miércoles, 28 de mayo de 2008

Y Eso Que Le Dije...

 Ramiro estaba exultante.

Desde que llegó a la playa de la joda corrida no paró de ganar. Surfista, pintón, vestido como en man o en vogue era irresistible.

La cosa marchaba dentro de lo previsto siendo mi amigo un rubio pedante, fanfarrón, irresistible para la franja de chicas de 15 a 20 años a un nivel inconcebible. De autos,motos de gran cilindrada, snowboard, eran las conversaciones  ante una audiencia siempre embobada y renovada alrededor de la fogata en los médanos o la barra de las discos.

Hizo de todo lo que le dije no debía hacerse si tenía temor a recibir una paliza. Promesas de amor incumplidas, préstamos de dinero nunca devueltos a las seducidas y abandonadas del tránsito de la noche a la madrugada.

Cuando salimos de Buenos Aires me escuchó con atención, al fin de cuentas yo era la voz de la experiencia después de concurrir a esa playa lejana los últimos cinco veranos a trabajar en un hospedaje.

Cuando llegamos la novedad lo mareó definitivamente y en su mirada burlona podía leer su desprecio a todas mis presunciones. Yo debía aceptar que tenía todo bajo control cuando las promesas y los desaires se renovaban y muchas veces con las mismas personas.

Por el mes de febrero lo vi poco, la marea lo arrastró hacia el carnaval y la resaca lo devolvió en marzo abrazado al amor de su vida.Me alegré.La última vez que nos vimos tomamos un trago tranquilo en una mesita de la rambla.Se lo veía feliz.

En abril lo busqué para saber como le iba y no di con él. En mayo de vuelta en Buenos Aires me encontré con su hermano Pablo que me contó la mala nueva: Ramiro anduvo una semana a mediados de marzo con Helena su enamorada visitando La Argentina y se la presentó a todo el mundo como su futura mujer.

Obligó a Pablo a que los acompañara de vuelta y ya en el lugar se instaló en casa de los padres de Helena.Pablo percibía que el aire se cortaba con una navaja cada vez que el hermano de Helena, algo mayor los encontraba en casa.

Y al final pasó. Ramiro utilizó el recurso porteño de romper el hielo; letal por esas playas: "QUE HIJO DE PUTA DIVINO QUE SOS!! El muchacho lo fusiló con la mirada, solo le farfullo un ¿COMO?....y Ramiro... "¡DALE NO SEAS HIJO DE PUTA!"

  El hermano de Helena fue a la cocina y volvió con una faca que le atravesó la panza.

Cuando Pablo demudado me terminaba de contar, yo tenía la imagen nítida de su mirada asombrada cuando le repetía antes de marchar de Buenos Aires, que por allí el "Hijo de Puta" ni en broma, bajo ningún concepto se te escape si no querés declarar la guerra". "¿Me estás escuchando? ¡Es muy serio, y vos tenés la costumbre!"¿Me oíste?"

Y el.... ¡Pero sí che! ¡Sí....ufa!

 

 

domingo, 25 de mayo de 2008

Dos Ráfagas

 Ramírez me dijo ¡Ahora andá, (mientras me arrojaba el ácido del frasquito que llevaba entre las ropas) mostrale al jefe de personal lo que te pasó por chupamedias comedido!

 Por un momento sentí que mis manos habían llevado la peor parte en el instintivo gesto de protegerme; pero más de una gota del sulfúrico me atravesó la guardia quemándome el rostro, los ojos explotando como dos gotas de agua cayendo en el aceite hirviendo.

 
Y todo esto por contárselo a la mujer del jefe de personal, que para entonces era mi ángel.

 Que le contó al marido que yo lo había visto a Ramírez robándose mercadería.


Ramírez fue a parar a la cárcel por robo. Cuando salió no tenía trabajo pero había recompuesto su relación con la mujer del jefe de personal que hacía un mes había roto  conmigo al descubrir que yo salía con una chica nueva que trabaja en la contaduría. "Te vas a arrepentir " dijo con toda la bronca.

 
Y Ramírez  descendió sobre mí para hacer el papel del exterminador.


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Era un león viejo y pulguiento que sobrevivía en la jaula de un circo al que la ruina lo condenó al sedentarismo justo en un pueblo de los tantos miserables de la llanura.

Una siesta me encerraron unos grandotes adentro de la jaula que ni candado tenía.

El león no se movió y ellos lo sabían. Pero yo desconocía que era una fiera moribunda.

Tan digna era su pose. Apoyada en las rejas su cabeza la mirada amarillenta reconoció la antigua expresión del terror y de pronto recordó. Estiró un rugido carnívoro y todo mi ser se fundía en un todo de noche, estrellas, ramas, reflejos de luna en un río caudaloso y hasta un sueño de Rousseau.

Yo me desmayé y el murió.


miércoles, 21 de mayo de 2008

Historias Ficticias Del Mundo Del Cine (1)

¡Se filma!...

(Y comienzo a servir una copa…)

Pero… el líquido se precipitó…

¡Va de nuevo…!

 

El Isidro de la ficción ya se fue. Dejó un saludo para todos en la mesa  del desayuno: "Lo pasé muy bien con ustedes, fueron dos meses en que pareció que nos conociéramos de toda la vida. Jorge, querido Jorge, personaje inolvidable, nos vemos en la entrega de premios a la actuación en la ceremonia del 2010.Te lo merecés por talentoso profesional y buen tipo. Mucha merde para vos".

María Clara, blablabla… (Seguía el Isidro).

Tuvo una línea cariñosa para todos.

