domingo, 31 de mayo de 2009

Mi Invitado Del Domingo. Hoy: RODRIGO TARRUELLA

Mauzan creó el signo emblemático de la cabeza calva del Sr. Geniol, famosa a través de afiches y esculturas-juguetes precursoras del mejor Pop-Art. La testa—inspirada, dicen, en la del dueño de la analgésica compañía— del pelado sonriente cubierta de ... clavos, tomillos, abrochadores, con un alfiler de gancho en la nariz y una maquinita de cortar el pelo recorriéndole el cráneo a lo Hare-Krishna, corona una de las vitrinas de la notable muestra que le consagró la Fundación San Telmo durante julio-agosto.
Lucien Achille Mauzan parece ser el gran crédito plástico y gráfico de la onomatopéyica ciudad francesa de Gap, donde nació y murió. Entre estos dos avatares de llegada y partida, Mauzan —comparado en Italia con Lautrec y el gran afichista tano Leonetto Cappiello—practicó, además del afiche, la pintura, el grabado, la escultura,hizo cerámica, ilustró las fábulas de La Fontaine y cancioneros, diseñó su propia villa (en Monza, 1922) y escribió una novela de ciencia-ficción:
El alucinante poder de RupertSaint-Georges(Ed.Arthaud,1945),ilustrada por él.
Hay varias etapas en la creativa vida de Mauzan, así como distintos estilos de diseño.
La etapa italiana (1905-27, Milán, Roma, Monza),donde se destaca su interés por el naciente cine: de 1909 al 17 se convirtió en ''el más prolífico afichista cinematográfico de Europa". Innovando en técnicas de litografía, llegó a producir 1500 carteles en cuatro años. Contratado por Gaumont (en París hacia 1913) y por Ricordi (Milán), fue luego director artístico de la Italia Film. Después de casarse con la hija del marqués de Tartarini (1920), Mauzan tiene un decisivo reconocimiento: una exposición conjunta (en Milán, 1921) con Cappiello, ídolo del afiche en el París de la "belle époque", una medalla de oro en la Primera Bienal de Artes Decorativas de Milán (1922), y la edición de Mauzan, Cartelloni, opere varie, en 1926. En diciembre del '26 deja Italia y se instala en Buenos Aires. Tenía 43 años. Se queda hasta 1932. Su mujer enferma y deciden volver a Europa. Después de la muerte de ésta, se radica en Francia, donde recién hoy están descubriéndolo. Pasa sus últimos años en la ciudad con nombre a lo Al Capp, ilustrando La Fontaine, cocinando,"dedicado a la zoología,y al estudio de los pequeños roedores", leyendo relatos de viajes y El Quijote (sobre quien realizó una escultura en bronce, expuesta en París en el '37), y sufriendo ataques de asma.
Mauzan cultivó varias líneas. Una "seria", más tradicional, que iba del Art Déco al fino trazo "ala inglesa",con algo de Dana Gibson y de Vogue. Estos trabajos, que van de las ilustraciones para "La Nación" al afiche Malta Palermo, el agua mineral Capelina, o las mujeres de un agua de colonia y la soda Selz son hermosos pero impersonales. Hay otra vertiente realmente lamentable: los almanaques Cafiaspirina (1932), con gauchajes campestres pésimamente dibujados, y reseñas históricas oficiales en la línea Sarmiento-Grosso-Billiken, que dan ganas de correr a refrescarse en los ensueños de Molina Campos. Esta pesadilla llega a su culminación con el proyecto afortunadamente irrealizado de un museo de cera histórico, encabezado por "El sueño de Rivadavia", a tamaño natural.
El talento de Mauzan, su popularidad y su perduración, aparece con el humor. El Sr. Geniol, los matrimonios Bilz con naranjas para las cabezas de ambos y las tetas de ella, la fellinesca pareja de Soda Bilz, los gauchos de alpargatas Langosta y jabón Pinche, las máscaras y el color de los Vermouth Carpano, las múltiples caretas, el rostro de Fixina Griet, el notable negro lustrador de Hydra, o el propio Mauzan con tarjetas (ideas) saliéndole de la cabeza, tienen más parentesco con la levedad del humor popular, con las portadas y caricaturas de Lino Palacio, o con la Italia fellinesca, que con el ''expresionismo'', el ''futurismo", los petardos del mediocre facho Marinetti o los desvelos de la crítica culturosa. Verdadero stajanovista del afiche (su aspecto ''futurista" residió más en su furor creativo) vino a una Buenos Aires en plena —y futura— Edad de Oro del género y la ilustración (ver FIERRO 77). Hasta que a la hija del marqués de Tartarini se le ocurrió volver a morir a Roma. Las mujeres siempre traen problemas. Sin embargo, la hija del Geniol mágico de Gap, Miranda (como la heroína del gótico Dragonwyck, la primera película de Mankiewicz), se ha dedicado a difundir la obra de su padre. Bien.
(1992)
 
 

miércoles, 27 de mayo de 2009

Algunas Letras De Mis Nuevas Canciones

"DE REYES: Mis canciones de amor"
 

Mi amor eternamente.

 

Vuelvo a sentir el tiempo pasándome por encima

Angosta tapa de metal, deja que penetren mis manos y recuerden.

Hubo un tiempo en que nací al mundo

Es inútil que me señalen un oscuro camino.

