domingo, 30 de noviembre de 2008

El Señor Pino y Rosalba

El dogo y su corte en pleno se dirigieron a la iglesia de San Piero, la antigua catedral para celebrar un oficio de acción de gracias por la liberación diez años antes, de una invasión de genoveses disfrazados de comerciantes de calzas que intentaron quemar un depósito de máscaras que los gremios guardaban detrás de la iglesia de San Nicolás. Comenzaban dos semanas de festejos.

El 30 de Enero fecha de la llegada del apóstol a Venecia se casaron 178 parejas (contando a la nuestra) y algunos nobles se juraron amistad eterna.

 

El señor Pino, de 60 años, se casó en este año de  1305 con Rosalba, de 15, quien le había prometido aprender rápidamente a ser una buena esposa.

Pero Rosalba parecía conocer demasiado del mundo según malició Pino.

Fue entonces que elaboró un manual de comportamiento al que cada noche agregaba un capítulo que la joven mujer escuchaba en la cama hasta que le llegaba el sueño.

"La esposa debe ser: Cariñosa, humilde, obediente, cuidadosa y…….y Rosalba se dormía entonces con los ojos abiertos.

Otra noche el " signor" le leyó un "exempla", genero muy de moda por entonces sobre el amor, las virtudes, los vicios. El señor Pino la trataba de "hermana" todo el tiempo y evitó mencionar de su fuente la cuestión del inconveniente de la relación con viejos, (son estos proclives a la lujuria, decía).

El 3 de febrero se celebró en Venecia con asistencia del patriarca  la fiesta de la "huida del genovés". Se sabe que el significado de Venecia es "Venium etiam"   ("siguen viniendo"). El jolgorio en este caso se relacionaba por la contraria "siguen huyendo". El genovés venía a comprar en aquella oportunidad tejidos ingleses, disfrazado de nativo de Creta. Fue descubierto cuando quiso articular en el dialecto véneto que suena a " ulu trulu sulu"y todos escucharon tal cosa pronunciada por un nativo del "país del mar sin peces y las montañas sin bosques."

Nadó sin parar atravesando lo que hoy es el rialto empujado por golpes de remo y disparos de mortadella  .

El señor Pino accedió a seguir la procesión a insistencia de Rosalba.

Para la noche siguiente tenía preparada la lectura de un capítulo de consejos culinarios de su autoría.

El 10 de febrero se celebró el aniversario de la derrota de los conjurados de 1301 todos considerados reos filo genoveses.

El 20 de febrero se brindó en las calles con gran pompa por la fortaleza del ducado veneciano, única divisa de transferencia para comerciar hasta en los confines de Rusia.

Pino compone para su esposa un manual de horticultura y permite a Rosalba teñirse el cabello de rojo como casi todas las jóvenes venecianas.

  El 2 de marzo observa como en San Pedro o donde sea los jovencitos que se trepan por las escaleras saludan con grandes reverencias a Rosalba  y piensa que cualquiera de esos juerguistas seguro es propietario de una galera que circula por la costa levantina.

El 8 de marzo compra dos esclavos tártaros para cuidar a su esposa  y el 10 de marzo descubre a uno de ellos estancado en un caño de desagüe, cuando ingresaba al aposento de la niña casada durante la hora tersa.

Se promete que si todo sigue así se mudará a Génova donde reciben con agrado a los rebeldes venecianos o por cualquier otro motivo de incomodidad.

 

  Después de mucho meditarlo, el 15 de marzo decide más bien escribir un capítulo para su manual de comportamiento en el que se preocupa por lo esencial y es que su mujer lo haga quedar bien ante su segundo marido.

El 11 de diciembre el hogar recibe un vástago que por sus labios y línea de los párpados evidencia una descendencia tártara.

No es un desmérito para Venecia. Cualquiera sabe que Kinsay es la más grande e importante comercialmente de todas las ciudades del mundo.

De marzo a diciembre hubo motivos varios de festejo, hasta por una violenta epidemia equina que se declaró en Génova justo la casa de los enemigos que prometieron entrar en tropel y apearse en la misma Plaza en busca del dogo. Y también ocurrió que Rosalba en el dulce estado y siguiendo los consejos sabios de su esposo, construyó un rosedal que para el marzo próximo cosecharía unos ejemplares rojos que no desentonan con los borceguíes del mismo color que usa el Dux, a la usanza de los antiguos emperadores romanos.

