domingo, 28 de septiembre de 2008

Carrera Artística

La cosa vino bien; diría impensadamente bien durante dos años. Un siglo para este ambiente. Y mientras duró, Roly tuvo un talento natural para sostenerse.

 

Mi metier era la imagen, las presentaciones, las grabaciones, el cartel (con este sí y con este no) el perfil para el público y tanto más. Pero la experiencia marca que por más que el trabajo se haga impecable el motor pega tres sacudidas y se detiene en la mayoría de los casos. Se empuja, se empuja a pulmón una cuadra o dos y después nada- casi siempre-

Y la gente cree que esto de la fama es algo que ocurre.
 Como un crisantemo que explota y parece que no va a marchitarse jamás, o espontánea como la azucena que muere una un día y ni se nota porque la reemplazan cien iguales.
En este negocio de la música todas son rosas, o sea, mueren pronto.
Se disfruta rápido.El perfume ascético se percibe a golpes del olfato. Hay que acercar el rostro, poner la cara, no es un jazmín, que dura y con los días madura como el vino.

¡Ojo! No te digo que sea como la flor blanca de la pata de vaca que se abre como orquídea y dura un día- el otro día vi una que se abrió al amanecer, estaba nublado y no conoció el sol-

 Como un bebé que pasa por el mundo por unas horas y consiguió solo la identidad de los papeles.
 

El Roly empezó dejando la novia. En eso no me metí, nunca tengo que pedirlo, a la novia la dejan y cuando la fiesta termina vuelven a buscarla.

No es para nada agraciado, pero eso sí, de un magnetismo que no tarda ni cinco minutos en meterse a la gente en el bolsillo.
 

Trajinamos dos meses con seis canciones de estribillo pegadizo y el Roly las estiraba 45 minutos. Ya estábamos en ruta hacia otra discoteca y la gente seguía vivando y pidiendo más. Cuando fue tiempo de agregar otros temas al repertorio era imposible conseguir un espacio en la trajinada vida de Roly. Acordamos un aprendizaje online y tampoco hubo caso. Estuvimos cuatro meses más con las canciones que ya se habían convertido en viejos éxitos y el fervor de la gente no declinaba.

Con el arreglador, convertimos a los seis temas en enganchaditos para darle un poco de aire al material que nuestra experiencia nos dictaba que se agotaría de repente y sin aviso y el negocio consigo, también a la mierda.

 

El Roly era bueno como el pan, pero que no lo hicieran enojar. Cuando el negocio marchó viento en popa, exigió privacidad, el cumpliría el contrato de 5 años por presentaciones y regalías pero en su vida privada que ni me metiera.

Roly-le respondí- Si vos creés que se puede seguir así ,por cinco años, congelados en una primera época esperando que los giles nos mantengan a cambio de ofrecerles siempre el mismo menú, te digo que no es lo mío. No tengo nada que hacer entonces.Hacemos cuentas y sigo mi camino. Prefiero manejar un vivero de plantas y vivir en una renovación permanente.

Fiel a su estilo, Roly cortó conmigo y acto seguido me regaló un vivero en pleno funcionamiento en la panamericana.

Lo que en un primer momento me indignó, enseguida pasó a ser un reconocimiento inevitable hacia quien había descubierto en una frase dicha al voleo- para graficar nomás un estado de postración- una vocación impostergable.

 

Es el día de hoy que sigo con el vivero y hasta me llaman para diseñar parques públicos.

En la próxima Bienal de Arte Y Diseño, coincidiré con Roly en una performance que lo tiene como protagonista.

 Sabido es que por aquel entonces sus presentaciones se hacían con una gráfica que impuso el pasamontañas como prenda identificatoria de la tribu urbana que lo seguía. Su idea es mostrar su última producción escultórica en bronce,  sobre íconos como  Law,Johansson, Bardem, Madonna, etc. enfundados en pasamontaña.

Demás está decir que Roly en los quince años que han pasado desde entonces continuó reinventándose hasta este presente de artista plástico, como si la hubiera tenido clara desde el vamos, el muy turro.

 

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Sin Puccini

(De nuestro corresponsal)

El hombre nos mira inquieto y luego vuelve a acariciar las teclas en algún momento plácido de una sonata de Mozart.

Atrás quedó la especie que se echó a rodar acerca de un individuo calzado de botas altas con vueltas y el pelo tocado con una peluca con bucles.

 El atormentado individuo a quien la justicia no ha preservado, se encuentra rodeado por periodistas de todos los medios que le preguntan sobre la satisfacción de sus deseos sexuales en estos treinta años largos alejado del mundo. Les responde girando los ojos y con citas de "El trovador" "La Traviata" o "Rigoletto".