 

En mis canciones mi amor vivirá joven eternamente

En mis canciones mi amor vivirá joven eternamente

¿Has oído? Mi amor vivirá eternamente.

 

Tiempo desafila tus garras, el león está de mi parte

Tengo al amor descorriendo el velo de mi ignorancia

Así que, angosta tapa de metal deja que penetren mis manos

Estoy lleno de recuerdos desde que nací al mundo.

 

En mis canciones mi amor vivirá joven eternamente

Puedo seguir con esta canción, es inútil…

No hay metal que me haga olvidar que nací al mundo.

 

En mis canciones mi amor vivirá joven eternamente

En mis canciones mi amor vivirá joven eternamente.

 

 

Mi Alma Blanda

 

Blanda como mi alma nace la rosa china

Pongo mis manos en jarra pero no siento su perfume.

"Será que Dios no reserva para mí esta experiencia

 O debería dejarlo para mañana", dije

 Torpemente olvidé su blandura y mi alma cayó al estanque.

 

Mi rosa cayó al estanque, mi alma puede purificarse

Pero no aquí, su materia se transformó

Mi rosa cayó y mira lo que sucedió.

 

El agua, el aire, el  sol, le dieron a mi rosa el perfume.

Flotando en el estanque una mosca se mece en ella.

 

¿Cómo era mi perfume al nacer?

 Blando como mi alma.

Mi madre me deslizó a salvo por el estanque

 Con una rosa en el pecho.

Mi rosa cayó al estanque y se desliza por un océano.

 

 

Tomamos el té en la terminal con torta de fresas

  Nos besamos sobre la mesa

  Tomemos el té otra vez

  Y si no sucede que el bus parta de una vez.

  

Por favor, que esto no suceda, no, no

 Haz que esto no suceda, no dejes que parta.

               

 Amanecer sobre las copas

 

Mira el sauce aquél, el más alto de todos

Sobre el que depositamos tantos sueños

¿Estás dispuesta a vivir en su copa?

¿Aceptas mi solitaria compañía a tu lado?

¡Te mofas de mí, crees que no puedo hacerlo!

Si, enderezando la dirección de mi viaje

Puedo lanzarte sobre el sauce de nuestros deseos añosos

Vivir sobre su copa querida, si nena vivir sobre su copa

Anudados a su copa, tú primero y yo después

Acurrucados en el aire, si nena, llegaremos juntos,

Abrazados a nuestro añoso árbol de sueños.

 

domingo, 24 de mayo de 2009

Mi Invitado Del Domingo. Hoy: FRANCIS KORN

Capítulo 11
 
Carlos Pellegrini
 
Maipú, a la altura de Viamonte, justo en el límite de San Nicolás, una noche de junio. El doctor Carlos Pellegrini seguramente pasará por allí rumbo a su casa. Irá, como nos lo cuenta Groussac, un gigante, la frente vasta, la faz leonina, la recta mirada serena y franca, el espeso bigote que oculta los labios, el cabello lacio de un castaño con visos rubios que nunca va a encanecer, y con su bastón y su galera. Irá caminando lentamente luego de haber pasado por Florida para ver cómo andan los trabajos en la casa del Jockey. Siguen mal, demasiado lentos. Ni Cané ni él mismo han logrado imponerles la celeridad que se requiere, ya que están sin sede desde que tuvieron que desalojar la de Rivadavia por culpa de la Avenida de Mayo. O no pasa por el Jockey esa tarde, va directamente a su casa concentrado en los problemas con La Rioja y la irritación que le produce el hecho de que Roca no pueda disimular sus simpatías por Carreño. O camina ensimismado, distraído de la calle, rumiando sobre la cuestión de límites con Chile. "Creo que en estas cuestiones diplomáticas," dijo el 18 de ese mes en el senado, "la República Argentina no debe optar por una diplomacia de habilidades, ni pretender obtener el triunfo por la mayor sagacidad de sus estadistas, porque todas las naciones saben defender con igual competencia y decisión lo que crean su interés o su derecho. La verdad y la franqueza leal y honradamente expresadas, es siempre la norma más segura en las relaciones diplomáticas. Yo creo que la diplomacia argentina en estas gestiones debe hacerse, como decía el príncipe de Bismarck, en mangas de camisa, es decir, ser la expresión sincera de lo que considera su derecho y de lo que sostendrá en todo tiempo, en toda ocasión, y en todo lugar ..."21 "...¡cuán mal inspirado ha estado Pellegrini en estas cosas!" le hará entonces reflexionar agriamente al ya anciano Vicente Fidel López en una carta que le mandara a Casares, "¡es singular!... un hombre de tan rápido talento, carece de todo, en todo, del, instinto de previsión, tan necesario en los hombres de Estado. Parece que tuviera el vicio de no confiar sino en el presente, y de creer que, con cuatro manotadas y un plumazo, se resuelven todos los conflictos; ¡y su gran gusto es partear abortos!..." 22 Y para la preocupación de Pellegrini, no son sólo los viejos los que están por la guerra...  Pero quizá no vaya pensando en nada de esto y, nuevamente, desinteresado de la calle, va pensando en lo insatisfecho que lo encuentra a Cané, que da muestras de sentirse políticamente marginado, intelectualmente vacío, disgustado con la actividad que despliega como director del Banco de la Nación ... El, que hasta no hace tanto no podía concebir para las sociedades humanas otra forma legítima de gobierno que no fuese la republicana y representativa, hoy desarrolla elocuentemente un pesimismo generalizado que lo lleva a decir: "la monarquía hizo la Francia, la aristocracia hizo la Inglaterra, la oligarquía ha hecho á Chile, la democracia ha creado los Estados Unidos; he aquí hechos históricos incontestables. Pero ¿quién puede negar que la monarquía mató á la España, la aristocracia á la Polonia, la oligarquía á Venecia y la democracia á la vieja Italia? La historia se ríe ante la virtud mirífica de las instituciones: imitarlas, adaptarlas, todo es inútil..." 23 Quizá tenga razón Miguel, quizás le haga falta poner un poco de distancia, volver a Europa . Y quizás con estos pensamientos Pellegrini llega a su casa de la calle Maipú.24
 
