... Nuestro fuego nos alumbraba las caras, dando a nuestras sombras contornos de fantasmas payasescos, en el caos de rocas. Algunos árboles, unas palmeras ralas, agregaban a lo irreal de aquella noche... tan lejos... tan lejos de la guerra y de nuestras angustias...
Aquel primer domingo de mayo de 1869, acompañados por el general Mac Mahon, el general Caballero, el coronel Wisner, don Domingo Parodi, distinguido botánico italiano, gran amigo del Mariscal, habíamos ido a caballo desde Piribebuy —unas dos leguas— para ver la caída, famosa en toda esa pintoresca cordillera.
Un río de veinte metros de ancho, el arroyo Yhagüy-guazú, que corre rápido, impetuoso, en un anfiteatro de rocas enormes, cae de diez metros de altura, y luego se desliza, rápido, sobre un plano inclinado de piedra, antes de llegar a la tranquilidad de una laguna de arena...
Las aguas cristalinas, doradas por los cardúmenes de doradillos, brillaban al reflejo de nuestro fuego. Aquel paisaje de montaña, único en el Paraguay, nos había encantado... El carnero de un campesino cercano, asado por el general Caballero, especialista de este suculento manjar, y agua fresca como bebida, nos habían hartado. Solano llevó al colmo nuestro entusiasmo al sacar de un escondite en el arroyo, dos botellas de champaña de nuestra última caja que había escapado al desastre.
¿En mis recuerdos? ¡Una de mis últimas noches hermosas! El champaña no alegró. ¡Alegría de vivir! ¡Hacía tanto que no oíamos reir!
— Cántanos una canción francesa .— repitió Solano, a quien tres copas de champaña habían puesto romántico.
— Con mucho gusto... Pero...
Mi memoria, embotada, no recordaba ninguna. ¡Hacía por lo menos dos años que no cantaba!
— Vamos a ver. ¿Recuerdas todavía, tu último domingo en Burdeos, en casa de nuestros amigos Delpech, en la quinta de la Garde, hermosa mansión dominando un cerro de viñedo?
— ¡Ahora recuerdo! Una gran casa de un piso, dos ante- cuerpos sobre la entrada, frente al mediodía...
— Sí. Cenamos en la terraza, del lado norte. ¿Te acuerdas de la joven ama de casa? ¿De su canción? Habías prometido aprenderla...
— La «Serenata» de Gounod... ¡ Ahora recuerdo! ¡Espera!
Vaciando mi vaso, cerrando los ojos, volví a ver a la bonita morena de quince años atrás. Pizpireta, alegre,voz dulce de cálidos acentos de su mediodía... Ojos negros punteados de oro, luminosos de bondad... Sonreí ante ese riente rostro aparecido... Hermosos cabellos negros ensortijados que le caían sobre la nacarada carne de los hombros. Encantadora francesita muy meridional... ¿Su nombre? ¡Arlita! ¡No! Era algo más vivo.., poco común. Un nombre muy dulce de pronunciar... Por más que hice..el nombre quedó mudo en mi memoria.
Aquella cálida tarde de julio de Francia, cantó la Serenata de Gounod, como jamás la había oído.
Me levanté contemplando, divertida, el espectáculo; mis compañeros sentados sobre piedras... Los bailarines reflejos de las llamas.. con el acompañamiento del agua que corría...
«Quand tu chante bercée,
Le soir, entre mes bras,
Entends .. tu, ma pensée
Qui te repond tout bas?
Ton doux nom me rappelle
Les plus beaux jours de mes jours!
Ah! Chantez, chantez ma belle,
Chantez toujours,
Chantez, chantez ma belle,
Chantez toujours,
Chantez ma belle.
Chantez toujours».
El ruido de la cascada me recordaba ahora el rodar lejano de los carros en las vendimias.,. ¡Ay, recuerdos, recuerdos! Cuando llega uno, los otros le siguen en fila!
La hija de la casa también se me apareció: ojos negros, brillantes como dos diamantes.
«Quand tu ris, sur ta buche
L'Amour s'épanouit,
Et soudain, le farouche
Soupcon s'évanouit;
Ah! le rire fidéle
Prouve un coeur sans détour
Ah! Riez, riez ma belle.
Riez, toujours;
Riez, riez, ma belle,
Riez, ma belle,
Riez, toujours !»
Sonreí a la morena niña... Aquella noche no quería bajarse de las rodillas de su gran amiga rubia... ¡Su gran amiga rubia! ¡Como ha. debido. olvidarla, también ella!
«Quand tu dors, calme et pure,
Daus l'ombre, sous mes yeux
Ton haleine murmure
Des mots harmonieux;
Ton beau corps se révéle
Sans voiles et sans atours.
Ah! dormez, dormez ma belle,
Dormez, dormez toujours!
Dormez, dormez ma belle,
Dormez toujours!
Dormez ma belle,
Dormez, dormez toujours!» (1)
La bonita francesita morena me dió su canción para que la aprendiera en el mar y acababa de resucitarla aquí...para el agrado de mis compañeros de armas...
 
