domingo, 31 de agosto de 2008

Saltando Charcos

¡Por fin!.. A pesar de todo era un hombre de dinero, bien parecido, de buena conversación, amante apasionado, y ahora…


Ahora mejor ir por parte: Laurita me regaló un jersey Misony y una corbata de la misma casa.

Sabe que me encantan esa catarata de colores y si además se agrega una corbata me pongo exultante y la llevo a elegir una Barbur nueva (aunque sé que ella prefiere las de Pufa).

Dicho y echo; le besé los cachetes y se los estiré cuando salía del probador.

Esto ocurrió el sábado 30 de marzo  por la mañana, con una lluvia torrencial que no nos impidió partir hacia las dos de la tarde para el club ecuestre .

Todavía de a ratos extrañaba mis botas de montar de dos colores. Use esa tarde botines del tipo jopur, especiales para mí, con cordones, porque algo distintivo siempre me gusta llevar.

Me hubiera gustado entonces usar impermeable, del tipo riding mac para disimular, pero nunca me animé a tanto.


Y paseando en el barro convertido en pisadero, la ví.

Que decir…Laurita se dio cuenta de mi deslumbramiento mientras me acercaba un café.

 Yo solo tenía ojos para ese cuerpo de ademanes indecentes hacia dos amigos que le hacían bromas en media lengua provocando su reacción desmesurada.

No me despegué de mi asiento cuando al "reconocer" a Laurita se acercó a grandes trancos.


 Celina-dijo y me estiró una mano suave y seca. Yo me apoyé en la pierna izquierda y tomando impulso con los dos brazos me despegué de la silla.

-Fue la primera vez que alguien no me dedicó  el gesto de "faltaba mas, por favor, no es necesario"; indiferente a mi esfuerzo-


Rodolfo-le contesté . Y de inmediato nos pusimos a conversar- su mirada era atenta y seductora -


 Cuando le conté del accidente (evitando entrar en detalles) que me costó la pierna derecha me dijo que a no ser por la renguera ni se notaba. Le contesté que la prótesis era de las mejores pero solo era posible caminar por terrenos sin accidentes y con este barro y tanto pisoteo resultaba muy difícil.


Con Celina nos volvimos a encontrar -¿bella casualidad?- cuando salía  del sastre.

 Dos semanas después del primer encuentro mantenía el estilo informal y me dio un beso sonoro.

Yo salía de tomarme las medidas de un Warm que compré en  Hawkes y pretendía ajustarlo de cintura.

Con Celina salimos al teatro y a cenar y continuamos en mi casa un fin de semana entero de amor con salidas esporádicas a tomar café, ir de compras y pasear por la orilla del río.

A los diez días le confesé que estaba perdidamente enamorado de ella y no quería separarme ni un minuto. Hizo un mohín, me sonrió tristemente y me dijo:

"Tengo cosa…"

¿Qué cosa?- Respondí  y pasó a contarme del sueño de aquella noche:

"Soñé que corríamos saltando charcos, los dos juntos riéndonos a carcajadas y cuando desperté me angustié mucho…perdoname amor…"

A mi también me angustió el sueño, me sentí ridículo con la pierna torpe y desde ese día encontrar una solución me desvelaba.


Y entonce Celina  enfrió la relación; me evitaba,  yo comencé a desesperar.

 Como caída del cielo apareció la innovación de la empresa BLATCH , una rodilla accionada por un microprocesador, livianísima, ideal para terrenos irregulares.

Con sensores y control electrónico que reaccionan a los mas variados movimientos del cuerpo en diversas superficies.

La llamé sin éxito de día y de noche. Le avisé a Laurita para que intercediera por mí.

Me dijo que no era su amiga y no recordaba haberla visto mas de una vez, por lo que le llamó la atención tanta familiaridad con ella en el  hípico.  Como se dio cuenta que había onda entre Celina y yo prefirió no comentarme.


El misterio y el aparente desprecio me exacerbaron de tal manera, que hice  todo  por volver a verla.


La descubrí en un café. Le pedí explicaciones sobre su silencio de tantos días y siguió muda. A borbotones le conté la novedad de la nueva rodilla con microprocesador.

