miércoles, 30 de julio de 2008

Sin Tierra A La Vista

 Una vez  me  crucé con Van Gogh…

¿Cómo estaba este señor?... Se lo veía preocupado... ¿Horrorizado?...

 

Viajamos en el mismo vagón para embarcar mas tarde hasta Inglaterra. Desde mi asiento pude registrar pocos movimientos; los que hizo para bajar un bolso de la canastilla y algunas veces  que se incorporó para rebuscar un sombrero que lo tuvo bastante tiempo mirando la ventanilla, como si temiera que se le hubiese volado.

 También se demoró con un espejito; dudando  de su fidelidad confirmaba en el brillo de los platinados de las tulipas la presencia de "algo" en su nariz, colorada como la de los campesinos por el sol y el frío.

 Además recuerdo que apoyó su mano como tomando un bastón del resguardo del butacón delantero y cerró las cortinillas para dormirse por tres o cuatro horas.

 

Comió en un tablado donde estaba estacionada la zorra  de un comerciante, un chorizo blanco empanado y bebió una cerveza. Se quedó mirando el envase gris perla.

 Le hice señas de "salud" cuando me pareció que nuestras miradas se encontraron pero el no me respondió. Y por esta escena que recuerdo vivamente es que estoy seguro que  es el mismo hombre del cuadro "Van Gogh" que hizo Toulouse Lautrec; hasta la misma corbata con guardas y el saco marrón.

 

Unos metros detrás de él hice la fila para comprar el billete para Inglaterra y cuando la gente se amontonó por la demora me acerqué para preguntarle si era de Amberes.

Me respondió que estuvo en la ciudad pero que no era de allí.

Entonces, me pidió que le guardara el espacio pues debía ir con urgencia tras del malecón porque se orinaba. Volvió repuesto y nos pusimos a hablar de Londres y los valores de las mercaderías. Parecía interesado en todo y asentía  con la cabeza.

 

Nos embarcamos. Ya instalados en cubierta ocurrió algo que le obligó a decir : "Creo que algo está mal". Dándome la espalda y revolviendo entre sus pertenencias imaginé que algo penoso comenzaba a mortificarlo. Me sentí responsable de su atención y lo llevé hasta la tienda de bebidas. Lo invité con un pernod y para tirarle la lengua empecé con un discurso sobre las miserias del mundo que resultó largo al no recibir respuesta. Cansado, concluí.

 Repitió entonces "creo que algo está mal" y siguió como para explicarse la tragedia a si mismo: "Desempacando unas cerezas que me preparó mi hermana, acaba de salir volando una abeja que paseaba en su jardín en el día de ayer. Se imagina señor, la abeja está volando sobre el mar, pronto se cansará y ¡tan lejos de casa!

 Por quedar atrapada en el cuenco morir lejos de casa…

Se quedó esperando mi respuesta.

 Yo apuré el trago  y le pedí que me excuse...Que debía cumplir con un trámite…

domingo, 27 de julio de 2008

La Estación Gris

 Por entonces mi padre decidió que las 25 hectáreas de ciruelos y durazneros fueran arrasados. La decisión, creyó mi madre, se debía a la ciática que lo tenía a mal traer con tantas primaveras cortas y lluviosas que se sucedieron y los inviernos prolongados hasta una semanita cálida que se daba allá por marzo.

El mundo de clima ecuménico nos deparaba a  los habitantes de este hemisferio un calendario de fiestas principales acorde con lo que supone una correspondencia simbólica con las estaciones.

 Con fervor- al principio- las navidades se festejaron en aparente relación con la estación invernal. En los shopping, boliches y barrios privados la noche de brujas fue coherente con las frías veladas del norte; el día de los muertos del que ya   solo se acordaban las viudas solitarias deparaba un sol pálido. Y hasta algunos gastrónomos culturosos faenaron cerdos el día de San Martín, estimulados por emular con la estación a favor, a los parientes españoles e italianos.

Mi padre estaba con una depresión de esas, de cuidado.

Febril, se lo pasaba hablando solo. Mascullaba: "No aguanto ese perfume y ese paisaje de flores para entierro".