"Madama Lynch"(1956)

miércoles, 15 de abril de 2009

Las Tías

Mis tías siempre vivieron ahí.

 
Aquél día circulaban en un tranvía que quedó partido en dos. Llevaban sus  carteras del colegio, que perdieron en el incendio.  Mis tías y un guarda  salieron de entre la humareda casi sin ropas.

 Y caminando casi todo el trayecto llegaron a su casa y desde entonces jugaron en el altillo.

Cuando fueron adolescentes tomaban mate en el desván improvisado y vieron noviar y casarse a la gorda de enfrente que en cinco años se llenó de hijos.

Cuando nací yo, mis padres me llevaban a ver a la abuela y yo sentía el cuchicheo que llegaba de arriba.

Nunca subí. Me deslizaban cochecitos que bajaban a los tropiezos por la escalera.

Sabía que me los mandaba Elena que adoraba los automóviles; papá socarrón decía que al que adoraba era al mecánico de la esquina que pasaba  por la puerta con el escape libre.

Entre los 13 y 14 años iba al club  Sáenz Peña y me quedaba a dormir en la casa.

Ya no tenía miedo. El susurro que bajaba de arriba me acompasaba la modorra y hasta me acuerdo de oír sobar la bombilla en medio del sueño.

Hoy mi mamá me dice que no. Que Clara era asmática y de ahí el ruido.

A Clara la descubrí una noche espiándome cuando los chicos me dejaron con un taxi en la puerta.

Estaba a un metro de mi cara, oculta tras las rejas gruesas. JJJJJJ, JJJJJ. Era el sonido de los bronquios de Clara. Hasta pude adivinar sus ojitos en las sombras mientras rebuscaba en los bolsillos la llave de la puerta.

Una de las chicas que me trajo en el taxi, Sandra, mientras estuvimos pegaditos en el baile del club y cantaba  Barry White me dijo: ¿"Las locas que viven en el altillo, son familiares tuyos?".

De adolescente tomé nuevos rumbos y algunas veces me recuerdo mirando sin interés para arriba. Una tarde papá y mamá discutieron a los gritos por las tías: Que Clara ya no da más y hay que sacarla de ahí. Que Elena le hace la vida imposible a la abuela y la va a matar a disgusto a la vieja.

Que deberíamos traer a mamá a casa e internar a las chicas.

Mi mama siempre dijo "las chicas".

La vida de "las chicas" se esfumó, se disolvió en el aire, así lo sentí.

Mamá me replica que no es cierto lo que digo, que las idas y vueltas duraron años y el estado nunca se hizo cargo de ellas y mientras tanto se jodió la vida toda la familia.

Yo sé que mi mamá chochea.

 Para ella como para mí son los muertos queridos, los que por no se qué puto motivo nunca los sentimos propios.

Solo nos quedan reflejos de su existencia. Por ejemplo mi mamá recuerda que el vestido de novia que usó en el casamiento con papá se lo armó Elena, que lo recibió en sus manos temblorosas una noche sin mostrarse en el pasillo y lo devolvió listo para que lo termine la modista otra tarde y de la misma manera.