Entonces su mirada volvió a encenderse y aproveché para comentarle que su sueño de correr juntos saltando charcos podía ser realidad.

 Me contestó: "Que te aproveche la prótesis rengo de mierda".

¡Porqué, Celina,…Porqué…! Dije, horrorizado con la respuesta.

Y ella: Soy la hermana de la mujer que  atropellaste aquella noche. Que te aproveche Rodolfo…disfrutá tu nueva prótesis, chau…


Se alejó y yo sentí otra vez renovado el impacto  que como un torrente de agua negra y helada se derramaba  hasta por entre los dedos del pié derecho.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Cambio De Dieta

El hombre descubrió que la lechuga era buena, pero era tan verde que.......
El hombre descubrió que la pera era buena, pero era tan líquida que......

El hombre descubrió que los higos no eran tan malos aun cuando si se caía de la higuera era muerte casi segura... y si estaban muy calientes........

Y un día descubrió que el ají de mil colores y formas eran buenos pero si se acuclillaba....


¡No! ¡Sin peros!...

Un día, agachado entre unos arbustos del género Eringuium (bien primitivos) y jugueteando entre sus dientes con una ramita de cortadera (bien primitiva),dibujando en el suelo con una escama de pez petrificado del pleistoceno hasta terminar de hacer sus necesidades, sus ojos comenzaron a tornarse rojos, a lagrimear como un periodáctilo y a esbozar un grito de terror.


Los pastos primero comenzaron a chamuscarse, y con la deposición un pozo se abrió a la altura de sus asentaderas, lenguas de..... ¿fuego? lo precipitaron hacia adelante.

Sí, lo había descubierto y con el vendría todo lo demás.

Y lo más importante:
El abandono de la dieta única de huevos crudos de los gigantescos dinopájaros.

 

domingo, 24 de agosto de 2008

La Casa De Las Golondrinas

 El viejo me lo propuso como solución.
Hasta entonces fueron idas y vueltas:
Que no entendía por qué me molestaba que las golondrinas la tomaran por asalto todos los veranos; hacia el otoño ya no quedaba ninguna, solo tres meses…
-me decía el viejo con una mueca festiva –…
Reconozco que para una familia que no madruga llega a ser molesto que a las cinco de la mañana la despierten… arremetía el hombre.
Como miles de teléfonos recibiendo mensajes de texto al mismo tiempo –interrumpía mi hijo Luis enojado con el hombre que se negaba a permitir la entrada de un jardinero aún cargando a nuestra cuenta los honorarios-

-No era solo el ruido infernal; además estaba la invasión  de algunas buscando los entresijos de mi tejado agregando un batifondo extra al que se dejaba oír desde la enredadera del vecino.
Y aunque al principio los vuelos rasantes sobre el agua de la pileta nos resultaban simpáticos y todo un espectáculo como se abastecían sin siquiera mojarse las plumas; con el tiempo la maniobra, por la superpoblación de las aves de color gris y azul metalizado, se me hacían escuadrillas de combate que ni con la noche palpable parecían amenguar su celo de cazadores.
La centenaria enredadera del viejo era el refugio ideal habiendo tapizado cada muro y marco de ventana, listones y tirantes.
En los veranos secos, la hiedra de grueso tronco plantado en la esquina sudoeste de la casa y a dos metros de nuestra medianera, adquiría a la caída del sol la misma tonalidad que las bandadas de golondrinas que se perdían entre el ramaje. Entonces, la casa del viejo parecía contraerse y dilatarse como un fuelle a la penumbra engañosa de las nueve de la noche.
Cuando llovía, la migración hacia la casa adquiría otra fisonomía: Con las hojas limpias de polvo y mojadas, el verde era intenso y volaban como adentrándose en un bosque tupido.
Cada verano el tráfico era más intenso y la presión sobre mi propiedad, mayor.
También la proliferación de ratas que empezaba a afectar a otros vecinos mas alejados le fue cargada a la majestuosa enredadera del viejo.
La primera vez que discutimos tuve que soportar su discurso socarrón. Me ofreció hacernos socios para la venta de nidos de estos pájaros que en oriente eran un plato delicadísimo y caro. Yo le repliqué, convertido en un experto en vida y milagros de estos pajaritos, que lo que mencionaba era cierto, pero se refería a una especie que habita en los acantilados del Pacífico y no en mi entretecho como bonita alternativa a su hiedra invasora.
Fue una noche  de hace unos años que roto el diálogo, me descolgué de la medianera con un balde de agua hirviendo y sal aprovechando una escapada del vecino a visitar unos parientes.