Mi madre comedida le respondía: "Se podrían aprovechar para coronas y ramos, es verdad que sin frutas en puerta las flores se descomponen y…"

Y mi padre que la interrumpía: "Y toman ese olor a  floreros del cementerio que visitan las abejas, esos bichos asquerosos a los que les da igual el néctar o el fango."

Estaba muy mal mi padre y yo con 8 años  bajaba la vista y andaba en silencio.

Jugando bajo el ventanal de la galería lo seguía escuchando:

"Si no hay fruto no hay hueso, no hay generación.Esto es el infierno y al infierno helado lo voy a incendiar. En este infierno todo florece y se corrompe".

Algunos meses después decidió que día se habría de morir y exigió no ser enterrado sino yacer en un nicho quedando su cuerpo de pasa seca –así decía-para ser plantado algún día.

Como me tenía prohibido usar fuego, me alcanzó una pava con agua hirviendo para despachar a dos durazneros que se habían colado brotando en  el jardín. Las higueras se salvaron porque sus frutos en realidad son flores, (los únicos árboles con señorío en ese paraíso decadente.)

Y mi padre encendió el combustible que desparramó por la finca y estaba tan encerrado en sí mismo que el anillo de humo lo asfixió y los bomberos lo sacaron sin vida de esa extensión de cenizas  sin surcos ni calles.

 Una región gris que heredé de mi padre.

 Si alguna vez vuelven las estaciones, voy a pintar con blancos, rosados, amarillos, y bermellón como horizonte.

 

miércoles, 23 de julio de 2008

La Calle De La Eternidad

"Hay una calle que fácilmente se nombraría como de la eternidad. Por esa calle suelen corretear  millones de perros andariegos.

 Una parejita de loros se posa en este instante en un viejo nogal que lo plantó dentro de varios años un hijo de Jorgito que se entretiene jugando en el hall que todavía no se decide a construir  María, la hija de Jorgito que prefiere morirse hoy, sabiendo que ella y su marido Ignacio morirán por una estufa de deficiente combustión en una casa alquilada en unas vacaciones en la playa mientras todavía son novios. María sufre…"

 

Esta y otras reflexiones acompañan el paso decidido de Damián, el "acompañante terapéutico" en uno de sus paseos semanales al café y al cine con Héctor, el ex paciente de Inés , la ex psiquiatra de este chico de 34 años aquejado por entonces de "Eclipse",o sea , (según Damián) escisión entre el discurso conciente e inconciente.

Llegan al Bar y, como siempre Héctor, se dirige directamente hacia la escalera que lleva al baño.

 Damián aprovecha para ojear el diario.

 

Esta acción que parece rutinaria, hace doce años ,cuando el "acompañante terapéutico" empezaba a cimentar su prestigio, tenía sus bemoles.

Una tarde de 1995, los dos hombres del relato entraron a este antiguo café "La estrella de Compostela" y cuando Héctor apuró el paso hasta ganar la escalera que lleva al baño se encontró con que Damián estaba ahí, dispuesto a no perderle pisada, temeroso y alertado debidamente sobre la necesidad de evitar que el chico cometiera algún acto desgraciado.

Aquella vez y siendo este su primer paciente la cosa no pudo ser mas desagradable.

Héctor se investigó minuciosamente en el espejo los cornetes de la nariz y se colocó en sucesivos planos como intentando sorprenderse.

Damián, mientras lo observó largos quince minutos, llegó a la conclusión que ese trabajo no era para él, renunciaría esa misma tarde.

Y lo que vino después fue yapa. Lo sometió a un interrogatorio exhaustivo sin dirigirle la mirada, ocupado en depilarse las cejas.

 

Cuando subieron, los dos gallegos del mostrador y el mozo no les quitaron la mirada de encima. Displicente, Héctor venía peinándose la raya y nomás ocupar el sitio junto a la vidriera llamó altisonante al mozo ¡che negro!...

El mozo ni se movió, buscó una tapita en el suelo (todavía las botellas venían con tapitas de metal) y le dio justo en la mollera haciendo un efecto como de bandeja del básquet.

El muchacho,  gozaba de la simpatía de todos.