21 Discurso de Pellegrini en el Senado, La Nación, 19 de mayo de 1895.
22 Carta de Vicente Fidel López a Casares citada en Rivero Astengo, Agustín: Pellegrini, Obras, voL 11, pág. 44-5.
23 Cané, Miguel: 'Nuevos Rumbos Humanos," en La Biblioteca, año 1, tomo 1, 1896, pág. 45.
24 Cf. Sáenz Hayes, Ricardo: Miguel Cané y su tiempo, Buenos Aires: Kraft, 1955, pág. 409-
 
"Buenos Aires 1895 UNA CIUDAD MODERNA"
 
 

miércoles, 20 de mayo de 2009

De Remate

Parece increíble como el fervor de los habitantes de un lugar impregnan las paredes, el mobiliario, los objetos.
La disposición de las cosas habla de emergencias puntuales, gusto, acuerdos de convivencia, creencias. Pero ese algo más dando el tono, el ritmo, la vibración, es difusa en algunos lugares, y no se como decirlo, actuales, categóricos, en otros.
Aún sabiendo que Mauricio murió hace quince años, la puerta entreabierta por la ráfaga de viento me hace esquivar su corpachón lanzado al refugio del sillón de pana raída y esquivo ladeando la cabeza su corbata echa un lazo , arrojada sobre  la mesa. Los zapatos sin desacordonar son pateados a un rincón, y escucho: Mabeeeeel ,Mabeeeeel que hiciste de comeeeeerrr…
 
La Mabel que me sigue por el pasillo del laberinto de cajas chicas y grandes ya es una mujer entrada en años. La semana pasada me pidió por favor:
-"Gerardo, querido, porqué no me das una mano para descular qué se podría hacer plata de toda esta basura acumulada…
-Acá había un frigorífico industrial y en ese rincón había una offset, si mal no recuerdo al lado también una filmadora para imprenta, ¿Qué se hicieron?" –pregunté-.
-La heladera se la llevó Ignacito al campo¡,ja,ja!, la está usando el también para guardar porquerías; de tal palo tal astilla, insistió en llevársela aunque sabe bien que no tenía arreglo, y con las heladeras  que venden ahora… ¡que cabeza hueca; igual al padre.
El offset y la filmadora están en el fondo tapados con sábanas."
 
…Mauricio era un imprentero a su pesar; acostumbrado a trabajar por pedido, hacía todo tipo de tarjetas y volantes y no le hubiera ido mal ,si no fuera que prefería hacerse  malasangre paralelamente con la reparación de máquinas de escribir cobrando  un abono mensual.
La llegada de las computadoras le resultó un dolor de cabeza y ni siquiera Ignacito se adaptó al cambio acostumbrado a no hacer otra cosa que cambiar cintas y limpiar teclas.
Mabel se pasó un par de años discutiéndole a Mauricio que nunca las reparaciones le resultaron un buen negocio y solo le hizo descuidar la tarjetería, que ese sí era buen negocio.
A Mauricio el trabajo en la imprenta nunca le gustó, le resultaba esclavo. Recibido como herencia lo tomó como quien acepta un subsidio familiar.
El placer secreto de Mauricio era  el bullicio de las oficinas, la clientela numerosa rogando un trato personalizado de su herramienta y… las mujeres de las oficinas, la conversación, la intimidad casi familiar y la placentera sensación de conocer con pelos y señales el devenir de una pareja desde el noviazgo, el casamiento, el nacimiento del primer hijo, hasta los nietos.
Y por supuesto, claro que sí, también los romances de Mauricio ( por dichos de Ignacito lo supe) : encuentros furtivos, relaciones nacidas en brindis de fin de año, trabajo a deshoras, algún encuentro accidental que siguió en un bar    y hasta una difícil, y que casi le cuesta una cadena de clientes, con una subgerente  de personal despechada, celosa de una viuda del departamento de ventas de una empresa .
 