 No lo escuchan cuando menciona "el bufón deshonrado" o "la tuberculosa Violeta", prefieren pasar a otra cosa: "¿Nunca intentaste escapar? ¿Que opinas del caso austríaco? ¿Qué les dirías a los jóvenes que han llevado una vida tan distinta a la tuya?

¿Te gustaría ver la película "Desde el jardín"?

Es el gran día y le llueven propuestas desde programas de la tele educativos para padres, hasta para "Mira al que toca" o "Mira al que canta" (que su flamante representante estudia con mucho celo para que no se le escape una millonada).

 

A punto de observar el sol por primera vez, el muchacho con demasiados puntos oscuros de su historia sin aclarar (y que seguramente nunca se sabrán fehacientemente si se enturbian en el fango amarillista) está a punto de abandonar a sus días de Boito, Leoncavallo, Mascagni.

Adiós al sensualismo, la melancolía y el sentimiento en melodías celestiales esparciéndose durante treinta años por la mansión tabicada.

 

Su padre, antes de dispararse escribió: "Hijo mío: Que Puccini y su encanto te acompañen por un mundo sin Tosca, Butterfly, Manon ni Mimí".

Saliendo al patio ruinoso, rodeado de cámaras, juro a mis lectores que no dijo una palabra, solo hizo una pantalla con su mano izquierda, los dedos largos trajinados en el teclado hicieron pianito.

Comprendo súbitamente su necesidad de apagar el astro y encenderlo a voluntad, regular su intensidad.

Carlos Serafín- Exc. Para "La Nota Al Aire"

domingo, 21 de septiembre de 2008

Temporal

¿Todo va bien? ¿Necesitan algo?

La mujer a los saltitos y empapada hasta los huesos había llegado por el camino rodeando varias dunas y no sabíamos que contestarle.

La cabaña resistía solitaria una tormenta feroz desde hacía dos horas y a las cuatro de la tarde quedaban otras tantas horas de luz   dejando el espacio para una noche de las de la playa: estrellada y con una brisa agradable.

 Ya disfrutaba de antemano el perfume húmedo de los aromos de la costa - de florcitas amarillas- y los grillos uniéndose al coro de sapos que Ana no soporta; le parecen niños aullando.

La mujer, chorreando, sonrió y  volvió sobre sus pasos.

 

 Y llegó la noche y el vendaval de agua arreciaba sobre la casa.

 

Alquilada por unos días,  elegí la casa por lo alejada del pueblo, tenía un cartelito descolorido con un teléfono de consulta. La mujer del relato nos pasó cincuenta pesos por día y acepté. Digo acepté porque Ana me siguió a regañadientes, aunque el humor le cambió cuando las comodidades no le parecieron tan mal.

 

Ana es mulata y dice que de África le viene ese olfato para identificar que algo está mal.

"La mujer no chorrea agua como toda la gente- me dijo y entornó los ojos-La estoy viendo ahora mismo como entra caminando al mar".

La miré como precavido de que intentaba atemorizarme para divertirse.

 
Afuera la lluvia y el viento seguían arreciando.
 
 
 
 

domingo, 14 de septiembre de 2008

Soñé

…Soñé que iba a una ciudad de cúpulas como ojivas de las que se sueñan como del este, mi única compañía un perro a quien llamaba "ayudante", ¡fíjese usted que nombre para un perro!

Cuando llego me ofrecen matrimonio con la hija del rey. Antes me hacen mil preguntas a las que contesto invariablemente "no sé"; no se quien es mi padre, ni mi madre ni de que país vengo. Se todo eso pero  miento.

Aprueban todas mis negativas. Me atiborran de manjares, me llevan a darme un baño caliente que después de semejante cena casi me mata. Y el sirviente parece feliz por llagarme la piel con un chorro de agua hirviente.

 Me entregan una daga y yo no sé que debo hacer con ella.

Cualquier idea me parece descabellada. Miro el suave cuello de mi prometida y una sensación insondable me conmueve. Entonces vago por la ciudad y cuando se hace de mañana cuatro soldados me detienen. Me encierran en una celda de gruesos barrotes y me entregan una de esas sierritas para hacer artesanía. La daga me fue retirada de las manos envuelta en un terciopelo rojo y desaparece con los guardias con los rayos de sol que permitía la puerta entreabierta.

Solo y con los días pasando a oscuras sin agua ni comida. Pero no perdí el tiempo y la sierra se comportó, a lo largo de varios meses estimados por el largo de la barba.

En los escasos momentos de descanso hasta que los barrotes cedieron dibujé en el piso un mapa de mis antiguos espacios habituales. Bastante fidedigno, pude comprobarlo cuando la luz volvió a filtrarse por la puerta y gané la calle.

 Se había formado en la salida un corrillo de soldados y funcionarios con carpas armadas bastante tiempo atrás que no parecían asombrados por verme aparecer y  me devolvieron ceremonialmente la daga.