 
Son las ventajas de la fama; el tipo tenía contratos que cumplir y ni un día más de los 2 meses fijados para "Reencarnación de un Asesino" podía destinar a la filmación de los cientos de plano- contraplano que me incluían.

El solicitado actor de cuanta ficción se haga en esta zona del planeta vive con los minutos tasados en la oficina de su representante con años de anticipación.

Yo no sé porque Ramiro D. lo llamó. Al final el tipo termina haciéndole un favor al debutante director; determina que toda la producción (con bajísimo presupuesto además) gire en torno a él. Se hace todo  contra reloj. Rogando que no llueva, copiando escenas dudosas que no conforman a nadie con la mirada puesta en la edición para que quede pasable…

Me dan ganas de sacudirlo a Ramiro y decirle:

"¡Te das cuenta lo que hiciste! Era tu oportunidad de confirmar en tu primer largo las virtudes que te destacaron en el mediometraje. Un autor de films. ¡El sello de Ramiro! ¿Será que a pesar de  tanto tiempo participando en tus trabajos desde los pinitos en super 8 nunca llegué a darme cuenta  que tu vocación era el cine mainstream?".

 
Si hasta Ignacio R., que siempre me pareció con pocas luces seguro lo percibió cuando ante mi pregunta de porque no había aceptado el papel principal en el  último mediometraje de Ramiro D., con el crédito ya otorgado para este largo y lo que podía significar para él, me contestó que no pensaba actuar ni gratis ni en cooperativa con Ramiro:

 "¿Te pensás que cuando tenga fondos para contratar, me va a llamar a mí que soy nadie? Ponele la firma que se va a rodear de todos los famosos que pueda y gente con nombre sin trabajo, sobra".

Tenía razón Ignacio, lo pude comprobar en la preproducción, cuando casi me deja afuera por un figurón de la tele que ni daba el tipo físico del policía.

Me le puse firme; ese papel debía ser mío. Me lo merecía.

 Me lo merecía desde el primer día en que hice trabajar a mis padres en su primer corto. Puse mi sueldo de la oficina íntegro para pagar el montaje y todo lo demás. Sería una traición inconcebible de Ramiro que yo no aceptaría.

 Se  asustó de mi mirada asesina, (y sí; estaba dispuesto a todo), me llamó y a regañadientes moviendo la cabeza, me dijo que el papel era mío.

El movimiento de cabeza y una actitud corporal de "incomprendido" me sacó de quicio y tuve ganas de asesinarlo:

 "¡QUE, QUE, RAMIRO…TE TENGO QUE PEDIR DISCULPAS, PONERME DE RODILLAS, BESARTE LOS ZAPATOS POR TU BONDADDDDD…!

 
¡Tranquilizate, che!… (Trató de apaciguar cagado en las patas)Vos no entendés…Igual ibas a participar del proyecto…

 Si no fuera que se interpuso el tipo de la oficina de producción le pegaba.

Solo mascullé para mis adentros "Canalla…Canalla…"

Al final hice del oficial inspector que en comisión viaja a la India para repatriar a un preso convicto de asesinato y fugado. Es solicitado por la justicia de mi país cuando fue localizado.

El asesino requerido comete el hecho de sangre 15 años antes, consigue huir a Oriente, rehace  allí su vida, se transforma en un trabajador honesto.Isidro, (el personaje de la estrella contratada).

 Yo, el policía, tenía varias escenas muy buenas de mi fracaso conyugal y profesional en el libro pero al final se borraron porque sin duda opacaba como personaje al protagónico. El preso me es entregado después de recorrer paisajes exóticos, se había mudado el tipo al culo del mundo y la policía de un pequeño pueblo de montaña cerca de Neppal lo tenía detenido. En el poblado lo conoce y lo aprecia todo el mundo. (Esto le permitió a Ramiro pasear al primer actor por parajes de ensueño y conseguir una fotografía exuberante que lo pondría a tiro de algún premio a la realización).

El protagónico en los quince años de exilio, se convirtió en un orientalista convencido y su prédica sobre la reencarnación consigue acercar al policía a su pensamiento. En la última escena lo libera de las esposas antes de subir al avión de regreso. Frustrará su carrera definitivamente, pero habrá conseguido la libertad…

Bueno, más o menos. La escena no fue, porque de nuevo conseguía poner en segundo plano al protagonista. Se optó por un monólogo del preso, que me convencía de que era posible una nueva vida sin hipocresía detrás de las montañas celestiales un sitio que el y su familia del exilio solo conocían. ¡UN VERDADERO MAMARRACHO ESTE FINAL!

 
Y bueno estoy ahora  haciendo los plano-contraplano teniendo como referente de los  movimientos, gestos, miradas a los asistentes y en otros casos a nadie, haciendo un esfuerzo de simulación que me perjudica el trabajo sobre mi personaje.

Reconozco que estos dos meses no los pasé mal, conocí gente diversa, otras formas de vida, una zona del mundo, solo actué y eso es decir mucho.

Estoy en carrera y lo principal es tener buena onda. No perder la calma. Seguir laburando en lo que me gusta, al fin de cuentas.

(Y copiar ciertas maneras, no me vendría mal. Recordar los nombres del elenco y cuerpo técnico; sonreír mucho; todo bien siempre. Repetirme "ESTA TODO BIEN, ESTA TODO BIEN".

domingo, 18 de mayo de 2008

Hacia El Desvío


El camión surgió raudo entre la polvareda y el momento que ambos esperamos insomnes, al fin sería.