Cuando aparecí yo por la imprenta recomendado por un amigo de la familia todo aquello era ni siquiera un recuerdo, un entierro demorado, la decadencia del negocio era notoria; Mauricio contaba con todo el tiempo del mundo para entregar encargos de folletería, pero sin embargo el trabajo se amontonaba como si el hombre todavía mantuviera la rutina de trabajar en la calle sin disponer ni de un minuto para la enojosa actividad.
Por aquel tiempo Ignacito  hacía lo que podía y el padre pagaba las cuentas, atendía el banco y leía desde la  media mañana hasta la noche los libros de la biblioteca que pegada al archivo había tenido como último habitué a su mismo padre. Aquél prohombre le repetía mientras accionaba la guillotina: "Mauricio, algún día cuando sientas que tus días empiezan a descontar ponete a leer y dejá todo en manos de tus hijos".
Los hijos fueron uno solo, el Ignacito de pocas luces y la época ni de lejos la mejor para dar las hurras: Inflación galopante, quiebras, revolución tecnológica y como decía Mabel, la gente cada vez mas loca, la calle llena de asesinos y ladrones y encima sin ahorros y con jubilación de hambre.
Con ese panorama intenté, yo que tampoco tengo muchas luces, justificar mi entrada al negocio planteando algunos cambios sin trastocar demasiado la lógica de ese limbo y por supuesto empezar a cobrar algún dinero como para inaugurar oficialmente mi acceso a la vida laboral.
Una cosa de nada fue aprovechar la maquinaria para editar esos simpáticos póster de ositos o cachorros con el epígrafe "Este es el primer día del resto de tu vida" y cosas semejantes.
Mabel estaba encantada y fue la que dio vía libre al proyecto. Mauricio salía hecho una ruina de la biblioteca para aparentar interés durante un minuto y luego volver a su refugio; Ignacito parecía no entender muy bien de que se trataba y solo movía la cabeza.
Los impresos, de colores brillantes y buena fotografía se vendían muy bien, hasta el chico se daba cuenta de la diferencia y me empezó a mirar con afecto.
Mauricio se sintió desplazado y con actitudes como describí al principio quiso retomar protagonismo. Se convirtió en un insufrible. Lo que conversando con Mabel nos llevaba una hora de intercambio, con su presencia se transformaba en una guerra personal para  hacer que triunfe su posición por absurda que fuese.
Esta oposición consiguió enardecerme. Propuse varias posibilidades de nuevos trabajos y apoyado en mis modestas victorias recientes armé unas "Instrucciones para calzar los zapatos". La recuerdo bien: "Pinta los zapatos mas lindos del mundo; apoya la tela contra la pared en una esquina populosa y espera durante años si es necesario. Si la mujer para esos zapatos aparece, no te muevas, espera, sabes que como todas tardará en decidirse"…me cortó...
Me hizo callar, dijo que era una pavada y de la peor poesía; que se podía hacer otra cosa.Y si no me gustaba, a la calle con la chabacanería y a otra cosa.
No me quedó mas que renunciar; había conseguido una fotografía hermosa en un banco de datos para aquello, pero reconozco que encontraba placer en conocer las formas y temas con que sacarlo de quicio.
Mabel se enojó profundamente con decisión tan arbitraria. Su argumento en lo encendido de la discusión fue, según me contó la mujer tiempo después,  que ella y yo nos entendíamos al extremo de habernos convertido en amantes y eso no se lo perdonaría nunca, nunca…
Mabel tuvo una crisis de nervios  que le duró apenas dos semanas; para entonces Mauricio cayó fulminado en su reducto de la biblioteca por un aneurisma.
En ese tiempo trabajó febrilmente.
Tengo los negativos a la vista y trato de entender su plan.
Fue al rescate de los pensamientos hallados en libros de ensayo, cuentos y novelas; ilustrados con grabados rebuscados imaginó que desde la pared del cuarto adolescente o desde el recibidor de una vivienda obrera tendrían la misma exigencia perentoria que el reconocía en su refugio rodeado de libros.
Ni la economía de escala supo jamás de la  existencia de tanto material.
Transcribo algunas citas, muchas de ellas de convivencia difícil con el motivo, buscando hacerse un lugar en el cuadro:
"La cantidad de saliva que parecen tener los pobres de espíritu me maravilla siempre"
"Y los grillos tratando de pronunciar con todo celo una palabra que empezaba con Z"
"El renombre no es mas que el huésped de la realidad"
"Sus rarezas, es lo que el hombre llega a poseer realmente de sí mismo".
"El arte del biógrafo consiste en la elección.No tiene que preocuparse por ser veraz, debe crear sumido en un caos de rasgos humanos".
"El amor es un pacto tácito entre dos desgraciados, para sobreestimarse, para alabarse sin vergüenza."
"Las ordenanzas del tránsito, que regulan la marcha del peatón, no prevén las infracciones de la paloma".
 
Me imaginé, mientras me marchaba después de hacerle a Mabel un somero racconto de lo que me parecía interesante de mandar  a remate, a su hijo Ignacito desesperado, refugiándose en el viejo frigorífico en desuso al enterarse de la muerte del padre; como más de una vez le vi hacer después de algún reproche de aquél.    
 
 
 

domingo, 17 de mayo de 2009

Mi Invitado Del Domingo. Hoy: VISHNUSHARMAN

Cara De Aguja
 
Una tarde de invierno, un grupo de monos (terriblemente tristes) paseándose por el bosque, se encontraron con una luciérnaga.
 
Al examinarla, creyeron que era de fuego, la levantaron con sumo cuidado, la cubrieron con pasto seco y hojas; y jugaron a su alrededor. Disfrutaron imaginándose que estaban calentándose ante una hoguera.
 
Uno de los monos, que era sumamente friolento, comenzó a soplar repetidas veces a la luciérnaga, esperando que
aumentara el calor. A todo esto, un pájaro llamado Cara de Aguja, observando la escena, se bajó del árbol y le dijo al mono:
 
Querido señor, no se moleste tanto, "eso", no es fuego, es una luciérnaga.
 
El mono, sin embargo, no prestó atención a su advertencia, y siguió soplando sin parar.
 