 Ni mella. Según mi mujer en lugar de sal le eché hormonas de crecimiento por lo rozagante que se veía días después. Me negué a rociarla con algún herbicida a pesar de los ruegos de mis hijos.
Pero un día  el viejo cedió, como si a esa altura de su vida le pesaran las visitas cada vez más numerosas de los viajeros y atendió  mi pedido a condición que fuera yo mismo quien la podara pues no permitiría la visita de otro extraño a la casa.
Mi hija Lilia, siempre tan tremendista, temía que  acariciara alguna venganza:
¡Papá ni se te ocurra, ese viejo loco una vez adentro te va a meter un tiro y después se va a suicidar, seguro está escribiendo una carta explicando que la decisión la tomó abrumado por la persecución y por no verle salida a la situación.

 

Acordé la poda para el mes de abril, época en que no queda una golondrina en esta parte del mundo.
El viejo se sentó en una silla como espectador privilegiado abarcando el conjunto.
Mis hijos y mi mujer acodados en la medianera.
Empecé tímido, como temeroso de desarmar ese caos profundo que envolvía totalmente la casa.
Fue el viejo el que me animó y hasta me ordenó que serruchara una rama principal que yo no hubiera tocado.
Como sucede con un peluquero improvisado el machetazo salvaje invita a otros para emparejar y así, cuatro horas después, nidos abandonados, plumas, cáscaras de huevos y revoque se precipitaban al suelo casi por su propio peso.
Al día siguiente la casa se veía desconocida, de un rosa ahumado las paredes ocultas tantos años.

 Silenciosa; el viejo casi no salía.
Todo el invierno el viento y la lluvia arreciaron como no se tenía memoria.
La primavera se demoró casi hasta noviembre y para entonces no nos preocupaba tanto el viejo que hacía mucho no veíamos, como el comportamiento de las golondrinas privadas de su hogar veraniego.


Y por fin aparecieron en el horizonte.

 Primero fue el vuelo circular de millones enfrentadas en distintas direcciones, amagos de alejarse, extraños dibujos en el espacio, siguió una alfombra plomiza suspendida en el cielo y luego plegándose sobre la casa del viejo.


 La casa, en un estertor de cimientos que se desprenden salvajemente de la tierra, fue elevándose y desapareciendo por arriba y detrás de los eucaliptos, esquivando el edificio torre del otro lado de la avenida.  

miércoles, 20 de agosto de 2008

Buscando La Nota

 Me entrevisté con el ex funcionario en la confitería de la peatonal.

 El buen hombre me aburría, pero en situaciones tales debía honrar la memoria de mi padre, quién me inculcó la fidelidad a las relaciones que en algún tiempo resultaron provechosas y por algún motivo dejan de serlo.

 Me estaba esperando como todos los martes por medio, a unos metros de la escalera que conduce al salón de juegos. Sobre la mesa un bloody mary, un platito de aceitunas y el sobretodo plegado sobre una silla.

¡Miranda…amigo!... Me dijo. Y como siempre pasé por detrás de su silla y le di unas palmadas en la espalda. Me senté mirando para el salón.

 Un oasis fue detenerme en la señora mayor con triple vuelta de collares que mientras se llevaba una a una las salchichas montadas en panceta, sabía acrecentar la ansiedad de la amiga vestida para el te de la tarde ,eligiendo las palabras que demoraban su relato.

Cuando volví a mi contertulio, sostenía una discusión consigo mismo, como ocurría habitualmente. Pacientemente, yo también di cuenta de las aceitunas que quedaban en su plato, le pedí al mozo un té con un tostado  y utilizando la formula griega del diálogo, o sea, si…ahá… ¿y cual es?... ¿y entonces?...consiguió al fin recordar el orden del brindis en ocasión de bodas,de uno de sus tantos destinos diplomáticos exóticos.