 Entonces en un arrebato corrí por el desierto, tiré la daga en el camino; mis perseguidores me cazaron como suelen hacerlo en esas regiones, con una certera piedra en la cabeza que me desmayó.

Desperté al lado de un pozo y me enterraron vivo porque  si la tierra me devolvía a la superficie tendría derecho a seguir viviendo.

En la noche cerrada y en la calidez de ese manto como de plumas mojadas que abrigaba el calor del sol de la tarde, sentí una respiración pasmada y unas garras que separaban cascotes.

No era otro que "ayudante" y suavemente me descubrió el rostro con sus pezuñas.

Con candiles en las manos y presurosos llegaron dos hombres y otro más fue a despertar a los sacerdotes.

 Me entregaron la daga de nuevo, plegaron el terciopelo que uno  guardó entre sus ropas.

La completa inacción de la tumba me produjo un alumbramiento. Fui al palacio del rey y separando los tules de un lado le hundí al monarca la daga una vez en la garganta y otra en el estómago para asegurarme.

Y me quede sentado en el descanso de acceso esperando una señal.

Ayudante se había alejado de mí con la cola entre las patas. En un momento miré al rey asesinado, contemplé sus manos blancas y secas, deduje por las señales que por meses permaneció boca arriba en la cama esperando me decidiera.

Cuando fue el mediodía y la sangre de la daga coagulaba llegaron a buscarme. Me vistieron para una boda, pensé sin saber que podía ser también mortaja.

Me volvieron a enterrar y sobre la tumba plantaron un árbol muerto que se hacía polvo de solo tocarlo.

Si llegaba a reverdecer mi pecado estaba perdonado, todo esto lo supe luego.

Me amigué durante una estación entera de ese árbol cadavérico.

Le respiré en las raicillas por afecto, sin saber que en ello me iba la vida.

Y reverdeció y fructificó y fui desenterrado y yací en más como rey al lado de la princesa…

¿Y que pasó, Jorge?  Estamos terminando la sesión,nos queda un minuto...

Antes de despertar la princesa me entera de que seré padre de una niña en 9 lunas según los astrólogos. Decido vivir feliz y tapiar todas las puertas y ventanas que dan al poniente…

OK Jorge…Nos vemos en la próxima…

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Por El Sendero

Caminaba por las adyacencias del estadio durante la tarde soleada y como siempre la caravana de pensamientos conmigo. Atravesando un bosquecillo de eucaliptos de la época en que se buscaba sombra sin mas y se plantaban árboles de crecimiento rápido, me detuve ante una montaña de cajas entre la enramada y me acicateó la ironía:-¿Para cuando un producto denominado profilácticos del bosque?

 Continué andando y riéndome de mi ocurrencia. Hube de llegar a un claro donde una mujer, envidia de las ninfas se calentaba con rayos dorados y una fuerte vibración me hizo llevar la mano al oído derecho. Sentí miedo, temí perder el sentido. Pasó con el sonido de un aleteo y continué marchando.

Fue el comienzo del acoso, solo que aquella vez desconocía el comportamiento de mi insólita compañía.

Pasaron algunas semanas en que volví algunas veces por aquel sendero.

 Cercano a la creciente luna de agosto, en una tarde de las frías que hace mucho no se dan y pensando en el fuego erótico que lleva a algunos en unas noches heladas a compartir el tronco de un árbol con décimas bajo cero en una maratón digna de no sé que causa, algo como una sombra se me pegó al costado. No pude disimular una mueca de espanto, no había nadie, un zumbido creció en mi cabeza.

 

 Tomé un taxi y fui a pedir una   entrevista con el otorrinolaringólogo.

El facultativo  encontró todo normal pero me aconsejó la visita a un clínico.

No fue necesario; esa misma noche se desató el entuerto.

 El fantasma se  mecía en el cuarto a la altura de la araña de caireles que fue propiedad de mi difunta bisabuela. Al principio enmudecí, pero ante su insistencia y perseverancia en jugar con el rulo que se me forma en la frente desde la niñez;  indeciso al principio pero firme y con ánimo elocuente después, aparté lo que parecían sus ansiosos dedos para explicarle que mi deseo no se compadecía con la necesidad de nadie que no fuera hembra humana.

Un esfuerzo  inútil. Hubiera necesitado un traductor con experiencia en contactos con universos paralelos. No consideró ni uno solo de mis argumentos y complicó más aún mi endeble posición cuando manifestó su deseo de vivir conmigo.

Recurrí a un amigo íntimo y le pedí consejo mientras jugábamos al pool en el club Recreativo. A las carcajadas me advirtió que lo mejor en estos casos es tomar medidas, al tiempo que meneaba las dos manos en un gesto irreproducible.