"El negro", tenía motivos para darle un crédito  a las maneras desconsideradas de Héctor: Hacia 1992 su único hijo enfermó de leucemia y el chiquito tenía feo pronóstico.  El mozo se guardaba toda la tensión de la dura experiencia familiar no comentándolo ni con los gallegos. El mayor de ellos, Manolo, se enteró del drama descolgando el teléfono de la oficinita contigua  mientras en el salón aquél, al habla con su mujer, recibía el parte médico.

Isidoro, el menor de los gallegos, mientras disimulaba con el trapo rejilla fregando la pileta le consultó: "¿Algún través, Carlos?

Carlos, el mozo, dudó un momento, pero no contestó.

Isidoro, fue corriendo a la oficinita y Manolo ahí mismo decidió que había que darle algunos días de licencia.

Mientras tanto, Héctor se había acercado al mostrador y le tiraba de la manga del saco blanco. Carlos comenzó a girar decidido a darle una cachetada. Cara a cara los dos, no atinó a nada. Vio en la mirada del loquito el mismo brillo de compasión de la maestra de primer grado aquella vez que no hizo los deberes porque tenía que ayudar a su padre a trabajar en el galpón con el cereal en su pueblo del campo tucumano.

 

Repetí conmigo, le dijo: "En tu amable corazón, es donde yo derramo el colmo de todas mis penas…de todas mis angustias…de todas mis tribulaciones de que me siento oprimido. Y sin embargo en medio de mis tribulaciones siento de ser feliz…de estar contento…porque sufro, lloro y suspiro en tu compañía…"

 

Carlos no abrió la boca pero seguro que lo repitió para sus adentros.

 

 Manolo lo llamó a la oficina y tiempo después el mozo comentaría asombrado que ni bien el loquito terminaba de rezar aquello, vio patente una figura que tomaba a su hijo en brazos y le quitaba los males. Según su suegra, por la descripción y la cofia inconfundible era San Vicente de Paula el que intercedió para la sanación.

 

Damián retoma la reflexión mientras Héctor permanece en el baño haciendo sus abluciones: "Dios ha hecho ahora lo que está por venir aún dentro de millares y millares de años y  hará hoy lo que ha pasado hace milenios".

Cuando sube del baño, Héctor se acerca al estaño de la pileta. Isidoro sin dejar el trapo rejilla le pregunta: "¿Y? ¿Como anda el amigo.?

Tranquilo, está bien llevado.

El lector debe saber que en el año 92 y después del milagro del hijo del mozo, la fama de Héctor como maestro sanador fue la buena nueva que recorrió el país y países limítrofes. Dejó de ser el mediocre objeto de la psiquiatría convencional para brillar con luz propia en demostraciones colectivas en canchas de fútbol y programas de la tele.

Su débil constitución no lo pudo resistir y la compañía terapéutica apareció como complemento necesario para el tiempo en que los espíritus auxiliares asustados por el tumulto mediático lo abandonaron al punto de no conseguir un solo milagro más, franqueando con pena y sin gloria la puerta que dá al olvido.

Fueron años provechosos en que la relación de ambos ganó en el afecto e hizo nacer con el intercambio la vocación de Héctor por el estudio de la psicología social .

Damián en cambio según el diagnóstico profesional, en un viaje a Córdoba entró en un delirio místico.

Pero ahí está el amigo ex paciente, Héctor, convertido en flamante profesional decidido a darle una mano. Damián pide un vaso de vino y se siente triste al comprobar que solo ha conseguido convertirse en un semejante.

domingo, 20 de julio de 2008

Romeo Con Y Sin Julieta

¡Oh si el público supiera de lo difícil que resulta acordar entre un grupo de gentes que se reúnen dos y hasta cuatro veces a la semana para ofrecer el producto de algunos meses de ensayos!

Como náufragos, en aquellos días pasan de un día calmo y  una noche brillante a un mar picado y a las aguas procelosas de una deriva que parece infinita.

Y luego de vuelta la calma y con el recuerdo de la aventura compartida, las amistades permanentes y los odios recalcitrantes por el honor herido o la llana envidia por el destino de un papel en el drama a estrenar.

El Romeo de la obra que llegó a representar el grupo filodramático del Centro cultural de la Asociación Latinoamericana  era despreciado por casi todo el elenco incluido el director de la obra, que no podía hallar un reemplazante adecuado.