El pájaro volvió a insistir, hasta que el mono, irritado,lo tomó y lo arrojó, destrozándolo contra una roca.
 
 Panchatantra ("Juego Cosmico".Gitanjali de Guevara)

miércoles, 13 de mayo de 2009

Otoño

En este momento pienso en Silvana que murió hace unos años  y ya llevábamos tres veranos pasándolo juntos.
 
 Silvana escribía. Era de la clase de personas que siempre escribe. Con esas escrituras que empiezan en un cuaderno de los bonitos que solo ellos saben donde comprar y que también  desparraman en otros infinitos cuadernos, paredes, tarjetas postales, yesos, manteles, servilletas.
 La rutina era de comedia y el goce  mutuo. Ella leyendo con su voz grave y mirándome de reojo. Simulaba un enojo creciente, y me perseguía tirándome cachetazos, mientras  yo, repitiendo algunas frases y esquivando los lances, le parodiaba su estilo.
A punto de trasponer el límite me detenía y mientras la abrazaba y nos besábamos sentía su corazón al galope.
 Casi siempre presentí a un caballo detenido al borde de un barranco.
 
 "Esta tarde –habría escrito Silvana-esperamos en vano señales de vida. Tantas noches junto a la ventana escuchando el grillo trasnochado de la primavera, al sapo junto al estanque, elevando un reclamo al otoño estéril de racimos helados sin conocer soles rojos."
  Solo te teníamos a ti en el mundo, suspiró la abuela que hacía tiempo tenía buenos motivos para ver angostado el horizonte.
 
Y yo ensayo… "Quédate ahí, justo donde te perdiste para que salgamos al rescate. Y mientras tanto recuerda nuestros pasos. ¡Mi corazón y yo sabemos que nos amas! No permanecemos indiferentes a tus señales entre las sábanas.
 Por favor una señal más de vida.
 ¡Y sálvanos!"
 ¿Sería más o menos así, Silvana?...

domingo, 10 de mayo de 2009

Mi Invitado Del Domingo. Hoy: CLEMENTE BALMORI

No sigas ese camino.No seas orgulloso y terco
No te vayas a perder como la ciudad de Esteco...
 
Dónde está, ciudad maldita, tu orgullo y tu vanidad,
tu soberbia y ceguedad... Y orgullosa, envanecida
en los placeres pensando en las riquezas nadando,
y en el pecado sumida.
 
Cuenta, pues, la leyenda que Esteco era la suma de todos los desenfrenos, foco y sentina de todos los vicios. Nadie iba a misa ni se confesaba. Y tanto entumeció la cola de su perversidad que llegó hasta el cielo. Y el cielo decretó su perdición. Pero antes, conforme a usanza de la celestial clemencia, le ofreció una última ocasión, un lance final y decisivo como es práctica en todo juego limpio.
Montado sobre un manso borriquillo apareció por las calles bulliciosas de Esteco un viejecito de barba blanca. Flaco él y consumido, lleno de achaques y laciria, todo en harapos y medio desnudo, que imploraba la caridad publica y un techo en que cobijarse. Pero en realidad este era Okat, me acotaba un informante vilela. Okat-Jefe, ser superior, dios —que venía con este disfraz. Pero todos lo rechazaban entre burlas e improperios— «Su roñoso, marcha de ahí sino querís que largue los perros». Y el viejecito suspiraba y predicaba a todos la caridad y la compasión con los humildes y los pobrecitos indios. Pero nadie lo escuchó nunca ni le quiso dar albergue sino fue una pobre mujer que vivía en una casita de las afueras. Y el viejecito comenzó a enojarse y gritaba por las calles de Esteco: «Se pierde Esteco! Se pierde Esteco! Salta saltará. San Miguel florecerá y Esteco se hundirá». Y todos se mofaban de él y le seguían por las calles y caminos insultándolo y arrojándole piedras. Y un día que volvía más triste y aporreado que de costumbre se entró en la cocina al anochecer y se puso a leer un libro muy grande que tenía letras como de oro que brillaban en la oscuridad y de vez en cuando le corrían las lágrimas por la barba blanca y la mujer estaba muy aflijida y por fin no pudo más y le preguntó que qué decía el libro y por qué lloraba y él le contestó y le dijo que en el libro decía que se iba a perder Esteco por sus grandes pecados, que al día siguiente no bien amaneciera Dios, tomara a su hijo en brazos —pues la mujer tenía un hijo pequeño de pocos meses— y se fuera tras él pero que pasara lo que pasara y oyera o que oyera que no debía volver la cabeza. Esto de volver la cabeza parece por momentos tener cierta importancia: dígalo si no Euridice, la dulce amada del gigante Orfeo. Pues bien, al día siguiente no bien amaneció Dios tomó el viejo un hatillo y la mujer a su hijo y despacito sobre el asno corrieron las cuatro cuadras que los separaban del Pasaje y luego por un vado que había un poco más abajo, no lejos de Miraflores, cruzaron el río. Escalando estaban las escarpas rocosas de la otra orilla cuando sintieron un tremendo remezón que hizo caer al asnillo al tiempo que allá lejos sobre la infeliz ciudad se oyó un fuerte estampido y un sordo fragor seguido de un largo clamoreo que se fundió en un solo y desgarrador alarido. La curiosidad femenina y el terror la hicieron volver la cabeza hacia la ciudad que se hundía y allí quedó la mujer convertida en estatua de piedra con su hijo en brazos. La estatua, dicen, fue dinamitada por un buscador de tesoros durante la construcción del ferrocarril de Metán a Resistencia. Y allí están los pedazos de la mujer de Lot, pero poco dicen ya.
Poco a poco fueron emergiendo del fondo de las aguas restos del cadáver de la ciudad semisepulta. Una inmensa alma en pena. Todavía sollozan a la oración lejanos tañidos de campanas, y el canto estridente de gallos fantasmales rasga como una navaja el seno impoluto de la media noche.
Pueblan el aire grandes globos de luces temerosas que persiguen al asustado viandante. Allí, en aquel altillo al pie de un enorme algarrobo vimos tres noches seguidas un poderoso farol —el farol de la enamorada lo llamaban las gentes del lugar— agitándose en la oscuridad, urgiendo incansable, con premura de siglos, al amado que ronca desde hace tantas, tantas horas en los brazos profundos de la Blanca Dama —Esta noche y la pasada; ¿cómo no has venido, mi amor?
 