Yo también recuerdo, y fue antes de salir para el club: Carlos…Carlos…dijo Clara y en la oscuridad del zaguán sentí su respiración agitada y el forcejeo en mi cuello. Terminó por acomodarme el nudo americano de la corbata y desapareció.

domingo, 12 de abril de 2009

Mi Invitado Del Domingo. Hoy: ALBERTO GHIRALDO.

LA VOZ MATINAL

Los avispones zumban bajo el alero,
en el corral el gallo lanza su alerta
y en el fondo del bosque todos los pájaros
 vibran himno gigante porque despierta
 el sol y la esperanza; vuelve a la vida
 el mundo como un niño que abre los ojos
 tras la noche apacible de encantos llena;
 allá en el horizonte, lucen los rojos
 del astro, que soberbio, fecunda o taja,
 que da luz o la quita, según la suerte,
 pues que también tranquilo mira a los hombres
 caer bajo sus rayos que dan la muerte
 en medio de los trojes de trigo rubio
 o en medio de los campos hechos jardines.
 Que la tumba va abriéndose paso entre flores
 a las que ama y seduce para sus fines.
   ¡ Alba espléndida! Un cuadro en cada sitio
 ve el artista, ve el hombre, ve el que siente.
 Aqui el monte recórtase en el fondo
 de un ciclo añil (diriase doliente
 porque es terso y bruñido, cual sereno
 pesar), allí un arroyo se desliza
 manso como existencia silenciosa,
 lo agita apenas la temprana brisa;
 a su orilla un caballo tiembla y suda.
 Está sediento, bajo el grande toldo
 de la noche, ha corrido treinta leguas
 esquivando un incendio; aún el rescoldo
 parece que le escuece las ijadas.
 De pronto desfallece, se le arquean
 los remos, otro instante y se creería
 que va a caer de rodillas, pero crean
 energía sus miembros y, valiente, hunde sus cascos en la linfa pura.

Así triunfan algunos en la vida:

cuando va a morir, la frente dura

 alzan ante una fuente de placeres.

 Es el premio al esfuerzo? No, no hay premio:
es la vida, no más; la vida inmensa.

 Varia, compleja, múltiple proemio.

 Cabe el añoso sauce, en la enramada

 ríe el amor en ojos de paloma;

 cruza la garza blanca como un copo

 de espuma por los aires y se asoma

 su figura a mirar en algún charco,

 cual niña vanidosa se contempla

 en todos los espejos de la calle.

 Gaucho poeta los cordajes templa

 de su guitarra; al viento va la trova

 y allá, en el rancho, un corazón amante

 la recibe y contesta en el misterio

 de un suspiro tan hondo cual vibrante.

Todo palpita, muévese o sonríe

de la vida exterior bajo los mantos

 y en mi mundo interior, en mi floresta,

 canta el pájaro azul todos sus cantos.

De "Musica Prohibida" (1904) 

miércoles, 8 de abril de 2009

Voy En Tren

Al acercarme al puesto, comenzaron mis problemas.
El oficial de frontera con la cara marcada de tantas trincheras cavadas desde la tierna adolescencia me hizo desvestir completamente.Sus ayudantes revisaron mis pertenencias y hasta un dedo en el ano, me introdujeron.
Yo les expliqué como pude en un pobre francés, que por desperfecto del calentador eléctrico con ventilador incorporado y una potencia de 2000w, me había precipitado a tierra.
Amagué un dibujo del repuesto que necesitaba.Quizás algo semejante en la región usado para decapar o doblar tubos, si es posible que tal cosa hubiera.
Cuando describí en el aire un tubo doblado, tres tipos me agarraron de los pelos y me tumbaron al piso.
Se hizo la noche o me desmayé.
Desperté en una oficina. Un hombre se acercó y me preguntó qué me pasaba en perfecto castellano.
Desesperado, le pedí agua.Abrió los ojos enormes y sonrió dulcemente ¿Agua? -Dijo- ¿Agua? Lo que necesita es agua...
Me hizo traer un bidón de 20 litros. ¿Algo más?, preguntó.
A los 5 minutos hice dedo a un camión  que me depositó en una estación de tren.
 