El viejo Leming, como siempre sin acompañante, acostado en el volante y refregándose los ojos con un pañuelo para ver mejor, paró el camión casi tocando el cerco que apenas sobresalía de la vereda.El chirrido del freno de mano era la campana que avisaba de la llegada del indeseable y no mas saltar el viejo al piso evitando el escalón, Manuela, la empleada del almacén salía trotando para dejarle a Leming unos pesos sobre el banco de la puerta y a los gritos el pedido de la semana próxima y también algún reclamo por la mercadería de la semana anterior si lo hubiera.

Con la primera carga de carbón que llevaba hasta la puerta, Manuela estaba cerrando y Leming hacía lo de siempre, fumaba un cigarrillo parado frente a la ventana del cuarto de don Ignacio que desde hacía diez años no salía de la cama por una hemiplejia .

Apoyaba la nariz en el vidrio y Don Ignacio entonces entraba en convulsiones y a señalar el rostro manchado de carbón: el diablo o la misma muerte.

En el pueblo todos le temían y nadie se acercaba hasta la carbonería de Leming. Lo que había mas allá del portón todos lo sabían aunque nadie lo haya visto jamás.

Una vez un jefe policial quiso inaugurar un período que diera por tierra con la fama de Leming y fue a visitarlo sin avisar en la dependencia. Cuando volvió a su oficina saludó con una sonrisa al agente de guardia y cayó como fulminado ante el subordinado.

Murió en la terapia intensiva. El juez de la jurisdicción pensó en algo que bebió o comió en casa de Leming, pero la autopsia no reveló nada anormal, salvo…que el hombre llevaba mas de diez horas de muerto, algo imposible pues el comisario llegó de la visita a las 11.30, cuando le dio el ataque. Entró a la terapia a las 11.40. A las 12.10 se le quitó el respirador y fue a la morgue. A las 13.30 el legista llegó a tan extraña conclusión.

Antes, a las 12.05, dos agentes nuevos en la zona,- pues los más veteranos encontraron excusas para no plegarse- fueron comisionados para detener preventivamente a Leming. Tomaron la ruta hasta la rotonda y fue justo antes del desvío cuando un doble cabina cargado de cereal que tenía prioridad de paso los arrolló desplazando al coche policial hasta el cantero de granito donde se prendió fuego.

Cuando llegaron los bomberos, extinguieron las llamas al momento, pero…dentro del habitáculo carbonizado no había ningún policía. Se los buscó en 200 metros a la redonda y nada. Se puso el vehículo y toda la zona en manos de los mejores peritos y ni rastros. Me acuerdo muy bien del frasco con muestras del incendio que salió para la capital para un análisis definitivo, en la primera plana de todos los diarios del país.

Por entonces esos diarios de cien páginas envejecían en los escaparates con noticias que en ese lado del mundo mencionaban personas y lugares que a nadie le interesaban porque no podían relacionarse con ninguna familia o paraje conocido.

Fue de esa frecuentación obligatoria de la repercusión en los grandes diarios que descubrí el suplemento en colores de las fantásticas aventuras de Francis, un chico que jamás salía del granero. Con "Cachi" el hijo de un vecino nos hicimos fanáticos. Usábamos una pajita en la boca como el personaje y nos cortamos el pelo con un flequillo parejito sobre las cejas.

En el mismo banco en la puerta del almacén donde Manuela le dejaba el dinero y el pedido, una semana después de los extraños sucesos, la misma mujer a los gritos desde el interior le advirtió que el cartero le había dejado la cédula de notificación para presentarse en 48 horas en el juzgado como testigo del caso misterioso. El le respondió que no sabía leer, entonces Manuela cerró los postigos del cuarto de Don Ignacio, le pidió que le pasara el escrito por debajo de la puerta, que pegara el oído a la ventana y escucharía al mismo Don Ignacio, que amaba leer en voz alta desde la cama.

La secretaría del juzgado lo recibió en la antesala y se lo sacó de encima en diez minutos con tres preguntas tontas que evidenciaron un pánico que a duras penas sostenía la obligación de cumplir con la formalidad; en diez minutos lo despacharon a la calle.

Cachi y yo, reproduciendo la naturaleza del Francis investigador, nos pasábamos las mañanas y las tardes con una pajita en la boca tirados bajo los árboles elaborando un plan para ingresar al recinto donde el monstruo Leming tenía su morada.

Los escobazos de mi madre en varias tardes sucesivas en que permanecíamos tirados bajo los árboles como el héroe Francis, eran el precio que debíamos pagar por salvar a los pusilánimes paralizados por el miedo.

Muchas tardes nos pensamos como Francis, apoltronados y con un globito sobre las cabezas viviendo una aventura. No bastaba. Algo de la vida se filtraba entre los intersticios y debíamos ponernos en movimiento.

Al fin llegó el día y cuando Leming bajó las bolsas de carbón, sigilosos nos escabullimos en la caja del camión. Un vaho a cenizas quemadas casi nos voltea, la oscuridad se cerró sobre nosotros y el pestillo de la cerradura que cayó antes que el camión se pusiera en movimiento me provocó un acceso de llanto que Cachi me apagó cerrándome la boca.

El camino visto a través de una hendija abierta en la madera era el que desemboca en la rotonda, hasta que paró y tomó un desvío que no reconocimos.

No se detuvo más. Ya el sol comenzaba a caer cuando cansado de mí que solo quería salir de la oscuridad y desertar del intento, Cachi fue a mirar por el agujero y tomar una desición. De improviso el haz de luz le atravesó la cabeza marcando un punto en mi tórax, y Cachi desapareció. Tanteé los rincones oscuros, sentí la presencia de una piel fría sobre un travesaño de hierro, aterrado busqué refugio en un lateral y un líquido me mojó las manos. Reconocía esa calidez.El haz de luz me confirmó que era sangre.Empecé entonces a gritar pateando la puerta y el camión se detuvo.