 

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Memorias

Es un mecanismo perfecto que mueve la máquina con un ruido sordo, casi imperceptible; que deglute, asimila y elimina desperdicios de madrugada. Con la salida del sol, vuelta a empezar y a producir este fantástico poder que no debate con nadie el rumbo que toma, pero que nos lleva de la mano y nos enseña todo el tiempo que somos todos y uno por uno los que pusimos cada parte que conforma el mecanismo.
 

Tuve una infancia dura. En este territorio y en cuatrocientos años se alternaron visiones que solo necesitaron un cristal y un poco de paja seca para arder. Mi padre subió al patíbulo cuando yo tenía diez años y casi muero de vergüenza cuando lo vi llorar y suplicar piedad mientras sus compañeros se desgarraban la camisa, rechazaban la venda y maldecían a los verdugos y al público. La turba  reía  a carcajadas de su flaqueza.

Con los estampidos que me sonaron a cascada de agua para apagar la algazara de la chusma se terminaron para mí cinco años de espera de ese final imprevisto; no por la desición de los jueces, que no salvaron a nadie mas que a un bufón, digo imprevisto porque fui testigo en mas de cien ocasiones de la resignación o la bronca de los reos pero en ninguna  alguien lloró de la manera que lo hizo el autor de mis días.

Durante uno de aquellos reflujos de hastío democrático, o de república exhausta de debilidad, fui llamado a convertirme en funcionario; con 30 años cumplidos,  el baldón de la cobardía de mi padre olvidada, y prestigiado mi apellido con prosapia opositora.

No dudé en aceptar el cargo y sin una pizca de espíritu vengativo me sumé al movimiento que se presagiaba destinado a terminar con la mala hierba del fracaso nacional.

 Durante años serví a la causa y aislados del mundo no tuvimos noticias de los grandes cambios. El teléfono y la radio galena  aparecidos en los negocios por un convenio comercial en algún momento dentro de los 14 años del régimen- junto con la máquina de escribir; el modesto mobiliario de mi despacho de la secretaría de asuntos de jurisdicción interna.

 

Firmé las órdenes de fusilamiento cuando correspondía, después de meditarlo bien,… y creer o reventar: Jamás un sentenciado tuvo el comportamiento de  mi finado padre.

El neurólogo del penal donde cumplo perpetua, solo para mortificarme me dijo una vez: "Eusebio…es que nunca viste llorar "cobardemente" a tu padre frente al pelotón, el que lloraba de impotencia entre la multitud de la plaza pública  eras vos mismo…

 

-¿Y Pedro, que tal mi intento de escribir las memorias del período?

 

 ¿Tengo alguna posibilidad de armar algo legible de por lo menos doscientas páginas?

 

-Tiempo para que lo intentes hay...

 

-¿Y sobre lo que acabo de escribir, que?

 

-Muy amañado, un poco duro, hay que soltar mas la mano para empezar…y aquello de "autor de mis días"…espantoso…pero… bien…bien…

 

domingo, 23 de noviembre de 2008

El Circuito Turístico

La empresa me mandó  aquel fin de semana  a analizar las posibilidades económicas de un sitio turístico descartado de todas las guías importantes.

 Las tres marías brillaban con  destellos dorados esa noche y ceñían el contorno de Orión. El más allá de Orión era borroso.

 Llevé a Silvia conmigo, la única  que podía sin pena apartarse de los encuentros sociales en Andrómeda Island, desde hacía dos años circuito obligado de acaudalados comerciantes y famosos de todo el sistema.

 

 Conocía bien el lugar al que me dirigía. Treinta y cinco años atrás  me entretenía con el espectáculo de los rayos C que atravesaban mi manzana dorada.

 En la oscuridad, miles de niños como yo éramos solo un chupete chorreante de miel que atravesaba la faringe.  Con el tubo digestivo centelleante, mi madre me alzaba y besaba. "Chiquito de mi corazón" me decía,  y yo adivinaba la mano callosa de su acompañante recorriéndole la espalda.