El muchacho al que llamaremos Esteban vivía quejándose de todo el mundo.

Para los utileros, eran una  maldición constante sus reclamos por las condiciones de la espada, el vaso sucio, el líquido con veneno y hasta la calza manchada de humedad que recriminaba a la falta de cuidado de la vestuarista;agrego sus denuncias en las reuniones de grupo por cuestiones como el cuchicheo entre bambalinas que dispersa la atención de las primeras filas y hasta los robos de que era víctima.

Sucedía que siempre le faltaba algo que de forma imprudente dejaba en el camarín a la vista de todos.

Consiguió que siempre se comenzara y terminara hablando de Esteban y de sus planteos.


Pero llegó el inesperado día en que el director le comunicó que había conseguido un reemplazante, noticia que Esteban recibió con expresión demudada. El gordo Raúl  B.que cubría el papel del Fray Lorenzo se retorcía de la risa cuando contaba en el bar a algunos del elenco y técnicos como el rostro de Esteban se puso rojo de ira al enterarse por su boca que el asistente de dirección se  reunió en secreto varias veces en el último mes con el nuevo actor, para marcarle las entradas, salidas y otros movimientos en frío para no salir al toro.
En su última función, Esteban demostró un profundo desprecio por casi todos.

Utilizó hasta el mismo texto en varias oportunidades, como en la escena en que Romeo desterrado, envidia a quienes están cerca de su Julieta. "Y un gato, (señalaba hacia la asistente de dirección en un palco de la izquierda), un perro, (señalaba hacia una pata del escenario desde donde quien encarnaba a Paris esperaba su entrada) y unos ratoncillos, la cosa mas vil, (señalaba a los técnicos de la cabina de luces)pueden vivir en un paraíso contemplándola, en tanto que a Romeo no es posible".


La última frase sonó tierna y anhelante; a su vista, fuera de escena, sentada en una silla esperando su turno, cruzó un guiño con Marisa, la Julieta que todo el elenco compadecía por tener que aguantar al insoportable Romeo.

Casados desde hacía dos años, el suceso no empañaría la felicidad de estar esperando para diciembre el primer hijo.

Ella le tiró un besito antes de volver a concentrarse en el papel, (que no abandonaría por nada del mundo). 

miércoles, 16 de julio de 2008

José Dobló La Esquina

 No ha  pasado ni media hora desde que José dobló la esquina.

 Primero fue un zorzal, que cuando todavía ni pinta de amanecer, a los gritos preguntaba si alguien andaba por ahí.

 José contestó que si.

 Sordo el zorzal insistió con el llamado dos veces mas y como José empezó a manotear el aire se ve que se asustó y voló.

Después vino el silencio cerrado de las cuatro de la mañana y hasta quizá una celosía que disimuladamente volvía a arrimarse tratando de no llamar la atención.

Enseguida los perros hicieron coro cuando tropezó con la raíz de un árbol, pero duró poco porque enseguida el portón de calle se cerró tras él y enderezó sus pasos hacia la cama de la hija que "de seguro" todavía no estaba en la casa.

 

No se equivocó. Empujó unas zapatillas, se aflojó el pantalón y se dejó caer.

 

Desde el pasillo llegaba el tic tac del reloj que su mujer ponía en una olla para despertarse. Mirar el techo le resultaba más cómodo, pero inclinando apenas la cabeza podía pasear la mirada por la higuera del patio que en la penumbra mecía sus ramas al compás de una canción. La acompañaba en el movimiento un rumor de sauces que apenas se resistía al viento aunque por momentos eran

El redoblante de algún baile en pleno apogeo…

 José de traje azul y Luisa dejándose llevar...

 Una escoba y su madre barriendo el patio...

 

 Algún gato se movió en el botellerío del galpón y ya se sintió con Luisa en el mostrador, dos vasos de cerveza y los puchos quemándose en el cenicero...

 

Con las primeras luces del día vino el frío. Un frío loco y nadie para arroparlo. Se hizo un ovillo. Se envolvió la cabeza en la almohada y sintió alivio. La luz, el tic tac y el frío, amortiguados.

Hasta podía descender de la cama sin moverse y hacerse chiquitito.