Leming la abrió y salí corriendo, llegué a unas casas, desesperado pedía por Cachi.

Me rescató la policía que pidiendo la intervención de la estatal detuvieron a Leming.

Cuando pude contar lo primero fue pedir por Cachi. Mamá movió la cabeza diciéndole al oficial que Cachi era producto de mi fantasía. Estuve varios días pidiendo por él.

Cuando grité que porqué a mi no me creían y sin embargo estaba el caso de la desaparición misteriosa de los policías y la extraña muerte del comisario todos sonrieron, movieron la cabeza demostrando que no había ya de que hablar.

A Leming lo soltaron, pero antes corrieron habladurías en el pueblo sobre que me había secuestrado y algo mas que no recuerdo.

Hoy tengo 19 años y hace poco apuré el paso cuando reconocí a Francis entre una muchedumbre en el subte. Me miró con afecto y me dijo que si, el era Francis.

Como leyendo la pregunta en mi rostro, me dijo que ya no, que ya había aprendido a apreciar lo que nos es dado aunque pierda sus colores fantásticos.

miércoles, 14 de mayo de 2008

La Historia Intervenida

Ser gordo me trajo muchos problemas.
 El primero, una novia gorda que desde mis catorce años no se separó de mí. Por entonces, con 94 kilos y 1,65 mts fui el más odiado del colegio. Las niñas aborrecían de mí, era el hazmerreír de todos los compañeritos hijos de su madre que se divertían viendo mis muslos paspados todo porque  mi madre odiaba los pantalones y bermudas y me vestía con pantalones cortitos.
 Entonces apareció Violeta, una gorda como yo pero con unos músculos de acero.
 
Estábamos en la fiesta de primavera y los chicos se divertían metiéndome pizzettas en la boca que yo debía tragar porque dos grandullones habían apostado a que si yo podía reventar o no.
 Aquellos grandullones, cuando vieron a Violeta, empezaron a tirarle aceitunas y chips con queso. Era la primera vez que la veían porque Violeta concurría a otro colegio con el que el nuestro se había hermanado últimamente. La cuestión, que los compañeros de Violeta se agarraban la cabeza y la movían   mordiéndose el labio de abajo.

 A uno lo fue empujando a cachetazos hasta la pileta olímpica que tenía el barro de la temporada pasada. Le pegó una patada en el culo y lo mandó de jeta al barro viscoso.
Como había estado mirando antes lo que hacían conmigo me obligó a que masticara una pizzetta y cuando el bolo estuvo bien hecho me obligó a escupírselo en la cara al otro energúmeno del cuarto año.
Me agarró del cuello y me llevó a un costado. Prendió un porro, yo jamás había visto uno.
Violeta andaría por los 100 kilos pero medía por lo menos 1,70 mts.
 Agilísima... Saltó un alambrado para cortar camino hasta la avenida y me pasó a mí para el otro lado como si fuera un muñeco.
 Me iba a buscar al colegio y ya nadie se rió de mí. Engordé más y empecé a tomar vodka como ella.
 Una vez que me vió con los chicos tomando vino, se atacó, los corrió a todos y a mi me zamarreaba y me daba cachetazos mientras me decía que el vino era de pordioseros.

 Escuchábamos a Iron Malden y otros grupos hasta las 6 de la mañana, después me tiraba en la cama de su cuarto al que sus padres tenían prohibido entrar y se reía de mi pitito escondido en los pliegues de la panza, cosa que a mí me envenenaba de rabia pero no debía demostrarlo para que no me pegara.

Cuando quise cambiar de físico saqué un pase en un gimnasio. ¡Para que! Entró un día furiosa y me sacó a trompadas en los huevos.
Ya afuera me daba con los nudillos en los omóplatos que ¡mamita si duele!, y me repetía, ¡"lo peor de todo es que me mentiste"!. Yo le había dicho que iba al kinesiólogo.
 Me revisó los bolsillos y descubrió el plan dietético que me había preparado el entrenador.
¡"Mira!¡Mirá lo que hago con tu dieta, maricón!"...y se comió el papel. Después, como sabía que si bebía me volvía a pegar le dije que tenía plata para ir a "la cueva de la estación" a ver grupos.
 Estuvimos toda la noche de pogo y a las 8 de la mañana no quiso mas guerra. Usó toda la plata que me sobró para comprar tragos y se fue con un plomo abrazada.
 
Al otro día actuó como si nada y cuando le recordé el episodio me incineró con la mirada y me dijo: NO-ME-ACUER-DO- DE-NA-DA-OKEYYYYYYYY. PUNTO.
Me quería decir que también lo mío lo daba por olvidado.

Un día se enteró que yo escuchaba a Maria Carey y en la fuente de la plaza me metió la cabeza casi hasta ahogarme. Me hizo prometerle que jamás lo volvería a hacer. Tuve que dejarle el reproductor porque dudaba de mi sinceridad. Al tiempo se lo vi a un chico que me dijo que se lo había comprado a la gorda.

Y ocurrió que íbamos por la vereda del Banco y tenía la costumbre de gritarle al vagabundo de la esquina "Borracho, sidoso". El hombre tenía una botella en la mano y mi compañera ni alcanzo a darse cuenta que el tipo desde atrás le rompió la botella en la cabeza...¡La mató!

  Anduve raro, mal, muy mal por lo menos por dos años, necesitaba sentir que estaba vivo. La gente me parecía aburrida, mediocre, sin sangre en las venas.
Y un día conocí a una flaquita que estuvo internada por anorexia. Lo primero que hice es cambiarle los gustos sobre cualquier cosa y cuando descubrí que todavía se hablaba con un noviecito anterior, la fajé, ¡que paliza le di! ¡Al fin renacía!…………..................................................................................................