 Mas tarde  ella se acomodaba  los breteles y él  le pasaba las manos por las nalgas terminando en un chirlo cariñoso. Mi manzana dorada ya era una pomada chirle y negra entre mis dedos y alrededor de la boca. Ella, con vergüenza  me higienizaba con una servilleta. Sentía su transpiración en mi nariz y la respiración agitada del hombre que se alejaba.

 Viajando  desde Orión en silencio, con sus ojos almendra cerrados simulaba dormir  como esperando mi  reproche; una estación antes del final, aparecía papá en nuestro reservado y yo corría a su encuentro abrazándolo muy fuerte.

 El transportador nos depositaba en un océano de gente, y casi en el aire,colgado de sus manos,ingresábamos al circuito donde desde un palco familiar veríamos la famosa escena de combate con naves en llamas.
 Recuerdo la gran emoción por las naves chocando y provocando ese fenómeno extraño del fuego estelar, con esa incandescencia y estruendo. Los pases nos permitían hacernos de partes afectadas en la representación , con ese olor tan característico que de vuelta me demoraba en olfatear.

  Mi padre la besaba y ella reía; no sabía de qué hablaban porque extendían un reboso para sus siluetas entrelazadas. Entonces el servicio a bordo se ponía obsesivo en mi atención y desplegaba juegos, alimentos, compañías amigables. Si no tenía sueño me embarcaba en una aventura de cierta dificultad, y luego  mientras los adivinaba a ellos  me dormía.

Cinco horas después en las mismas Puertas de Tannhauser, el nos despedía y se alejaba a su trabajo más allá de las puertas, donde nunca lo acompañamos. Su mano saludando y su sonrisa es lo único que recuerdo de esa lejanía.

Volvíamos entonces apurando el regreso con canciones, y siempre la tierra opaca me sorprendía reflejado en el cristal sobre el hombro de mi madre.

Viajamos con Silvia y fue lo que recordé.

 

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Carne De Cañon

  Aquí los hombres nacemos en la guerra y morimos en la guerra.

 Los animales con alas, -si tienen buen sustento porque la guerra es abierta- pueden huir siempre y cuando eviten los cientos de puestos de artillería que apuntan a todo lo que se mueve.
Hace años que  no corre una gacela y en la laguna los reptiles no incuban. Todo es sangre…

 Y semen desparramado…

 Los encuentros no son secretos, son violentos porque son venganzas. La hermana del irregular abusada; el hermano del soldado con un año ya de servicio en la marisma, empalado por un otro grupo y colgado de los testículos. Y las viejas,( siempre las viejas se resisten), sean la madre de uno o de otro. Entonces son ferozmente golpeadas y fotografiadas para escarmiento.

 Si hasta las canciones hablan de lo único en que nos hemos convertido:
"Carne de cañón, carne de cañón,
 que lindo es ser carne de cañón
pero humedecerte el culo antes de morir,
y yo no lo sentiré y como todos mis parientes están muertos,
te tragarás la venganza con la hiel de la víbora".

Hasta los niños se entretienen, cuando las madres que están vivas y no han abortado en el pajonal, los mecen con este arrullo.

Pero es el caso que estoy metido en un gran lío.
Un compañero me alertó que no me montara a esa mujer; que algunos ya lo sabían y mi situación no podía ser peor. Eso aquí no se perdona, con los del propio bando no se debe uno meter. Pero estoy enamorado y caliente como es de entender.
Y jamás debí bajar al pueblo desde mi puesto simulando  una escaramuza con el enemigo.

 

 Creía contar con el tiempo a favor: Puedo perderme hasta 3 días revolcado entre las sábanas y volver como si nada al grupo. Dos días es lo que demoró mi jefe en aparecerse de madrugada. Es que, ausente yo de la compañía empezó a correr un armisticio que duraría quien sabe cuanto.  Fui el único que no se enteró,( mi coartada fallida y enterrada).


Mientras la mujer implora piedad en el suelo de la casucha, el jefe me destroza las piernas con un garrote, pronto me subirán a la vista de todos a lo más alto de un árbol quemado, y al fin me encontraré, ahora sí cara a cara, con la muerte que siempre anduve  esperando.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Salchichón

Salchichón…va a haber salchichón…la sorpresa de la noche.