A saber: el primero a la felicidad de todos, el segundo a la ayuda de Dios, el tercero a los cuatro evangelistas, el cuarto a la autoridad y el quinto al dueño de casa. Todos, acompañados de la frase "Si Dios la concede".

Levanté la taza de té brindando por las elecciones como para agregar un sexto.

"Si Dios la concede" remató dramáticamente el embajador, bebió el último sorbo y me recorrió con una mirada severa como para asegurarse que no fuera indigno de su secreto mejor guardado.

Tuve ganas de decirle, como las otras veces - Tómese su cocktail   en paz. No necesita justificar estos encuentros acercándome una primicia.-

Pero, como siempre,callé y el hombre empezó a deshilvanar una trama con personajes conocidos y una acción digna del cinematógrafo.

El reconocido círculo que me nombró intentaba una operación similar a aquella articulada por Rivadavia antes de 1820. Se estaba en tratativas por una autoridad real para estos territorios similar a la que estuvo a punto de conseguirse con el conde francés De Luca, para entonces.

También como antaño se discutía si no buscar un monarca en Sudamérica de prosapia indígena. Y aquí también se detuvo a discutir consigo mismo sobre la oportunidad de una u otra opción.

Volví a la mesa de enfrente de la señora con colgantes que ahora permanecía callada y era su amiga la que cuchicheaba gravemente midiendo las palabras.

Mi embajador no había terminado aún , cuando imaginé que habría tenido entre manos una nota con un titular de gran impacto, de haber tenido oportunidad de escuchar lo que hablaban las señoras.

 

domingo, 17 de agosto de 2008

Gran Salón

La exposición de 1927 en el Gran Salón Nacional marcó el apogeo de Alejandro Del Campo.

Con cuatro cuadros desparramados entre los cien de la rigurosa selección que hizo el jurado, su permanencia era casi intocable, y a su fama contribuían en iguales dosis los insultos de sus enemigos y los elogios de sus incondicionales.

El público que lo rodeaba cuando ya los músicos de la fiesta de cierre se alejaban del círculo escénico, departía devotamente y auguraban en los corrillos la segura victoria de alguna de las telas del maestro que para la tarde siguiente habría de llevarse  las palmas de la terna de oro.

 El brindis de costumbre y la vuelta a casa  tuvieron el sabor de lo repetido hasta el mismo momento de apearse de mi auto.

 Siendo yo su representante y confidente, figura por demás importante para este  Alejandro  reacio al trato fácil en un ambiente abundante en zancadillas y venganzas, me adelantó las nuevas que el organismo cultural reservaba para dar a conocer antes de terminar el año.

La exposición de 1928 sobrepasaría las 2000 obras me dijo y con un ademán me hizo cerrar la boca en que amagué una mueca de estupor.

Con esa exageración tan suya y que hoy la recuerdo porque a su festiva teatralidad le había adosado una notable amargura me dijo lo que trataré de reproducir incluso en el modo: "La burocracia  tomará por asalto el Gran Salón, expondrán todos los que quieran hacerlo y el público juzgará. Te imaginas que entre tantas obras la elección será extenuante y arbitraria. Además por razones de espacio se liquida la sala de los maestros y los cuadros de género. Hasta ahora reunidos en grupos de 10 a veinte obras a partir de entonces no bajarán de doscientas. No pienso ser cómplice de tal farsa demagógica a menos en que me convierta en un mono.

Sabía yo que sería inútil  esgrimir algún argumento favorable al cambio,¿Y si  mi amigo lo tomara como un intento de permanecer a su lado como quien no quiere dejar que caiga un negocio?. Solo le sugerí que se tomara un tiempo para reflexionar y entonces hablaríamos nuevamente.

Del Campo hizo su viaje de todos los años a Nueva York y cuando volvió me telefoneó sin entusiasmo. Me comentó que estaba poniendo en condiciones la propiedad heredada de su madre en los campos de Cañuelas y pensaba pasar allí la mayor parte del año.

La mudanza se produjo bastante antes de lo esperado pues un sábado y varios más que le siguieron me invitó a la flamante propiedad.