  Y aquí se detiene el autor y decide que visto la catadura de este chico, se merece que la gorda esquive el botellazo y todo continúe como estaba.
Como los dos son jóvenes vamos a darles una oportunidad: Imaginemos un futuro ideal para ellos en que su humanidad quede a salvo.
Decretemos que la flaquita anoréxica se rehabilitará felizmente y de paso, que ni sabe de la existencia del gordo pues nunca se cruzó con él.
Y el vagabundo………bueno, miren, el vagabundo…Holtz, un escritor americano en una circunstancia autoral semejante, diría  algo así como que en dos meses el vagabundo morirá de tuberculosis y él aprovechando su condición de demiurgo va a conseguir que la asistencia pública lo levante de la calle para que muera en una cama.
 El chiste de este gran autor jamás se me ocurriría como alternativa,  me provoca repeluz, por lo que para este caso apelo a al lector para que imagine un rescate poético de este hombre.

domingo, 11 de mayo de 2008

Por Los Arrabales Del Arte

- En Argentina, en Uruguay o en Chile con un peso por estos tiempos no haces una mierda. ¿Y con un dólar o un franco? Poco.  Tampoco alcanza para una mierda.
La verdadera estrella de las monedas, la que convierte al yens y a cualquier libra en papel pintado es el krugerand.
–El que hablaba era  Tony.

 Rulo era el que mas sabía en el barrio. Una enciclopedia. Un libro abierto en tiempos en que sin Internet la gente curiosa e informada, captaba la atención de todos (  mas tarde o mas temprano), por un sinnúmero de motivos entre los que destacaba una memoria prodigiosa y una imaginación que relacionaba sin esfuerzo accidentes topográficos con personas, animales, plantas , batallas, romances, inventos, experimentos científicos y misceláneas para todas las edades. En la casa de Rulo nadie leía ni demostraba interés, más bien se avergonzaban de la capacidad del chico. Lo consideraban un anormal, un freaks como se dice ahora. Miento. La madre no.  Mas bien hacía causa común con la parentela pero sin el fervor de los demás. Las razones eran varias. Entre otras; por ser una mujer diabética y a cargo de varios niños menores que Rulo, le daba al Rulo la tarea de llevar el control de los horarios de la medicación, la compra de los mismos y la lectura de los prospectos. También Rulo era el que organizaba los pagos de los servicios y el cobro mensual de dos alquileres de locales del centro.

 
-Bueno, yo me encargo de conseguir todos los datos, después lo vemos a Daniel.- El que hablaba era Rulo.

 
Daniel trabajaba en la herrería del padre. Llegado a la adolescencia se convirtió en un artista que aprovechaba la maña de herrero para elaborar complicadas instalaciones que cumplían a pie juntillas con la consigna de moda por entonces: "La obra de arte no es funcional mas que al arte".

Daniel recibió el encargo después que Rulo se apareció con dos tomos de la británica. El capítulo, monedas, emblemas, frontispicios, escudos etc.

 Tony era el de las ideas absurdas. Pero se trataba de una época en que la inflación era de tres dígitos y la pobreza crecía. Épocas en que la ambición no descansa así que cualquier intento de salir del pozo, por descabellado que fuera nos parecía razonable.

 
Daniel consiguió latón dorado  níquel y cobre para darle consistencia al trabajo.

 

Y en esta parte hablo yo, yo fui el motivo por el que Tony empezó a elucubrar, Rulo se puso en movimiento y Daniel  puso manos a la obra:

"El novio de mi vieja es un gil de cuarta, lleno de guita, heredero de una fortuna. Mi vieja se la pela toda y yo no veo ni el olor. Ella le dice que no quiere regalos, prefiere que le pase plata. Y el, embobado como está hace todo lo que ella quiere. Además que mi vieja me odia porque ella quiere ser vista por todos como una pendeja. Mis diecisiete años le pesan, no puede disimular que ya pasó los treinta. Cada vez que me ve cerca me echa y me manda a comer a lo de los abuelos, que andan preocupados porque cada vez me ven mas flaco. Yo tengo que hacer algo, buscar la manera de acercarme al gil y sacarle algún provecho. Dos veces le pedí mosca y me arregló con monedas al lado de los miles que le saca mi vieja que colecciona todo de kenzzo.

Tiene que ser algo groso Tony. Hacer la diferencia. No me vengas con encajarle un perfume de contrabando o una cámara de fotos de ocasión. Las pocas veces que charlé fuera de la vigilancia de mi vieja con el gil, me contó que quiere cubrirse de la inflación con una inversión segura, con respaldo en oro y buenos dividendos.

Pero yo además deseaba venganza: Esa perra convirtió a mi viejo en un cornudo y yo los quiero dejar patos a los dos para que aprendan.

 
Y después armamos la puesta en escena: Un aire de reserva y secreto que sedujo de inmediato a nuestra víctima. Un dejá vu que estimuló su avaricia, pero que solo se debía a la necesidad de hacer tiempo mientras Daniel daba fin a la elaboración de las monedas que a 800 cada una nos dejaría una fortuna.

Para darle seriedad a la cosa liquidamos nuestros ahorros para comprar una moneda legítima y que el gil la conociera. Le mostré a esa única, supuestamente parte de una remesa que la cajera del banco donde Rulo cobraba los alquileres, atesoraba y precisaba desprenderse así, de manera oculta para evitar habladurías y sospechas infundadas sobre su fidelidad como empleada.

 Para reforzar el engaño, apenas vi una sombra de duda surcar la mirada del tipo le hablé de un cáncer de mama que tenía a la cajera con necesidades económicas urgentes.