 No puedo dejar de pensar en el salchichón

 ¡Y papas!...

 
El remiendo.Maldito remiendo que me apresa los huevos.

Huevos…que no daría por comer un huevo…

¡Una noche sin  hinojo y achicoria!

Que duro es sentir el ruido de la panza…Pero peor es la diarrea.

 

Salchichón…

Dos fetas, solo dos fetas…con dos fetas voy a ser el novio más feliz del mundo…

¿Pero quién lo hizo?

 ¿Y como lo consiguió mi hermano?

¡Una bocha de cinco kilos para veinticinco personas! ¡Todos tendrán fuerzas para bailar esta noche!

¿Y con que habrán hecho el salchichón? ¡Que me importa, que pregunta estúpida!

 

 Es lo que pensaba Damián en uno de los días más importantes de su vida.

 

Estela pensaría otro tanto, que se yó.Las mujeres también comen.

 

¿Y el hermano que consiguió el salchichón?

Algún bocado se ha mandado al buche. Se lo ve atento. Disfrutando del efecto lumínico de las velas en el recinto.

¡Las velas! Las hizo la madrina misma con cera de depilar y un tarro viejo de aceite quemado de un tanque que encontró debajo del puente. Que si no, ¡once pesos hubiera salido! Un lujo las velas…

Y pensar que hace tres años creían haber llegado a la pobreza extrema arrastrados por la gran guerra hemisférica.

 

El hermano consiguió el salchichón  y ese es un gesto que Damián nunca olvidará.

 

¡Se arriesgó por mí! ¡Se arriesgó por mí! Se repite Damián mientras al hermano la luz de las velas crepitantes le hace un efecto rojizo en las manos.   

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Un Destino

Descubrí a Daniel en el jardín del fondo. Estaba agachado muy entretenido y cuando llegué a su lado se dirigió a mí como si viniéramos de una larga plática.

"Esta florcita violeta no sé que tiene para encantar a las abejas, ni perfume tiene".

 

Ni quise mencionar que la puerta de calle estaba abierta, una invitación para los amigos de lo ajeno; me contestaría que dejó salir al perro y…como tarda en volver.

En cambio le reproché que todavía no estuviera listo y que si no se apuraba llegaríamos tarde.

Enderezó el cuerpo, se alisó la camisa suelta, se acomodó con la mano el pelo, se lavó las manos con la manguera del patio; agachándose pasó debajo de una sábana colgada y entonces se llevó por delante el tendedero, cayó de boca sobre una pileta.

Cuando quise sostenerlo la sangre le corría a borbotones por la camisa y solo atiné a dejar que caiga blandamente sobre la veredita de ladrillos que bordea la casa.

Para peor el perro ladraba y golpeaba con sus manos la puerta de calle que yo había cerrado.

Atolondrado, atravesé la casa de punta a punta,  introduje  al perro y lo seguí de vuelta al trote. Lloraba y le lamía la cara, Daniel se había muerto.

 

Llamé a Claudia que se encargó de todo. Intervino un juez cuando se caratuló muerte dudosa. La autopsia determinó paro cardíaco no traumático y aún así el caso no está cerrado, como para que Daniel ni aún en la muerte me deje de traer problemas.

 

La nuestra fue una relación de algunos años y no voy aquí a contarla con lujo de detalles, es como remontar una cuesta que he transitado demasiadas veces, si menciono al oficial escribiente, a mi abogado, al secretario del juzgado y a las preguntas inquisidoras de la fiscalía.

Mi objeto no es otro que la oportunidad que tengo de recordar  a este incómodo Daniel, viviendo entre tanta gente preocupada por considerar y escudriñar rasgos de humanidad aquí y allá, como si fueran a escribir la historia definitiva sobre buenos y malos.  Me permito, si cabe, una mención al pasar, quizá hasta como uno o dos versos que no me abandonan sino con un susto o tres tragos de agua.

 Claudia me alcanzó hace poco los  apuntes de Daniel. Esta vez parecía dispuesto a hacer honor a mi piadosa mediación con el mundo.