Espió sin entusiasmo la mañana que ya inundaba el cuarto pero cerró los ojos cuando se dio cuenta que ese día no era para él.

 

Llegó la hija, tiró los zapatos de taco alto en un rincón; pero cuando  desde la puerta arrojó  la cartera sobre la cama descubrió a José en un charco de sangre.

Con un largo día por delante apuró el sueño desde la cama de al lado.

 

Dos gorriones en la ventana reclamaban algo. ¿Quién podía saber que?

 

José ya volaba lejos.

domingo, 13 de julio de 2008

Ese Desconocido

En  Babilonia trabajaba un hombre que conoció a un tataranieto de Adán por línea materna.

Este hombre me contó que el tataranieto de aproximadamente cuatrocientos cincuenta años de edad, en rueda de amigos describía con lujo de detalles las actividades de Adán, a quien describía como   de fuerte carácter y que  gustaba de cultivar personalmente su jardín.

El hombre con un ademán de "a mi no me vengan con eso" evitaba el episodio del contratiempo con Eva y se refería solo a lo que conocía y por el brillo en la mirada se notaba que le apasionaba de verdad: Su Adán cultivador; su colega mas allá del vértigo que los años y el verbo se encargaron de difundir entre escribas y sacerdotes y él, con el sombrero de lado bajo una ventana alguna vez escuchó.


-No había animales, no señor,- y gesticulaba negando,  cruzando y descruzando los brazos-

"Levantó una muralla de la misma altura que el largo y el ancho y en los límites cada árbol y planta formaban tal espesura que nadie se animaría a encontrar en la muralla el único estrecho pasillo  de acceso ni hacer un intento de avanzar hacia el centro.

Su mujer Eva lo veía partir al amanecer con el saco lleno de semillas y los días de lluvia parecían ser sus preferidos para plantar árboles crecidos con la tierra blanda y el agua segura. Jubal, un hijo de Caín, tocando la flauta para fortalecerse se animó un día a entrar al paraíso secreto de su abuelo."

 

Ahora se sabe que Jubal, jamás entró, pero el hombre que dijo haber conocido al tataranieto de Adán me aseguró que el gran músico comentó que pasada la selva pegada a la muralla y avanzando hacia el centro, la floresta era cada vez menos cerrada casi hasta desaparecer.En una ocasión divisó  un árbol resplandeciente rodeado de dos espejos de agua, bajo su copa, vio a Adán.

Un día, me contó el hombre que Adán no volvía y Eva fue a buscarlo y rodeó la muralla sobresaltada por no encontrar el pasillo de ingreso. Desesperada, la rodeó varias veces sin suerte pero lo consiguió después de días de plegaria y,por fin,lo encontró yaciendo dormido. A su alrededor despuntaban pimpollos de jazmines y rosas y cuando Adán despertó,Eva esperaba paciente bajo un ciprés.

El le tendió la mano y yacieron juntos y muchos otros días más a lo largo de al menos setecientos años.


Me contó también de las doce puertas que Adán proyectó a lo largo de la muralla y de las piedras preciosas que identificarían a cada una de ellas; de los arroyos de leche, vino y miel. Todo lo planeado para que cada brizna, cada lugar del jardín encarnaran hasta convertirse en él mismo.

Todo me lo relataba mientras recorríamos atendiendo las necesidades de esta reproducción del mundo en que se han fundado estos jardines.

 

 Hasta las aves despiojamos y cuidamos que a las águilas no les falten liebres y también las cáscaras de huevos vigilamos y más allá tampoco descuidamos a las crías de fieras que atruenan con sus rugidos y ni las moscas deben faltar para las plantas voraces y no debemos descuidarnos al pasar entre las adormideras.


Una vez un esclavo que me ayudaba con una carga pestilente para fertilizar los narcisos y los lotos azules me contó de un poderoso amo de un país guerrero.

 En el jardín del poderoso señor, había monstruos  arrancados de las aldeas de un país y de otro, para que no faltaran en su comprensión del mundo todo.


