La cosa vino bien; diría impensadamente bien durante dos años. Un siglo para este ambiente. Y mientras duró, Roly tuvo un talento natural para sostenerse.
Mi metier era la imagen, las presentaciones, las grabaciones, el cartel (con este sí y con este no) el perfil para el público y tanto más. Pero la experiencia marca que por más que el trabajo se haga impecable el motor pega tres sacudidas y se detiene en la mayoría de los casos. Se empuja, se empuja a pulmón una cuadra o dos y después nada- casi siempre-
¡Ojo! No te digo que sea como la flor blanca de la pata de vaca que se abre como orquídea y dura un día- el otro día vi una que se abrió al amanecer, estaba nublado y no conoció el sol-
El Roly empezó dejando la novia. En eso no me metí, nunca tengo que pedirlo, a la novia la dejan y cuando la fiesta termina vuelven a buscarla.
Trajinamos dos meses con seis canciones de estribillo pegadizo y el Roly las estiraba 45 minutos. Ya estábamos en ruta hacia otra discoteca y la gente seguía vivando y pidiendo más. Cuando fue tiempo de agregar otros temas al repertorio era imposible conseguir un espacio en la trajinada vida de Roly. Acordamos un aprendizaje online y tampoco hubo caso. Estuvimos cuatro meses más con las canciones que ya se habían convertido en viejos éxitos y el fervor de la gente no declinaba.
Con el arreglador, convertimos a los seis temas en enganchaditos para darle un poco de aire al material que nuestra experiencia nos dictaba que se agotaría de repente y sin aviso y el negocio consigo, también a la mierda.
El Roly era bueno como el pan, pero que no lo hicieran enojar. Cuando el negocio marchó viento en popa, exigió privacidad, el cumpliría el contrato de 5 años por presentaciones y regalías pero en su vida privada que ni me metiera.
Roly-le respondí- Si vos creés que se puede seguir así ,por cinco años, congelados en una primera época esperando que los giles nos mantengan a cambio de ofrecerles siempre el mismo menú, te digo que no es lo mío. No tengo nada que hacer entonces.Hacemos cuentas y sigo mi camino. Prefiero manejar un vivero de plantas y vivir en una renovación permanente.
Fiel a su estilo, Roly cortó conmigo y acto seguido me regaló un vivero en pleno funcionamiento en la panamericana.
Lo que en un primer momento me indignó, enseguida pasó a ser un reconocimiento inevitable hacia quien había descubierto en una frase dicha al voleo- para graficar nomás un estado de postración- una vocación impostergable.
Es el día de hoy que sigo con el vivero y hasta me llaman para diseñar parques públicos.
En la próxima Bienal de Arte Y Diseño, coincidiré con Roly en una performance que lo tiene como protagonista.
Sabido es que por aquel entonces sus presentaciones se hacían con una gráfica que impuso el pasamontañas como prenda identificatoria de la tribu urbana que lo seguía. Su idea es mostrar su última producción escultórica en bronce, sobre íconos como Law,Johansson, Bardem, Madonna, etc. enfundados en pasamontaña.
Demás está decir que Roly en los quince años que han pasado desde entonces continuó reinventándose hasta este presente de artista plástico, como si la hubiera tenido clara desde el vamos, el muy turro.