 

Retirado de toda actividad; emigrados a la casa de los padres de ella la mujer y sus dos hijos por no darles sustento, y con la soberbia intacta, más de una vez en ese período me negó hasta el saludo por la imperdonable voluntad, inconsulta, de conseguirle una laburo de ocho horas con un sueldo básico.

Apretado al fin por la necesidad extrema aceptó probar durante un mes;  mantuve el ofrecimiento en el plano de la sugerencia, sin mencionarle la cuestión económica, aunque parecía darse cuenta que la paga le permitiría saldar algunas cuentas.

Su esfuerzo por complacerme le había distraído de su precioso tiempo en idas y vueltas con la recopilación de textos.

 Leeré algunas partes:

"Lo que el hombre de la sociedad de masas llama realidad es una trama de fantasías, y esto explica la extraña afirmación con que de cuando en cuando justifica sus variados, aunque parciales suicidios: "Hay que mantenerse en contacto con la realidad"…

 

"El poder de narrar y transmitir los sucesos fue una tentación que indujo a crear imágenes probables o a preparar anuncios de lo que se esperaba que ocurriera.

Como suele suceder los hombres acabaron por confundir su poder con sus necesidades.

Lectores y espectadores pronto preferirían la vivacidad del estilo informativo, el candor de la fotografía, a la realidad del suceso transmitido…"

"Pocos saben que el hombre vale por lo que no hace, por las cosas superfluas de que sabe prescindir, por los sucesos de los cuales aparta su mirada, por las necesidades que sabe suprimir…

Con el hombre de sociedad de masas ocurre lo contrario: por obra de de la acumulación absurda y distraída de noticias y representaciones-que al fin resultan inútiles porque no están alegorizadas-pierde toda posibilidad de encontrar un límite, un destino…"

          

domingo, 9 de noviembre de 2008

De Las Relaciones Difíciles Extraplanetarias

 Un Rayo De Otro Mundo
 

 Corrió  esquivando los palazos de las bandas de cazadores.

 En la esquina lo arrinconaron contra una fachada. Enseguida una camioneta frenó en el cordón de la vereda y bajaron dos tipos de overol.

 Mientras los perseguidores lo molían a golpes, uno de los de overol  le sujetaba la cabeza con el taco del zapato y  le rociaba algo inflamable azul con olor a bencina.

De adentro de la camioneta, en la penumbra, refulgió un encendedor plateado; el vehiculo aceleró, subió a la vereda, se entreabrió la puerta del desconocido y después de unos segundos inmóvil, las llamas se elevaron hasta la copa de los árboles.  

 

 Lo conocí durante un viaje a  Urano y quiso pasar con nosotros una temporada.

Su pequeño cuerpo disfrutaba despatarrarse en el canasto de la ropa, o como mascarón de proa, en las noches de lluvia, ponerle el rostro a las ráfagas de agua.

No sé que fue; seguro  que un rayo y no un ataque de otro mundo, el que quemó un depósito de las adyacencias. El, y su maldita costumbre de vagar interminablemente mientras en casa nos ocupábamos de nuestras tareas.

 

 

Mi Alma En Pena

 

Me hiere recordarlo. Pasa que algunas historias dejan huellas tan intensas que cualquier estímulo fuerza el reflejo. Y yo me llevo entonces las manos a la cara. Me pasó el viernes pasado viendo una miniserie de época. La peluca blanca del duque entre los rizos de ella, una joven que había aprendido rápido las maneras del fuego de la pasión.

Ya es domingo y, en la vigilia, me viene como un atisbo de sus piernas en jarra, y en sueños la succión sonora de su boca de clarinete, su llanto trastornado de impotencia.

Llegaré al lunes desvelado, y no por la consabida bolsa de Tokio que nos deja a todos oscilando en la orilla del caos, sino como otros  cientos habitantes de  este planeta que nos enamoramos de extraterrestres y, por la brutal, innecesaria medida tomada por las autoridades de impedir las uniones -obligándonos a la clandestinidad- y hacer  cumplir el edicto- hasta hace un año en suspenso-  de expulsión de individuos ajenos a nuestro mundo. Antes de estallar de ira, sin parar de dar vueltas en la cama vacía, me digo que las almas en pena deberíamos hacer algo, buscarnos, compadecernos  y hacer algo.       