Me paseaba aquellos fines de semana por las casas de los puesteros que suponían varias leguas a caballo a campo traviesa.

Las visitas consiguieron extenuarme siendo tan notable su deseo de escapar a la conversación franca que suponía haría explícita su decisión de desertar de las muestras competitivas del Gran Salón; actitud equivalente por aquellos años a abandonar la profesión.

En el año 28 las cosas sucedieron de acuerdo a sus dichos, y hasta Alcides Balzano  una voz disonante del periodismo especializado, sentenció desde las páginas de "El Vigía": "EL SALON DEBIO QUEDAR COMO UN LUGAR DETERMINADO, RESTRINGIDO, DE DIMENSIONES INFLEXIBLES, EN EL QUE CADA GÉNERO HUBIESE EXPUESTO SUS OBRAS MAESTRAS…EN VEZ DE UNA COMPETENCIA, UNA EXPOSICIÓN GLORIOSA, UNA SELECCIÓN; TENEMOS AHORA UN MOTIN, UN BAZAR ESCANDALOSO Y UNA TOTALIDAD."

Para mi sorpresa, Alejandro no colaboró en la replica, a tono con la posición de Balzano. Sin abandonar su nuevo refugio me avisó que intervendría y que al no haber tope para la muestra no sería difícil que en la recorrida me encontrara con una decena de sus obras.

Elegí un día de mitad de semana por ser los más tranquilos y con la caminata interminable por los salones mi ofuscamiento por tal profusión de obras quedaba cada tantos pasos atenuada ante el encuentro con una obra de mi amigo.

 En conjunto, sus obras, podían comprenderse con un título casi obvio, "Escenas de la vida oriental", pensaba mientras sorbía el café y trataba de entender el súbito cambio de su opinión sobre la administración y la  estética. Encontré un dibujo pesado y pastoso, pastiches que no podía menos que reprobar y considerar como productos del ocio sin dignidad. 

Cuando vino a cenar a mi casa, hallé la oportunidad, pero del recelo pasó pronto a la indiferencia llana por el asunto. Cambió de conversación mostrándose  interesado por la burbuja financiera y de las posibilidades de los magníficos excedentes que le dejara la cosecha gruesa y la venta de toda la producción expuesta en el salón.

Cuando me expresó su deseo de acompañarme en la próxima visita al cementerio para dejar algunas flores en la tumba de Rita, mi mujer, me sentí obligado a referirle algo agradable. Eché mano al detalle repetido en la nueva serie presentada, de los tonos rosados de las mejillas en las mujeres, un gran hallazgo dije tratando de sonar convincente. ¡Que va! Fue su sola respuesta.

De camino hacia la puerta de calle también le demostré mi asombro por su capacidad para alternar las tareas de la administración de la estancia y la intensa producción pictórica. Y todo en un mismo lugar. Nada de eso, me dijo:La casa  no la cerré totalmente, de la puerta sobre la calle tengo acceso a un pasillo que me lleva directo al altillo, sin usar las otras dependencias .Puedo así prescindir de los  caseros y demás personal que solo trae trastornos cuando uno carece de tiempo para dirigirlos.

 

 

La casa de Alejandro en la calle Humboldt  quedaba a tres cuadras de mi paso diario obligado por la Avenida, fue así que un día del mes de marzo del año 29 luego de la presentación de la opera bufa de Bernini y con unos tragos de más encima, cerca de la una de la mañana, me desvié y pasé por el frente de la casa de Alejandro.

Se me ocurrió tocar la puerta cuando vi  luz en el altillo.

Con la segunda llamada una sombra se movió en el interior y no hubo respuesta.

El vidrio de un ventanuco lateral estaba empañado por la respiración de alguien que me estuvo observando todo el tiempo.

Sin ganas de molestar partí al momento y esperé la tarde siguiente, para que con el vago   motivo  de una inquietud sobre los excesivos detalles de una escena de caza en que los perros puestos en segundo plano y con los cazadores más atrás aún ocupados en sus menesteres,(súbitamente y a la derecha)invaden los canes el plano como si fueran ellos el objetivo de un arma utilizada por el pintor, pasara seguidamente a comentarle de mi visita de la noche.