Asimismo el gil acompañó a Rulo al banco cuando coincidieron las fechas de cobro de los alquileres. Rulo nos contó luego que el gil cruzó una mirada cómplice con la cajera, esta le devolvió una sonrisa. Cuando atravesaron la salida  le comentó: "Que mujer valiente, nadie sospecharía que sobrelleva una enfermedad tan cruel".

Días después la cajera le preguntó a Rulo sobre su acompañante. "Que linda mirada que tiene, ¿es soltero?". Y nos reímos  a carcajadas...

Mi único temor era que el gil le comentara por descuido algo a mi vieja que se entretenía gastándole la plata sin sospechar mi plan.

El gil, cuando vio la moneda se fascinó y tardaba en devolvérmela. Entonces haciendo de tripas corazón le dije que la tomara a cuenta de la remesa. La descontábamos al final de la operación.
La miró de frente y perfil, se la aprendió de memoria por el tacto. Jugó con el reflejo dorado y en ese instante me di cuenta que ya lo tenía en mi bolsillo.

Daniel, que andaba siempre entre nubes de humo se demoró por una instalación que hacía con su maestro por aquellos días para presentar en una bienal.

Era un envase de hilo dental gigante que se habría y en su interior en lugar de hilo contenía palillos. Un alarde, según el maestro, de reflexión sobre la lógica del sentido, paradojas del contenido y estupideces por el estilo que nos hacían perder a nosotros un tiempo valioso.

 
Cuando estuvo listo nos pareció un trabajo impecable. Las monedas se veían refulgentes, pesadas y llegó el momento esperado. Fuimos a la casa del gil con Rulo y Tony nos esperó en la esquina.

En una mesa estaban los fajos preparados para nosotros y  la bolsa con monedas fueron a parar al lado.

Sacó algunas para mirarlas y de inmediato dijo que eran falsas. Nos acompañó a la puerta. No pudimos descular cual había sido el error hasta que Daniel volvió de la bienal.

Trabajando con los tomos de Rulo,Daniel, artista sensible y delicado como era, no le gustó nada la cara en que se muestra un animalito con cornamenta. Hojeando fue a dar con el capítulo de escudos de África y quedó encantado con el escudo de Suazilandia.
Le pareció de gran belleza y una oportunidad para descansar de las obras conceptuales que todo el tiempo le ocupaban con el profesor.

Es verdad que el trabajo le quedó hermoso. Esa cara transmite una dignidad que va maravillosamente en ese marco dorado.

El muy hijo de su madre siempre supo hacernos ver que el arte era otra cosa.

miércoles, 7 de mayo de 2008

La Vida Es Un Potro

Cuando yo nací, en Corrientes, ya no existía la hacienda chúcara, pero sí clientes necesitados de jinetes que se hicieran cargo hasta de los redomones.
 Así empecé, "redomoneando" como se dice a la ejercitación del caballo en proceso de dejar el bocado y "agarrar" el freno.

Soy de estirpe; ya mi bisabuelo era de aquellos criollos que de a mil quinientos a dos mil, y de una sola vez, ganaban las extensiones para en dos horas dejar listo un caballo para servir al ejército cuando las papas quemaban en el Paraguay y la hacienda no duraba por el pasto malo.
Me gustaba andar al trotecito, a la manera de allá, por el campo quebrado por cuchillas, arroyos y cejas de monte.

Mi padre era buen enlazador y por costumbre añeja usaba espuelas como grillos. Se casó con mi mamá con un par de ellas, relucientes, que durante años colgaron de recuerdo bajo el retrato que inmortalizó aquel día. "Las nazarenas", nombraba con afecto y para esa época en la estancia ya nadie las usaba si no se domaba.
Eso sí, jamás entraba en casa ajena sin descalzárselas, por respeto.
Lo que le gustaba de su uso era ritmar con el paso del caballo y acompañarlo con el silbido.

"Usted, parece sombra", me dijo una vez que lo sorprendí meditando atrás de la casa, yo por entonces usaba unas botitas cortas de cuero como guante, igual que ahora.
Ya andaría con ganas de mandarse a buscar trabajo en los corrales de Buenos Aires y hacer buen dinero, según el dato que le acercó un compadre.

Al poco tiempo y durante más de veinte años, Soriano, como le decían todos a mi papá llamándolo por el "apellido", (Apellido, que palabra ésta; si nos habrá traído problemas cuando cruzábamos tropa para el Brasil y nos detenían de migraciones) se fue a trabajar a los corrales en Barracas y Mataderos y no nos dejó faltar ni un solo mes  a mi madre y a mí la mitad de su salario.
Venía los primeros años  para después de la Navidad, cuando aflojaba el pique y después sus visitas se espaciaron más. Nunca nos dijo de llevarnos con el. Decía, "quédese con su viejita y nunca la abandone".

YCumplí, venía cumpliendo.

Iba a los bailes en el pueblo donde siempre me destacaba. Tenía buena apertura de piernas por ser hombre de a caballo y tenía una gran facilidad para aprender los pasos que veía en el televisor del buffet del club de programas como "bailando por una esperanza" o "Te invito a bailar" que cambiaban de ritmos todo el tiempo.

Así, que de solo espiar mi cabeza era una máquina que lo registraba todo y lo mandaba a los miembros en exactas coreografías de caribeño, jota cordobesa, vals, rock, tango o lo que sea.
 Los sábados y domingos en los bailes del club o en la Disco "tinieblas" (que tenía una luz negra que yo aprovechaba muy bien bailando vestido de blanco entero) ponía en práctica lo aprendido de ver y resultaba un suceso.