 No intenté explicar a nadie más lo que necesitaba para la máquina encallada en el puesto fronterizo. Me voy en tren.
 

domingo, 5 de abril de 2009

Mi Invitado Del Domingo. Hoy: BERTRAND RUSSELL

Sólo el pasado es verdaderamente real; el presente no es más que un penoso y forcejeante nacimiento en el seno del inmutable ser de lo que ya no es. Sólo los muertos existen plenamente. Las vidas de los vivos son fragmentarias, dudosas y están sujetas a cambio; pero las vidas de los muertos están completas, libres del dominio del Tiempo, el casi omnipotente señor del mundo. Sus éxitos y fracasos, sus  temores y esperanzas, sus penas y alegrías, se han hecho eternos, y nuestros esfuerzos no pueden ya disminuirlos en un ápice. Las penas largo tiempo sepultadas en la tumba, las tragedias de las cuales sólo resta un recuerdo desvaído, los amores inmortalizados por el santificante contacto de la Muerte, poseen un poder, una magia, una calma que no puede alcanzar ningún presente.
Año tras año, mueren camaradas, resultan vanas las esperanzas, se marchitan los ideales; el país encantado de la juventud se hace más remoto, el camino de la vida, más fatigoso; la carga del mundo, más pesada; hasta que la fatiga y el dolor llegan a ser casi insoportables; la alegría se marchita en las cansadas naciones de la Tierra, y la tiranía del futuro mina la fuerza vital de los hombres; todo cuanto amamos va declinando en el mundo moribundo.
Pero el pasado, siempre devorando el fugaz brote del presente, vive en virtud de la muerte universal; firme, irresistiblemente, y aporta nuevos trofeos a su templo silencioso levantado por todos los siglos; todo gran hecho, toda vida espléndida, toda hazaña y todo fracaso heroico, están allí religiosamente guardados.
Por las márgenes del río del Tiempo, la triste procesión de generaciones humanas marcha lentamente hacia la tumba.
En el silencioso país del Pasado, la marcha concluye, los fatigados viajeros descansan y todo su llanto es acallado.
 
                                             "De la historia" (The Indepent Review, julio,1904)