Estábamos sentados sobre un descomunal tronco de quebracho que estaba cruzado en medio de lo que fuera la Plaza Mayor. ¿Será esto el famoso rollo o picota de Esteco de que hablan Machoni y Filiberto de Mana?
No creo, me dice mi guía, señor Sotelo. Dicen que se quemó en un incendio de las malezas que se produjo hacia 1720. De este no sabemos por quien ni cuando ni cómo ha venido acá. Es muy viejo, le puedo asegurar.
En medio del silencio subsiguiente tomó la palabra un muchachón de la estancia que hasta entonces no había despegado los labios:
«Bueno, pues yo señores si ustedes me lo permiten les voy a contar una cosa muy chocante que me pasó hará como dos años a bien pocos pasos de donde nos encontramos. Sería como la media noche y venía yo a caballo con ese chango». Era el aludido un muchachito de unos trece años que se hallaba de pie un poco retirado y se limitó a asentir con la cabeza y murmurar: «Si señor, verdá es». «Y bueno; volvía yo de esa casa que queda como a diez cuadras de aquí muy tranquilo y fumando, cuando de pronto el caballo se paró asustado y empezó a resoplar. Había una luna llena y muy clara, como suele ser en julio por acá. Pensé si sería el puma cuyo olor asusta tanto a las bestias; con que miro a los lados, miro al camino y noto como a unos cinco pasos delanle de nosotros un bulto en el suelo, cruzado a lo ancho de esa calle; estaba inmóvil, y pensé si sería una persona que habría sido sorprendida por el tigre. Saqué el facón y me adelanté despacito a ver que era. Si, era una persona y estaba muerta, bien muerta estaba. Delante de ella un manchón de sangre que brillaba a la luna... Le faltaba la cabeza! Tenía las manos atadas a las espalda y vestía una camisa medio colorada y a cuadros, parecida a la de este señor. Alrededor del hombre y de mí daba vueltas aullando un perrito pequeño, un perro choco que no hacia caso de mí y que parecía enloquecido de dolor. Le dije al muchacho: Vete a casa y avisa a las mujeres por si quieren venir. ¡Que habían de venir! Se asustaron todas y no hacían más que llorar. Allí estuve clavado más de una hora sin saber que hacer. Por fin decidí seguir a casa y volver a la mañana, antes de dar cuenta al comisario, a diez kilómetros de aquí. A la mañana, amanecía apenas y ya estaba yo de pié; no había podido pegar ojo en toda la noche. ¿Quien podía ser el difunto? Subo al caballo y me vengo al trote. Cuando llego aquí, ni sombra del difunto. Ni cadáver ni perro ni nada. Todo había desaparecido sin dejar rastro».
«Ah, le dijo Sotelo, ¿no sería ese el cuerpo de Heredia, el cuerpo de Diego de Heredia que fue degollado en Esteco, su cuerpo arrojado fuera de la ciudad y su cabeza clavada en la picota de la Plaza Pública, mientras que Verzocana, su compañero de rebelión, fue ahorcado en Santiago del Estero?».
Y aquí terminó Esteco.
 
La Plata, 9 de mayo de 1962.
"Esteco:Mythica" (Fragmento) 
 

miércoles, 6 de mayo de 2009

Era Ella

El sol iluminaba tan bellamente la cara de aquella agente de policía de tránsito, que casi no vi el camión repartidor de gaseosas que cruzaba la bocacalle.

Los bocinazos me ensordecieron, pero yo sólo tenía ojos para esa mujer  de uniforme impecable, gorra y tiradores del que colgaban graciosamente unas esposas y una pistola.

No era parecida, para mí ERA Ursula Andress con los 26 años de "Doctor No".

 El corazón me corcoveó. Tanto tiempo, seis años casi, esperé este momento.Ya casi perdida la esperanza, se me estaba por dar. Y... ¿que sentía?...

Mi miembro, hábil pergueñador de fechorías libidinosas, reaccionaba fláccido. Me contemplaba a mi mismo como una madre pavota que no sabe como agasajar a la hija de visita después de larga ausencia. Y me daba asco. ¿Es que solo había sido todo este tiempo un fetichista de la última fila de la función matinée?

Debía tranquilizarme....realizar una tarea previa para aventar ilusiones ópticas (comunes en tales enfermos).