  Que más podía pedir; vivía con la vieja y era un personaje en las milongas. En mi trabajo por entonces de domador y entrenador de caballos de polo, bien considerado y sin embargo…tímido para la charla, poco expansivo, sin una pizca de la vanidad con que la gente suple su falta de méritos mandándose la parte contando cosas tontas pero como si fueran inteligentes.

 Claro que también hay tontos vanidosos a los que les descubren el juego estúpido y les tiran la lengua para reírse a las espaldas un rato.
Mi total falta del carisma para seguir concitando la atención fuera del baile, me acobardó y me hacía evitar la compañía de mujeres fuera de la pista más allá de un saludo. Y empezaron a comentar que yo sería maricón.

Cuando se empezó a desarrollar el turismo de estancias, participé en sortija, doma y rodeo para los visitantes. Había un grupo de danzas argentinas de tres parejas y yo que también me ganaba unos pesos sirviendo la merienda de pastelitos y mate cocido, le cacé el vuelo a las mudanzas de una vez.
Se dieron cuenta, de mi destreza porque cuando les falló un integrante me llamaron para reemplazarlo y ni se notó.

Y fue aquel día en que llevando la vajilla usada para lavar a la cocina de la estancia, vi por la ventana un solo del ballet "cascanueces" que me hizo temblar la fuente y poner en peligro la cristalería que llevaba.

Habré estado quince minutos espiando, cuando otro susto me provocó un dedo fino que me clavaron en el costillar.

¿Te gusta la tele? -Era Sonia, una rubia bonita, una de las hijas del patrón que estudiaba sociología en Rosario y volvía a casa los fines de semana-
Se asomó para ver que veían su madre y su hermana sentadas en un sofá de tela junto a la estufa y me miró raro y con una mueca de burla al ver hacer piruetas a Julio Bocca.

¿Te gusta el baile clásico? -Inquirió- No, cualquiera me gusta, -respondí y se me puso la cara roja de vergüenza porque yo quería bailar eso y no otra cosa-

Se rió de la fuente con la vajilla arriba que temblaba y se fue sin decir más.

Le dije a Fernández el bufetero aquél martes a la noche, ¿Che, que canales de cable hay? simulando falta de interés.

 Fernández, con el escarbadiente en la boca sacó de entre unas revistas viejas una del servicio y me la extendió.

Me fui a la mesa y me puse a buscar. Calculé la hora del domingo, pero por lo que veía no era ni necesario, en el 98 de "arte y cultura" la programación tenía baile clásico todo el tiempo. Pasé rápido por el canal cuando tuve a mano el control remoto y en ese momento había un coro de iglesia.

Salí excitado, lo primero que hice es galopar en mi lunanco a campo traviesa y cuando ya el caserío eran un manojo de luces a lo lejos, bajé el recado, estiré la carona de vaca con figuras grabadas al hierro candente y un cuero de nonato por si el rocío mañanero.

Me desperté cuando no había asomado el lucero y volví para las casas.


No me compré nada ese año y "le puse a mamá", así se  los comenté a los vecinos, la grilla de 200 canales.
Mamá no tuvo inconveniente con la novedad, enseguida se prendió con las telenovelas colombianas y un programa peruano del mediodía. El problema es que cuando volvíamos de juntar la hacienda todos querían ir a mi casa a ver la liga de campeones o la champion o la final de rugby en Samoa y me torturaba no poder estar a solas con mi vocación.

Los viernes a la tarde el baile de la tele tenía hasta 5 o 6 horarios y dormía poco para verlos.
Con dos repeticiones me bastaba para hacerlo perfectamente.

En Artfilm aprendí de la barra y el espejo. El de la pared del club, en el reservado para el siete y medio y el mus estaba uno que resultaba perfecto pero nunca me animé a poner uno en mi casa.

A la hora de la siesta aprendí a poner los pies en primera y hasta quinta.

Mientras abrevaba una tropilla practiqué el port de Bras. Sentado en la orilla conseguí en una tarde el difícil dehors. Mientras no me quitaba de encima la mirada un toro viejo conseguí la "attitude" que es la posición en que al cuerpo lo soporta un pié, mientras el otro se levanta con la rodilla doblada, los brazos redondeados y el cuerpo hacia atrás, de lado o hacia delante.

En un corral alejado para tener espacio me hice ducho en el plier (doblar) relever (subir)glisser (resbalar) tourner (rodar) elancer (trasladarse).
Tomado de un palenque aprendí sin dificultad el battement tendus, la ronds de jambe a terre en dehors et en dedans. En fin toda la técnica que iba viendo la incorporaba en dos horas como mi abuelo que ponía al día los pingos para el combate.

No pasaron ni seis meses y una chica, Marcela, que se estaba por quedar soltera, y compañera mía de giros y contragiros en las bailantas del club se quiso casar conmigo y lo primero que se le ocurrió es mudarse a mi casa.
La muy perra le amargo la vida a mi mamá y a mí no les digo nada perseguido a sol y a sombra sin intimidad para practicar mi afición con la compactera ni con el mp3 que me costaron un ojo de la cara.

 Para ella lo mío era suyo y no los tuve más.

Una madrugada la vieja me despidió en la puerta de calle. Escapé a Rosario.

La vieja sabía de mi afición pero nunca me dijo ni a.

En Rosario, todo fue fácil y eso que los 30 años no me ayudaban para nada.
Hice amigos enseguida en el ballet estable y enseguida dejé con la boca abierta a más de uno. Se sabe que la envidia de los mediocres envenena todas las actividades humanas sin dar resuello a ninguna, pero yo curtido por andar siempre a la intemperie puse a mal tiempo buena cara y dejé a los estúpidos tragándose la hiel.
Los regisseurs y maestros de baile se asombran y declaran todo el tiempo su admiración por mi extraña aptitud y no me creen cuando les cuento como empecé con esto.