El esclavo albino movía la cabeza mientras marchábamos a descansar y el poniente se teñía de rojo. 

miércoles, 9 de julio de 2008

En Las Profundidades

"Mi querido Watson, le escribo estas líneas gracias a la cortesía del señor Moriarty, que me ha dejado elegir el momento para discutir por última vez cuestiones que se interponen entre nosotros. Me ha hecho un breve resumen de los métodos que ha seguido para esquivar a la policía inglesa y mantenerse al tanto de nuestros movimientos."...........


Sepa usted señora, que esta carta de Holmes me fue enviada; es la "oficial", la que se puede leer en "El problema final".

Pero no murieron trabados en lucha despeñados en las cataratas de Reichenbach.Descendieron juntos, fueron al encuentro de un enemigo que los superaba a ambos individualmente, y la posibilidad de unir fuerzas en la emergencia mundial borró todo rastro de enemistad entre ellos.

Fueron descendiendo por el abismo hacia la isla de Tule, más allá de Groenlandia,conduciendo un bote por heladas aguas subterráneas.

En el camino encontraron restos de naufragios vikingos estampados en filosas rocas -por la peligrosidad de esos viajes veloces a la América aprovechando los rápidos de las aguas calientes o frías según atravesaran el oscuro subsuelo del mar superior o las rojas fraguas de los volcanes activos de la superficie-

 Su única comunicación insertada en un "Herald" que me deslizó alguien bajo la puerta unas mañanas atrás,me alertó de la llegada de ambos el 23 de octubre de 1922 a la ciudadela en que moran los seres intermediarios, depositarios de unas fuerzas que los herederos actuales de aquellos, que viven sobre la tierra podrán disponer para asentar el dominio de los que serán infalibles como una máquina poderosa dirigiendo las legiones.

La comunicación es muy confusa- puede usted ver- y da muchos nombres que con Moriarty pudieron recabar, a quienes estos seres adoctrinan preparando su vuelta de las profundidades.
El 25 de octubre de 1923, la enfermera que mi abuelo operado de apendicitis no había visto nunca por la sala, dio la última inyección al doctor Watson de la que nunca volvió a despertar. Antes, recuerda que la carta que Watson le entregó a la misteriosa mujer, se consumió en la lumbre del mechero. Cuando el resto volátil carbonizado se extinguió bajo el agua de la canilla, la mujer desapareció.


Este es el cuento que  mi abuelo me contó aquella noche, a propósito de un libro de estampas sobre los viajes de vikingos a América cuando me encontraba desolado y con el mal humor típico de los niños, por la ausencia de mi madre.

 

 

Mi madre volvió al amanecer, desperté de inmediato, mi abuelo no se movía del lugar junto a la radio, que pasaba reportes de la situación todas las madrugadas.

Mi padre,oficial de caballería del ejército polaco pasó toda la noche en el regimiento velando junto a mi madre y a esas horas ya habría marchado hacia la frontera.

Era 1939 y una tormenta de nieve  se abatía sobre esta parte del mundo.Sobre las casas, los graneros, los edificios públicos, las cloacas y las ciénagas.


Con la mirada sobre el libro de estampas vikingas, yo me figuraba la gran tormenta como miles de  brazos dando mazazos sobre  refulgentes escudos.

Y entre ellos iba mi padre en un caballo alado.

 

 

 

 

 

domingo, 6 de julio de 2008

De Ultramar

    El señor Bellock, comerciante de tapices es encontrado muerto detrás de unos arbustos.

Como casi siempre, el juez Gallaghan elegirá entre 4, 5, quizá 6  versiones de su muerte.  Nadie es reticente a confesar, los naturales se auto incriminan.

  El juez Gallahan hace veinticinco años imparte justicia en esta lejana colonia y hace quince años que no visita su país de origen; prefiere usar sus licencias anuales en investigaciones filológicas, el estudio profundo de los dialectos y la porcelana antigua.


  Con toda naturalidad, en el "Caso Bellock" utiliza su eficaz método que le ahorra disgustos con las autoridades coloniales( a quienes solo les satisface que los casos se cierren prontamente y los culpables sean encarcelados:

  La señorita shian dice haber sido tomada prisionera por Bellock, pero cuando este descubrió en su cuello la imagen que la protege, huyó como un torbellino, se golpeo y murió.
  Fenaih, el novio de Shian declara que combatió a solas con él en el lugar que lo encontraron y lo venció en duelo honesto.  Sanha la hermana de shian declara que el muerto compitió con  Fenhai en peligrosas pruebas por el amor de su hermana y ella lo mató cuando fenhai corría peligro.