Vamos a ver....no se mueve....ha descubierto un motociclista en contravención y la muy...gacela.... (gacelaaaa.) permanece cual estatua  de Fidias-o cualquiera de esos- inmóvil tras los pastos altos de la sabana -que vendría a ser el puesto  de revistas-...

El comisionista motorizado aparcado en zona reservada se quitó el casco y prendió un cigarro.Ahí va mi gacela... (Y es nomás ella...)

Con un corte de cintura como esquivando la ola -que aquí representa la rama del lapacho florecido- se desliza  hasta la profundidad del mar bravío de bocinas...

Y,…ya vuelve, habiendo advertido seriamente al infractor,….. Y el uniforme desaparece….. (Y vuelve mojada con la bikini blanca, la bikini que compre en subasta en ochenta mil dólares en Cristhie y que la misma madurita Ursula me firmó la entrega......)

 El clímax llegaría al transmitirle la buena nueva (de ser posible en el lóbulo de la orejita):

 Que la prenda era para ella, que era imprescindible que cubriera su cuerpo en diez o quince minutos-los que tardaría entre ir y venir de casa- con la dos piezas, y verse convertida entonces en la rotunda Ursula  luego de cambiarse en el baño del café de la esquina.

Se ve que en el medio del delirio estuve haciendo gestos rayanos en lo obsceno porque la diva guardián del orden me encaró con bronca mientras me mascullaba:¡Que señas  está  haciendo con las manitos!....

Me esforcé  por reaccionar, de mi respuesta dependía caer o no preso.

 Y entonces respondí: no, por favor, yo, yo....qqqueee. Yo queríaaa...¡¡¡nada mas saludar!! Eso....solo...Eso…

domingo, 3 de mayo de 2009

Mi Invitado Del Domingo. Hoy: FRANCISCO GARCIA JIMENEZ

¡HAY QUE OIRLO A "EL MOROCHO"!
 
—;Lindos tiempos los del Centenario!... —nos dijo con emotiva nostalgia don José Razzano cuando en 1945 (con sus cincuenta y ocho años cumplidos, y a diez de la muerte de Gardel) le pedimos que contara con precisión cómo conoció al que fuera su compañero artístico. Lo hizo, y nuestra pluma tuvo el privilegio de ser la que, a su vez, satisfaciera la curiosidad pública por conocer el origen del célebre dúo Gardel-Razzano.
La validez de la biografía corregida y ampliada que hoy ofrecemos, reside en mantener intactos los testimonios indubitables. Nadie pudo referirse con mayor autoridad que Razzano a esa parte de la vida de Gardel que él compartió, y en tal razón lo que corresponde es mantener en los capítulos siguientes el contexto de aquel relato exclusivo.
En 1910, José El Oriental (nacido en Montevideo en 1837) tenía veintitrés años floridos y enredados siempre en la rongacatonga de fiesta y fiesta, en la despreocupada amistad y las inagotables ganas de cantar lo que le pidieran...
Bien pasada la medianoche era sitio común de su reunión un café de la esquina de las calles Entre Ríos y Moreno: el café del Pelado (como llamaban. al local con referencia a la monda cabeza del dueño).
 
Allí estaba en rueda de amigos, jugando al gofo, cuando José volvía de recoger aplausos en alguna tenida de señorones aficionados al canto nativo.
Por esa tertulia nochera del café del Pelado se asomaban otros muchachos que tendrían luego relieve notable en el mundo del arte. Y ese mismo café, en una noche del año 1910 mencionado, se ensombreció con una noticia triste. Un contertulio llegó para anunciar la muerte de su hermano, en Milán. Todos han llorado con él. Su hermano era Florencio Sánchez. Y así rodaban y pasaban las madrugadas del café..
Al borde de los naipes y del pozo de los envites seguíase hablando de arte. Por sobre todas las artes, de música. Por sobre todas las músicas, ¡de la criolla!
Entre la gente de la partida tallaban fuerte hombres de actividades comerciales, ajenos a la farándula; pero, acaso, los que alentaban las calidades de cantor de José Razzano, El Oriental. Eran los más apasionados Enrique Falbi y Luis Pellicer. Una noche de 1911 escuchan con escepticismo a alguien que aparece por el café haciéndose lenguas de un cantor:
—¡Hay que oírlo a El Morocho!
Morocho lo Ilaman?
—Así es.
 —Ajá...
 
Llega Razzano y el de la noticia lo interpela:
—¿Oyó cantar a El Morocho?
—No. ¿Y usted?
—¡Yo sí!
—Dónde lo oyó?
—Anoche, en Barracas.
Falbi y Pellicer están intrigados:
—¿Vos lo conocés, José?
—Personalmente no. Pero las mentas de ese cantor me llegan de todos lados. Un día me dicen que lo han oído por el barrio de la Boca. Otro día, que en Corrales. La pregunta de este amigo me la han hecho ya en muchos sitios: ¿Oyó cantar a El Morocho?... Todos están de acuerdo en que canta lindo y es un buen mozo.
Ya hay tema fresco para los comentarios del café. Se tejen cien suposiciones y se da cabida a cualquier rumor sobre si el tal Morocho vale tanto como dicen o si se quedan cortos en las ponderaciones o si al fin de cuentas le han agrandado la fama por el gusto de achicar a El Oriental...
Lo que más le pica a la rueda de Moreno y Entre Ríos es no ubicar bien a ese cantor mentado, y encontrarse de repente con las mentas de sus triunfos sin estar avisada de sus comienzos.
—¿En qué punto de la ciudad tuvo su primera rueda ese mozo?
—Lo nombran El Morocho... ¿Será un trigueñito flacucho que supo andar con Pancho Martino?
(Este informa que no es.)
 ¿O un provincianito del Sur, buen payador, que salía con el centro Los Leales? (Tampoco. . )
Y la gente de Moreno y Entre Ríos, sin perderse en más averiguaciones, resume así su opinión:
—Que cante todo lo bien que pueda, de eso no hay miedo; porque para hacerlo mejor que El Oriental tendrá que darle mucho juego al naipe. Pero, ¡por Dios!, que se vea..
Y se vio.
 