El mes que viene me presento en el argentino de La Plata y haciendo fíjense que  cosa: "Cascanueces".
Voy a ver si lo convenzo al viejo que se jubiló el año pasado de resero en Mataderos para que me venga a ver. Y también invité a los cuatro hijos que tuvo con la nueva mujer. A la mujer no, por respeto a mi madre.
Veremos como se presentan las cosas.
Lo cómico es que Julio Bocca con 40 años se está retirando y yo voy a estar en la flor de la edad.

¡Que historia! Y de seguro jamás contada que por eso vale la pena que la cuente. ¿Y si no?

domingo, 4 de mayo de 2008

Bond Con "B" De Benganza (Final)


FINAL: BOND, CON "B" DE BENGANZA

Y ahí lo tengo al pobre, aterido de frío en la salita de recepción, esperando un helicóptero que bajará en un descampado vecino. Le halcanzé hace un momento un mameluco que uso para desagotar pozos y no se lo quiere poner. Prefiere estar envuelto en un toallón de mi servicio de habitaciones. Le dije que solo se lo prestaría hasta el helicóptero, pero este hombre que anda por los 80 largos (no tranquilamente) parece no escucharme. Llegó hará unos ocho días a esta "isla Mayor" distante a 92 km. del continente.

Al comienzo les conté del viejecito aterido de unos ochenta años. Este tal es el James Bond verdadero. Recala aquí por la publicidad, (merito de Hortensia) que posicionó al lugar como especializado en hatender a jubilados, veteranos la mayor parte de servicios de inteligencia. No habría sido recibido de manera especial ( recalan en "Hortensias Hotels" cantidad de estos viejecitos menos y más famosos) si no fuera que Claudina, de relaciones públicas del hotel, tiene debilidad por el personaje, el literario y cinematográfico por lo que el hombrecito de mirada acuosa, de sonrisa pintada, fue recibido con un menú que menta Fleming en un libro de los 60 : Blanc de blanc brut de 1943—rognon de veau grillé con pommes suflés—fraises des bois—coeur dartichaut---(pasó con amabilidad ante la oferta del martini con vodka agitado) a cargo exclusivamente de Claudina pues Hortensia de enterarse que se le ocurriera cargarlo al Hotel la echaría de patitas a la calle.

Bond, con domicilio en Londres y con una renta vitalicia que ya no alcanza para alternar en Mónaco, se hubiera conformado con Miami o Las Vegas de no haber huido en años anteriores volando por lo prohibitivo de los precios de las chicas neumáticas y las largas demoras en los aeropuertos.

Aquí todo le resulta de bajo precio y se advierte la satisfacción que siente al poder solventar otro año más los enormes gastos que significa soportar esta soltería octogenaria sin desprenderse de ninguna de sus propiedades, aunque sus míticos autos duermen hace diez años en el garaje arrumbados.

Yo estoy casi todo el tiempo dedicado a la atención de los servicios de destapación de cañerías y la deposición de los residuos en el parque ecológico a bordo de un tractorcito con la sigla H:H.enorme en sus flancos. Mi residencial, para no cerrarlo se lo di a administrar al muchacho del kerosén.

Este turismo ruidoso y sobre todo sus vecinos del "F"pude ver como le cambiaron el ánimo a Bond. Este es ahora un hombre que se divierte de 18 a 20 con dos mulatas en el cuarto pero luego pretende dormir.

Una selección de básquet vino a pasar una semana sabática y sus orgías hasta las 7 u 8 de la mañana lo hicieron quejarse ante la mismísima Hortensia que lo oyó sin hesitar pero no hizo nada para solucionarlo.

Cuando marcharon los basquetbolistas, Hortensia mudó a esa suite a un matrimonio de clase media con un chico insufrible.

La situación se encaminó para peor, el viejo Bond se dio cuenta que Hortensia no lo toleraba y disfrutaba molestándolo. El chico por la noche le pateaba la puerta que sonaba como una bomba y ya no podía volver a dormir.

Junto a la piscina el niño le descargó un balde de agua mientras se encontraba en bata tratando de pegar un ojo. En una inspección que hice en su baño me contó de su desventura y su deseo de partir de ahí pero antes vengarse de un trato tan desaprensivo e irrespetuoso. Imaginé entonces una Benganza a lo James Bond. Una Benganza que terminaría con la villana de esta historia que no quería ni cambiarlo a otra suite ni por caso devolverle el dinero por adelantar la partida.

El comandante de la base estaba siempre en la administración de charla musitada con Hortensia así que a esta ningún jubilado podía llegar a amedrentarla.

El helicóptero que trasladaría a Bond ya aterrizaba y yo estaba ansioso por conocer como se había vengado el superagente.

Me contó que fue al comedor recién habilitado con 200 mesas y con un cartón fue tapando las bocas de las jarras de agua una a una y dándolas vuelta sobre la mesa. Mientras yo no salía de mi estupor me contó que se vengó del niño haciéndole estallar en la boca un confite de chasco. El niño empezó a llorar y llamar a su papá que lo encaró como una tromba dispuesto a matarlo.

Bond se refugió en la piscina respirando con una caña y luego buscó mi ayuda.

Me pidió que llamara a la embajada de su país que dispone de un servicio para jubilados notables, en problemas.

Antes de irse me obsequió un llaverito con la marca de su famoso auto y yo me quedé esperanzado con que un día las trompetas del cielo suenen para mí a justicia.

FIN

(Gracias nuevamente a Hugo Andrés Simkin por sus dibujos)