 

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Reencuentro Con Beba.

Fueron dos años de fugitivo por el desierto.

La amiga española que me advirtió sobre las arrugas me hizo un favor. El sol ni me molestó a pesar de los días agobiantes y las noches de frío extremo. Descansando entre las arroyadas durante las largas peregrinaciones por ruinas de pueblos abandonados hace miles de años, sacaba de mis alforjas las maravillosas cremas antiage  con criogenos estructurantes y gel de limpieza. Podría decir que gracias a esta amiga española mi piel mejoró; la siento elástica, bien hidratada, y la buena costumbre adquirida, de vuelta en estas latitudes no la perdí. Sin una sola arruga y sin surcos notables en el contorno de labios y ojos. El doctor L. , esa eminencia, amigo de toda la vida, quedó asombrado cuando nos encontramos en el café strómboli y nos dimos un abrazo. Le parecía increíble que alguien pudiera mejorar la apariencia aún soportando los rigores del clima del desierto y sin menoscabo de la sabiduría que refleja mi mirada.

 Me nombró a Beba sin poder disimular una mueca de desprecio. Le contesté que yo ya no juzgaba. Que mi pasado podía verlo como un escenario dividido en sectores frente a mí. El episodio con Beba está allá. Y le señalé el fondo de la calle que se perdía en una cortada.

¿Y que hay de tu futuro? Me preguntó. Le respondí  que no puedo verlo y señalé a mis espaldas a la calle Independencia de la que solo escuchaba el ruido ensordecedor de los motores.

Beba no tardó en aparecer por la pieza de alquiler cuando se enteró de mi vuelta.

Imperturbable solo en apariencia, (por si las moscas al lado de la silla apoyé un palo de escoba para defenderme)  la recibí en sandalias de cuero de cabra como se me había echo costumbre junto con el té de menta azucarado con terrones blancos como la nieve que compré en el free-shop, habiéndoseme hecho el hábito un vicio.

Elegante y bella, el corazón me dio un respingo; ¡Dos años!

Caminó en círculos alrededor de la mesita del televisor portátil; meneó la cabeza y yo me puse en guardia cuando sus dedos largos se detuvieron en el florerito de vidrio sólido con un peso capaz de abollar un hueso frontal. Y de pronto cruzó los brazos y con una sonrisa me descerrajó: "¿Para qué volviste? ¿Para vivir como un pordiosero, exiliado del mundo hasta la muerte, pero cerca de tu mamá?"

 Yo sabía que con Beba, lo mejor en tal situación es permanecer imperturbable o asentir silenciosamente. Eran las 3 de la tarde y me esperaban 15 minutos en los que ella destilaría toda su bronca.

 Mi objetivo era conseguir que no comenzara a romper todo y que mantuviera el volumen de voz bajo para no revolucionar el hotel y terminar de patitas en la calle por ruidos molestos.

En el pasillo presentía el desfile de mis vecinos ganados por la curiosidad, los más atrevidos pegarían  su sombra al biselado de la puerta.

 La encargada en un alarde de viscosidad desfachatada, me dijo que la dejara entreabierta para evitar los comentarios.

Me conformé con responder para mis adentros al monólogo de Beba. Cuando me dijo "Es imperdonable haberme dejado sola con tantos pedidos de quiebra", pensé "El que perdió todo fui yo, único garante de tus caros caprichos".

 En lugar de eso contesté: "El abogado me avisó que podía ir preso".

 "Y yo qué", repuso enfurecida.

 Yo pensé: "Se aseguraron bien, vos y tus amigos financistas de quedar bien resguardados, si hasta a la casa la compró un testaferro de uno de tus amigos cuando fue a remate."

  En lugar de eso dije: "El abogado me aseguró que nada malo podía pasarte".

Cuando le serví el té verde esmeralda en el vaso, miró con asco el recipiente y me preguntó dos veces si lo había lavado previamente. Pareció gustarle. Yo deseaba que se fuera, rabia me daba experimentar  por ella sentimientos tan encontrados y con un regusto tal a pasión que no puede apagarse.