Comprobé que Alejandro no tenía noticias de lo sucedido pero me respondió con excusas que se contradecían todo el tiempo. Concluyó que  no estaba él en ese momento y había contratado un sereno por algunos días al reiterarse algunos robos en la vecindad.

 

Enfrió en más su relación conmigo y cambió de representante.

Al año siguiente por un accidente en que su caballo fue a mancarse en una vizcachera perdió la vida.

En su testamento me transfirió la casona de la calle Humboldt y cuando pude subir al altillo encontré una buena cantidad de telas descartadas.

En todas ellos un mono hierático vestido con un jubón acolchado en el pecho y contra una pared, la misma que toco en este momento, pinta varios de los cuadros que expuso Alejandro en el salón del 28. Entre los ocres esfumados y las manchas de humedad hay colgada una paleta de pintor sin uso, un mosquete y su cargador, sobre un pequeño mueble un jarrón con pinceles y una firma irreconocible.

 Al mortuorio jubón borravino del mono y bajando a sus extremidades los detalles se tornan ominosos:- Unos pies como de un pato gigante aseverando eso de que el hábito hace al órgano y más abajo la razón contundente de una gruesa cadena amarrándolo de la cintura y comida y excrementos por todos lados en el piso.  

miércoles, 13 de agosto de 2008

Primero De Año

Salimos de la capital el 31 a las 5 de la tarde con el baúl rebosante de linternas de contrabando para la venta callejera en la rambla del puerto de Bahía del Plata. Todo calculado como para que al ingresar a la ciudad nadie de los controles se avive, estando ocupados en los menesteres del cambio de año.

El auto  rebuznaba cuando llegamos al cruce.El pobrecito venía excedido de peso porque a la mercadería se agregaban sombrillas y reposeras y valijas, cuestión de que si todo iba bien nos pasábamos un mes  como reyes.

En el cruce un auto sin patente con cuatro tipos de pelo cortito nos hizo señas de parar y con Susana sentimos que la tierra nos tragaba.

Por la ventanilla uno de ellos asomó la cabeza:... ¡¿Macho, no tenés una linterna?!(El caño de la metralleta le asomaba colgada a la espalda).

Claro, si claro,.... dije yo alcanzándole una... (De las diez o quince que había en la guantera)

Comenzaron entonces a cambiar una cubierta. Les dije que se quedaran con la linterna y amagué seguir viaje, pero el más robusto me pidió el críquet porque el de ellos no funcionaba. El mío tenía sus mañas por lo que al rato estaba yo cambiándoles la rueda.

Serían las 11.30 cuando con la ropa mugrienta les dije feliz año y retomé el camino.

A la entrada de la ciudad nos rodearon varios patrulleros y ahí si que nos vimos perdidos. Nos obligaron a bajar y nos metieron en una dependencia de la caminera.

Fue entonces que con pitos y matracas nos sorprendieron el intendente y cuatro chicas vestidas de rojo que nos colmaron de regalos. Todo porque a las doce y un minuto nos convertimos en los primeros visitantes del año 1975.

Al rato, a la carrerita un oficial comunicó al intendente que le avisaron por radio que por si fuera poco auxiliamos media hora antes a un vehículo de las fuerzas del orden en problemas y así nuestro historial daba para considerarnos casi ciudadanos ilustres.Salimos de la dependencia con los brazos cargados de obsequios y cuando un cabo se ofreció a abrirnos el baúl le gritamos ¡NO! al unísono.

Los tiramos en el asiento de atrás y las luces nos saludaban cuando llegamos a la calle principal.

No paramos de reírnos cuando le comenté a Susana que me había meado encima.

¡Que comienzo de año, aquel de 1975!

Las linternas nos quedaron casi todas de clavo pero… ¿Qué historia,no?

 

 

 

 

domingo, 10 de agosto de 2008

Bandera Roja

Se miró las manos resecas por la cal y se dijo que podía.

 

La oferta para volver aunque sea una vez más al ring representaba por lo menos una semana de yugo obrero en plata sonante.


Los chicos le usaban para jugar el único pantaloncito rojo que le quedaba sano.
En realidad, hacía dos años que no lo necesitaba para nada; desde que dejó el boxeo para changuear en la construcción y traer el pan  a la chorrera de hijos, cuando su mujer lo abandonó por borracho.