miércoles, 1 de abril de 2009

Chaparrón

Si me dieran a elegir, hoy por hoy, la elección de mis destinos viajeros no pasan de algunas localidades del norte cordobés, los valles calchaquíes catamarqueños, el sur mendocino y extremo norte neuquino (del que me debo desde hace dos años la investigación sobre las poco conocidas "cantoras") la selva montielera, la provincia de Corrientes, la precordillera sanjuanina, el norte de la pampa y por fin,  la costa atlántica no más allá de Gesell y el noroeste  uruguayo en el límite con Brasil y bueno ya que está la zona gaúcha brasileña que me fascina.
De Europa quizás Bulgaria, Rumania y ya que está Grecia ,los pistachos, el queso feta, las majadas, las iglesias ortodoxas abigarradas de íconos son un imán para mí y el tiempo de estancia siempre me parece corto; también ya que está la costa croata.
¡Aunque me regalen el pasaje daría tantas vueltas, me pondría tantos escollos, producto de mi desidia- según Ana-! No puede  comprender que me baste con no más allá de Cabildo y Juramento para reducto de mis expansiones turísticas desde el  2005.
Descartemos entonces lo que se refiere a Europa y agendemos la primera nómina hasta la zona gaúcha brasileña-dije yo-
Ana me frunce la trompa; apenas si con mucho esfuerzo logró empujarme algunos kilómetros, donde según ella no hice otra cosa que protestar por los precios de alquileres, comidas y residuos en calles y playas.
Ana no entiende que la experiencia en las islas creó una marca indeleble en mi sistema nervioso.
Amante de los tours alternativos, la mochila y los hoteles baratos Ana no me ahorra disgustos a la hora de viajar. Los trenes a ninguna parte que desenganchan vagones para tomar otros destinos, los taxis sin identificación, los pasajes en barco contratados en el medio de la calle, los automóviles compartidos con vecinos simpáticos.
Hice lo que pude hasta el 2005.
Habíamos actuado como siempre: vuelos combinados con 20 escalas que demoraban otras 30 horas el vuelo normal para ahorrarnos 400 dólares; hostales  en lugares alejados de las ciudad sin transporte habitual, playas poco concurridas. Literas para dormir, familias que rentan cuartos y tienen extraños animales como mascota que se refriegan en mis piernas.No sé si nombré a los vendedores de cualquier cosa.
(La vuelta de esas pruebas iniciáticas de la convivencia en pareja me hace disfrutar más del cafecito en mi placita).  
Continúo: No habrían pasado siete días de la experiencia , cuando convencido de mi derecho a proponer otra forma de estadía al menos por un tiempo similar, encontré en unas de mis características caminatas- de búsqueda de algo que no se qué es-  tras las dunas y el monte, un complejo hotelero bastante armonioso y a la vista reluciente. A estrenar, me enteré después.
Contaban con una promoción de apertura de un tercio de la tarifa oficial y no lo pensé mas, corrí a contarle a Ana de mi hallazgo y no tuvo otra que empacar los bártulos.
Se deshizo en arrumacos con la familia anfitriona como si conociera de toda la vida hasta al loro que durmió esa semana a la altura del respaldo de su hamaca y partimos acompañados hasta la ruta principal por un primo de los dueños que nos saludó desde el camino largamente. Bonita costumbre. Uno debe permanecer hasta que el visitante desaparece de la vista.
Algo del orden de la felicidad sentí cuando se desplegó ante mí el repertorio de cervezas y saladitos, toallas para cada cosa, hidromasaje. Ana permaneció un buen rato contra la ventana en posición de loto. La invité a compartir un dulce seco de mango y jengibre; me miró de costado mientras me advertía que no proteste cuando la cuenta venga cargada de adicionales.
Esa tarde un camarero nos acompañó hasta una lonja de playa y nos describió las comodidades con que contábamos en esa arena rosa-pálido.
Quedamos solos y yo notaba el esfuerzo de Ana por adecuarse a las nuevas y conocidas alternativas de la modernidad, ahora en este rincón del mundo. Lo discutiríamos en otro momento.
Pasó corriendo una niña ataviada con adornos, tres niños de alguna escuela religiosa pasaron luego en la misma dirección. Un surfista, ascendiendo al monte dijo algo acerca de militares y no pudimos entender más porque agitado, casi sin aire, desapareció pronto de nuestra vista.
Algunos soldados camuflados nos rodearon. En  inglés, nos exigieron que nos tiráramos de boca al suelo con las manos rodeando la cabeza.
En ese instante mientras espiaba sus rostros bajo el camuflaje, me imagine como el único extranjero de la prisión, con tiempo suficiente para tratar distintos temas con presidiarios filósofos sofistas, a saber: Una rana tiene rabo, el fuego no es caliente, el ojo no ve, el dedo no llega al objeto; si llegara no habría solución de continuidad. La escuadra no es cuadrada y el compás no puede ser redondo. El agujero no rodea el clavo. La sombra de un ave que vuela nunca se mueve. El potro huérfano jamás tuvo madre. Las gallinas tienen pies, los huevos tienen plumas.
En el minuto atroz, llegó el camarero del hotel y nos acompañó al cuarto luego de indicar  a los soldados acerca de lo que ellos requerían y nosotros nunca llegamos a enterarnos.
El cielo, hasta entonces  azul despejado, cuando recuperamos la vertical se transformó en un horizonte negro al que le siguió un poderoso chaparrón.
Preferimos creer que las personas que pasaron junto a nosotros huían de la tormenta y que el surfista volvería a la playa  a reanudar la práctica apenas regresara el buen tiempo.