Se tiró en la cama de una plaza y comenzó a jugar con el cabello. En 5 minutos ya estábamos en la calle y estaba seguro que no quería por nada del mundo separarme de ella ni a la mañana del día siguiente ni ninguna otra.

Fuimos a un hotel para parejas que quedaba a algunas  cuadras.

Me criticó el look de muchacho de Rally, pero cuando me pasó el dorso de la mano por el rostro no pudo disimular la envidia que le daba mi piel de una tersura arrobadora.

Reaccionó con furia contenida mordiéndome la oreja y mascullando: "El señorito disfrutando de las mil y una noches y yo aquí sufriendo sus trapisondas".

Simulando pasión desatada me vengué mordiéndole el muslo hasta hacerla gritar:

"¡Que hacés estúpido!", protestó.

Los días pasaron y me fui enterando de su vida plena en conflictos, que a cualquier ser humano  llevaría a la tumba en semanas por stress.
 En nuestras conversaciones no cabían las tardes de canícula en las ciudadelas bíblicas o las noches de luna en los oasis.

Me hizo que me mudara a su departamento y al poco tiempo aparecieron por allí sus amigos de la triste experiencia anterior en "Almendras & Dátiles Delikatessen", el restaurant quebrado.

 Llenos de proyectos, dijeron querer "darme una mano" y aunque yo les dijera que ya no poseía bienes y mi madre gracias a Dios que se quedó a vivir con la tía, estos maestros de magia llenos de trucos me pusieron de nuevo en carrera. La noche del 9 de julio, mientras nevaba en Buenos Aires y todo el mundo menos nosotros se asombraba con  la novedad, Beba me traía los papeles para firmar el contrato con una compañía de gas licuado y gas comprimido y otra expendedora de nitrógeno.

 

La empresa se llamará Confetiamilsiglo22, y como de costumbre Beba no se conforma con el modesto papelito picado, sino que se ofrece para las fiestas como contenido de tubos lanzadores y cartuchos propulsados con los gases mencionados.

Su intención es manejar el mercado sudamericano de la serpentina con el valor agregado de envases sofisticados.

Voy a necesitar toda la sabiduría que pude conseguir en estos dos años y no abandonar las cremas que me suavizarán el ceño en los días venideros, sobre todo porque desconfío de la idoneidad y probidad de mis socios empezando por Beba.

Sabe que me derrito cuando me dice Puppy. En una siesta de amor tórrido y con ánimo de hablar francamente le pregunté: ¿Cual va a ser el perfil del personal contratado?

Besándome la nariz me contestó lo que no admite mas preguntas: "Despreocupate, Puppy…"

domingo, 2 de noviembre de 2008

Pequeña Melodía Caprichosa

Tanto le rogué que al final el diablo me dio servida la punta del ovillo.

-¿Qué sos?, me preguntó este demonio que no me preocupo en identificar porque nunca me interesó la demonología.

-¿Qué tenés?, siguió.

-¿Cómo te representás?

Creí haber respondido todas las preguntas, porque sí, porque yo quería responderlas.

Y no me sorprendió que el diablo no se molestara en quedarse para escuchar mis respuestas.

Entonces comencé a buscar y encontré. Dados, turismo…

Antes de seguir, adviertan la complejidad de buscar el rastro de un hombre.

¿Qué come una rata, que come un determinado pájaro?

¿Dónde duermen? Es fácil, se aprende y se disfruta rápido de lo previsible.

Estaba buscando: Dados, mesas de póker, pesca, turismo, karate, música.

El tiempo de la canalla de mirada torva de la serie negra había quedado atrás. El hombre moderno hace muecas que lo uniforman y dificultan la investigación.

Así que el método no me llevaba ni a barrios pesados ni a garitos clandestinos, ni tampoco a cárceles y demás ambientes marginales. En otro tiempo lo hice empeñado en un rescate heroico sin otro resultado que el engaño por la estafa y la molesta persecución de los más  ambiciosos.

Ninguna actividad humana, hasta las recreativas más inverosímiles como el water-polo y la carrera de pulgas me fueron ajenas en mi búsqueda.

Las páginas de publicidad, los sermones, todo pasó por mi cuidadosa atención hasta el extremo de un confuso diletantismo que por momentos me producía nausea.