Y ahí va, a los saltitos por el patio esquivando a las gallinas en busca del pantaloncito rojo de la suerte de los viejos tiempos.
Los chiquitos hincados frente a la montaña de tierra reaccionan llorisqueando cuando la bandera improvisada con el terciopelo rojo pasa a manos del papá y la esperanza le cabe en un puño.

 

miércoles, 6 de agosto de 2008

Del Amanecer Al Atardecer

Vi una "aurora boreal" desde la isla Victoria.

 

También el "efecto gloria" en el Golfo de Méjico.

 Fue así: Yo iba primero, en el vértice, y de pronto apareció mi sombra enorme, coronada.

 En  tan extraña situación todos mis compañeros también ven su propia, única sombra coronada con un círculo de luz.

. Muchísimas veces en mi larga vida vi el rayo verde, ese efecto que produce el último rayo de sol al ponerse en el mar. No es amarillo sino de un verde refulgente y luego, inmediatamente la noche.

 De todos los días es el fenómeno atravesando el trópico de capricornio: Ver amanecer y en el mismo instante en que el sol se levanta, el silencio es interrumpido por un sonido como el  que produce una piedra lanzada a un pozo de agua profundo.

 Puedo afirmar que la sequía es como una barrera, de pronto el agua desaparece, el verde se cambia a un rojo brillante y a uno le parece que nunca podrá salir de  lugares entre nubes de polvo.

 Es raro pero también me ocurrió cruzar el desierto de Mojave y soportar un tempestuoso aguacero.

He visto trepar  los altos peñascos del océano pacífico a millones de aves en busca de un nuevo ciclo para sus vidas.

El océano atlántico y el frío los apura hacia el oeste; un costado del mundo quedó atrás hasta la próxima temporada.

Y ya no puedo contar más: Es extraño lo que acaba de ocurrir, me pude expresar por un momento en el lenguaje de los hombres.

¿Porqué no? Una vez alguno de los míos vio volar a un hombre con sus propios brazos, cual si tuviera alas, pero no recuerdo sobre que territorio me contó que esto ocurrió.

 

domingo, 3 de agosto de 2008

Signos Vitales

"No donde los escuadrones se reúnen, no donde las bayonetas resplandecen, no donde las balas aúllan al pasar sobre la línea de fuego; no donde están los heridos, no donde las naciones mueren, asesinadas en el juego limpio de la guerra...¡Allí no hay sitio para un espía!......Adiestrados para otra faena, marchamos con las banderas plegadas.....solo por el general muerte la bandera... puede ondear...y nosotros la seguimos...¡Allí hay sitio para un espía, allí donde la peste extiende sus alas sobre naciones... ¡Allí habrá trabajo para un espía!...Ve donde sus tropas se ocultan, desenmascara la forma que revisten.... ¡esa es la faena de un espía....!"

Los dos alemanes fornidos, (mozos del Ritz) y el botones esmirriado nacido en la India rodean el cuerpo inmóvil de Bond despatarrado en un costado de la piscina.
¿Que balbucea? pregunta uno de los mozos a Shamir, el botones.El hindú que no aparta la mirada de los ojos torpes de Bond, responde: Es un poema de Kipling....
¡Vamos, vamos Ralph, hay que avisar a enfermería, este hombre lleva cinco horas al sol por la resaca de anoche! ¡Que escándalo si muere! Voy a avisar a conserjería! Como no nos dimos cuenta...
Los mozos se alejan y quedan Bond y Shamir, que le toma el pulso....Y Bond continúa:
"¿Que otra cosa prepara luego?... ¿Como hacerlo retroceder?... ¿Lo haremos morir de hambre si quemamos sus víveres?... ¡Esa es la faena de un espía!...
Bond apenas puede abrir un ojo y trata de poner en foco a Shamir, su pequeña figura con turbante, como pidiendo una respuesta....Shamir, que sonríe viendo recuperarse los signos vitales de Bond, le responde con una sonrisa:
La muerte Señor Bond es una extraña compañera cuando vivimos constantemente en ella.....