Si había alguien que tuviera ascendiente sobre Razzano, ése era Luis Pellicer. No se dio tregua para ubicar al cantor cuya fama llegaba como queriendo oscurecer la del jilguerito de Balvanera Sur. Y fue en el propio café del Pelado, a poco tiempo de haberse anunciado una noche aquellas mentas, donde otra noche Pellicer le espetó a boca de jarro e palabras a El Oriental, estremeciendo de entusiasmo a los contertulios:
—El Morocho es del Abasto, y lo conoce a un amigo mío: Gigena. Mañana a la noche quiero que te topés con él, en la casa de ese señor Gigena, para que le bajés el copete.
 
Razzano aceptó lo de la topada... y pensó para sus adentros que lo de "bajar el copete" era demasiado alarde cuando no se conocían los valimientos del otro gallo.
 
 La cosa fue por el Mercado de Abasto, en una casa de la calle Guardia Vieja, donde vivía el tal señor Gigena, al que, por cierto, se le recuerda como gran pianista. Por gentil invitación del dueño de casa y porque el acontecimiento ya tenía una natural atracción aunque no hubiera sido divulgado, aquella noche de 1911 había aproximadamente treinta personas en la amplia sala baja con dos grandes ventanas sobre la citada calle, detrás del mercado.
 
Razzano llegó con su amigo Pellicer y salió a recibirlos el señor Gigena. Con cierta confusión producida por el interés del encuentro y las pertinaces recomendaciones de lucimiento que su amigo le hiciera por el camino, El Oriental, saludando cortésmente, llegó al centro de la sala. Entonces vio que se adelantaba hacia él un joven muy grueso, de agraciadas
facciones, peinado al medio, trajeado de negro, con corbata voladora y zapatos de charol.
Bien predispuesto, Razzano abarcó de un vistazo la atrayente simpatía que irradiaba El Morocho. El señor Gigena los presentó:
—Carlos Gardel.
—José Razzano.
Se estrecharon las manos con calor; sin recelos.
—Me han dicho que usted canta bien —dijo El Morocho.
—Me defiendo . . . —respondió modestamente El Oriental—. Pero las mentas suyas son grandes.
Gardel, sin contestar, inclinó la cabeza en agradecimiento al obvio elogio.
—Celebro mucho cantar con usted —agregó Razzano.
—Y yo igualmente, amigo —contestó Gardel.
Ya estaba sellado, virtualmente, un pacto de no agresión. El torneo adquiría de golpe el cariz que deseaba Razzano. No se trataba de bajar copetes, sino de que cantaran mano a mano dos mozos con fama de que lo hacían bien.
Hubieron las restantes presentaciones de rigor entre el recién llegado y los invitados. Una vuelta de licores puso más cordialidad en la tertulia. Gardel bebió una copita de ginebra. Razzano una de coñac. Y apareció, en medio de la rueda, la guitarra, con su torso femenino invitante al abrazo. Con innata cortesía criolla hacia el huésped, se la brindaron a Razzano. Templó éste. Se hizo un silencio de iglesia. Y la clara voz de tenor dijo armoniosamente la cifra:
 
Entre colores de grana, rey del espacio celeste,
el sol se asoma en el este con majestad soberana.
Ya la golondrina ufana emprende su aéreo viaje,
y a jugar por el oleaje bajo aquel cielo sin bruma
en lo blanco de su espuma tiende su negro plumaje...
 
Al finalizar Razzano, prorrumpieron todos en grandes muestras de aprobación, y fue el más generoso en ellas el propio Gardel. Le pasó la guitarra, a su vez, El Oriental, y, tras unos rasgueos, El Morocho entoné con hermosa voz de barítono las estrofas de un estilo:
Anoche mientras dormía, de cansando fatigado,
no sé qué sueño adorado pasó por la mente mía;
soñé que yo te veia y que vos me acariciabas,
que muchos besos me dabas llenos de intenso cariño
y que otra vez, cual un niño, llorando me despertaba...
 
Con la última nota, Razzano se levantó para abrazarlo. El entusiasmo de los felices asistentes a la tenida, no es descriptible. Los ¡bravo!, los ¡muy bien!, los ¡canten otra!, con admiración sincera, fueron repitiéndose. Y entre pase y pase de guitarra, copla va y copla viene, traguitos y comentarios, llegó el amanecer y, con sus luces, el final de aquella noche memorable.
Los dos cantores, noblemente hermanos por la puja del arte criollo,salieron juntos y a poco andar se despidieron:
-¿Donde lo puedo ver?- preguntó Gardel.
Y le contestó Razzano con la simplicidad de las cosas que llevan el destino de ser definitivas:
-En el café del Pelado,en la esquina de Moreno y Entre Ríos.
 
De "Carlos Gardel y su época" (1946)