Comprendí que era preciso llegar al mismo  vórtice.

Un día, en el laberinto en que naufragaba mi alma, experimenté  una calma desconocida. Una fatiga de las que imagino de un agricultor, me tiraba a la cama para un descanso profundo, sin sueños.

  Salí a la calle por la  mañana, estaba templado. Busqué un lugar donde comer algo, y al doblar la esquina me estremecí. Un hombre caminaba rápido, tarareaba una música atonal. Una serie de notas como un recorte de millones de melodías arbitrariamente reunidas. Lo seguí. El diablo me señaló con el aleteo de una avispa  que era  él el hombre. Desde el abdomen me subió una melodía en contrapunto que junto a la suya resonaba como el intento de una exasperante adaptación.

Y se detuvo y siempre de espaldas, hizo un gesto con la cabeza de conformidad.

Se dio vuelta y me dijo que se encontraban dos melómanos con gustos bastante afines.

Mi vida anterior de aficionado y el camino  de búsqueda me daban tela para cortar.

Se fascinó con mi conocimiento de la obra completa de los olvidados compositores del siglo veinte y hasta de las experiencias sinfónicas con herramientas electrónicas que abortaron definitivamente con el avance del siglo veintiuno.

Me invitó a su grupo de reunión bastante tiempo después del primer encuentro. La paciencia fue el signo de aquellos días que  me demostró un buen temperamento.
 

Con el tiempo, los sucesos insípidos de la vida cotidiana se transformaron en hilo de oro, tamizados por el talento asistido amorosamente por mi inteligencia en desarrollo.

Me hice imprescindible y me buscó en cuanto un pensamiento suyo buscaba expandirse en el territorio musical que parecía ser su vida misma.

Había llegado el momento que tantas veces me había burlado con el fracaso en mi empeño, lo enfrenté con el nerviosismo del músico que reconoce haber dado con el modo justo.

La actividad del hombre, la caldera primigenia que imprime la marca de sus pasos.

Se mostró evasivo y no desesperé. Una tarde descubrí su afán coleccionista oculto que apestó con sus miasmas este final de siglo veintiuno.

Lo atrapé al extremo que debía hacer el máximo renunciamiento por mí.

El la tenía secuestrada a mí Mariana y lo decidí a devolvérmela para compartirla en más en las reuniones habituales y solo en ellas.

Cuando expresó dudas sobre la justicia del arreglo, le enrostré los años de dolor por la pérdida de mi amor. Y aceptó.- Debí darme cuenta  entonces.-

Acordamos la entrega, me llevó en su auto y me explicó en el trayecto la forma en que se desarrollaría la operación. Intenté resistirme a sus caprichos de hombre poderoso y me invitó a bajar.
 Acepté sus condiciones. Mi Mariana subiría en un alto del camino, se acomodaría en el asiento trasero y yo no debía ni hablarle ni verla hasta que el auto partiera  y desapareciera en un recodo del camino.

Oí la puerta del auto, subió alguien y creí que mi corazón no lo resistiría. Escuche un susurro y el hombre se ladeó para decirle algo al oído a... ¿Mariana?

Habremos andado mil metros y me hizo apear y avanzar. Escuché que otra puerta más se habría y alguien caminaba a un trecho detrás de mí.

Cuando el auto pasó a mi lado me gritó que recordara que no debía darme vuelta hasta que el automóvil desapareciera de la vista.

 
No cumplí. ¿Fui deshonesto? Me di vuelta apenas terminó de advertirme y... Mariana ya no estaba.

Nunca más encontré al hombre ni al grupo de reunión, todo fue una puesta en escena o yo no cumplí mi palabra.

Tiempo atrás escuche en un antiguo disco de pasta la melodía que venía tarareando el desconocido en ocasión del primer encuentro.

Se llama "Pequeña melodía caprichosa de Leteo para olvidar los mitos".

"Mágica obsesión" es la obra completa que algún productor mercachifle rebautizó por entonces para difundirla.

 
Esta carta que escribo la he dejado así, abundante en repeticiones, errores sintácticos, absurdas tergiversaciones y comparaciones, hasta que recomience la búsqueda, impostergable.