  .La madre de Shian dice que lo encontró en el lecho de su hija, fingió aceptar la relación y le dio refresco envenenado.


  El juez observó en el cuerpo dentelladas y reconoció las huellas de un tigre. No le quedaron dudas de que los nombrados  protegían a este acechante nocturno,( uno de sus dioses familiares).


  Cerró el caso culpando a la madre, que por ser anciana y no representar peligro fue condenada a no alejarse más de cincuenta pasos de su casa.


   El juez, secreto orientalista está convencido de que todas las versiones son ciertas en los infinitos tiempos posibles.
 

 

miércoles, 2 de julio de 2008

Por Las Calles De Pompeya

Gala no ha dormido bien esta noche. Con las primeras luces del alba decide saltar del lecho y se encamina al tocador luego de ponerse la bata (indusiata).

 La mujer que al escuchar movimientos en el aposento se ubicó en su puesto junto a la puerta (janitrix) llama al ejército de camareras al servicio de la dama. Desfilan entonces las estrigilistas, las apomazadoras, las untadoras, perfumadoras, depilaristas, fialigas y ornatrices.

Todo está dispuesto; una mujer sostiene el espejo y otra llega casi hasta su boca con un vaso de leche tibia de burra.Antes ha pasado un cepillo por sus dientes fijados con ganchos de oro y no pudo disimular un gesto de rabia cuando recordó a la venenosa Elbia cuando ante una presa de faisán le preguntó: ¿Gala, los dientes son tuyos?...

¡Si, porque los he comprado! Fue su respuesta que acompañó a la mirada que quiso fuera gélida.

La apomazadora estruja los hombros contracturados de Gala como si fuera la nariz de Elbia, las psecas et picatrix de azabaches brazos elevan las palmas untadas de grasa de oso (ursinus adep) y aceite de olor, esperando el momento de la aplicación capilar.

A Gala, de pelo renegrido, trenzas postizas, no le gustan los tintes amarillos o azul de sus amigas pero no se guarda de dibujar las cejas con un pincel mojado en la sepia (calliblepharum) y lo que parece cruento: Una de las estimmigas deja ennegrecer una aguja de hierro encima de una lámpara, la introduce entre los párpados y el resultado es una orla de sombra negra que endulza la mirada.

Ama la toga de entrecasa, pero hoy concurre al templo y también de visita a la casa de una amiga, por tanto debe elegir entre la mendicula, la patagiata, la stola, la spissa, la crocula, la basílica. Y si de manto se trata entre el epanis o la calthra, si el tiempo continúa tan bueno. O un pallium o un peplum.

¿Y el tocado? Entre un corinum, un melinum o una mitra.


Vestida completamente, Gala se somete al dictamen de las approbatores.


Que es mujer a la moda que duda cabe; si hasta se ejercitó en evitar el uso de la r y podrán comprobarlo hasta en la rica tienda donde comprará una túnica "tejida de viento".

Tiene todo ; ya en el umbral, repasa: Sombrilla, guantes, mitenas y velo, para no cruzar miradas con los enemigos y también para eludir la vista del graffiti de enfrente de casa que dice No te dediques a chu… fuera de casa, hazlo dentro, aunque Gala  no puede disimular el gusto por aquel otro La calle vuelve a besar tus pasos.


 De camino al templo donde rezará al Dios y le besará las rodillas, antes de aparcar la litera en la villa de su amiga, descubre un graffiti que no entiende y se desespera por conocer el sentido de  tan extraña cita:   Desde la pantalla, Humphrey Bogart dijo mi nombre.

En fin, no le demos vueltas al asunto; que habitemos siempre en Pompeya y que los Dioses nos hagan felices.


¡Epa! ¿Qué han escrito en esa pared? Mejor bájate el velo, Gala. No mujer, era una broma,… ¡lee que belleza! : -

Que intente encadenar a los vientos e impida brotar a los manantiales el que pretenda separar a los enamorados.