En situación tan confusa que llega a oprimirme el pecho, solo se me ocurren ideas descabelladas, y en mi depresión impulsos  tales como el de  ir a la peluquería a hacerme unos reflejos.( Fue mientras miraba distraídamente a un personaje de la película "300")  

domingo, 7 de septiembre de 2008

La Ceremonia En El Jardín

 En doscientos años  se podrían mencionar varios alertas que no pasaron desapercibidos.

El caso de los osos panda fue el más sentimental de todos, el más efectivo a la hora de comprobar el encendido televisivo.

 Tan parecidos a la imagen que se diseñó como símbolo de pureza, fragilidad, ternura, aparecieron un día muertos de hambre, esquivando los vehículos que transitan Shangai. El mundo se escandalizó por primera vez aunque hacía ya tiempo que los bosques de bambú desaparecían.

Entonces, echa la redada se comprobó que los osos eran todos adultos y que los pocos que no habían huido del medio natural no tenían vástagos y hacía años que no se tenía noticia de ningún nacimiento en las aldeas cercanas a las  reservas de fauna.

Los zoológicos los adoptaron y se reprodujeron dando paso a  la fertilidad segura en ambiente amigable. Duró un tiempo y dio aire a los impulsores del desarrollo sustentable.

 Otro día empezaron los alertas desde el zoológico modelo de Dusseldorf y hasta del comunitario de Bombay:

Las especies en extinción internadas mostraban signos de esterilidad y en el recuento de especies, mes a mes, la lista se engrosaba.

Ni se hablaba de los parques nacionales ni sitios ransar, ni humedales estratégicos; las noticias de esas migraciones que se calculan en millones de miembros se raleaba con una velocidad inédita, sin hecatombes, sin peste, se diría que todo se disolvía silenciosamente y así como una abeja tiene sus ocho días de gloria bajo el sol, lo tenía una vez la navaja, otra el piure, otra el plancton y así hasta desaparecer unos y otros como si jugaran a las escondidas con los pescadores que miraban el mar como diciendo "ya está bien, es suficiente, tu ausencia me empieza a asustar, que tal si recomenzamos el juego de toda la vida".Y luego como pasa con la ausencia de un ser querido, la ansiedad, la bronca impotente.

Yo nací en esta época. Mis primeros meses coinciden con la aceptación formal del cambio y la puesta en marcha de la nueva relación con el mundo.

Ya pasó la emergencia mundial, el gasto desmedido con el objetivo de un nuevo paradigma. Todo en vano y con un tono  que no se recuerda de otra etapa histórica.

 Los días de mis padres eran los del "como sí".

Nadie durante veinte años se animó a trasladar sus angustias compartidas a la luz tenue de la tele encendida, a una nueva configuración de la vida social y política.

El mismo curso de los días se encargó de modelar las conciencias robando durante el sueño de los hombres a las bacterias, a los virus, a las pulgas -nombro estas tres que recuerdo de su cuento porque mi padre dice que jamás se pensó en un Apocalipsis de un signo tan extraño; se reía al nombrarlo como el " Apocalipsis amañado"…o escabullido... No recuerdo la palabra exacta que quizás tampoco tuvo descendencia y murió, ja, ja!-

El tiempo de la muerte silenciosa resignificó el mundo de tal manera que hizo surgir una antiutopía que junto con la depreciación biológica vio nacer una representación desconocida, fervorosa, dulce.

 Sin víctimas ni victimarios, con el plazo fijo de la sonata, la sinfonía, la obra en tres actos, la ópera.La vida se desenrollaba como una pintura oriental que, partiendo del centro se despliega hacia los extremos. Uno se detiene en un trazo habiendo desplegado hacia arriba y compensa hacia abajo descubriendo una piedra en el río que refleja al astro dorado. A un movimiento plegamos el sol que desaparece y queda la piedra sola con reflejo inverosímil. Una arte exquisito a la vez efímero y eterno.


Durante los treinta años que llevo habitando la tierra, unos cuatro mil millones de seres han desaparecido, el espectáculo de los adultos delfines es el favorito del mundo, nuestra alimentación se reduce a lo mínimo.

Asistimos a la fiesta de la explosión de la sandía como uno de los extraños acontecimientos que nos depara la casi extinguida generación de frutos.

Diana sentada a mi lado en un atardecer, vio posarse en mi nariz una mosca de las omnívoras que aún milagrosamente se reproduce y me apretó la mano.

 

Nos despertó de nuevo el sol que cada vez escucho más nítido al despegar del horizonte como una piedra arrojada a un pozo de agua profundo. Diana me dice que con el silencio de la noche boreal pronto escucharemos hasta el chirriar de las estrellas o el crujir de la luna.

Naturalmente ha surgido entre nosotros una compenetración que no distingue un propio de un ajeno y la ceremonia es la máxima expresión  que sin necesitar de bastonero u oficiante nos surge como necesaria y son de provecho los gigantescos jardines del museo.

Hoy precisamente los nervios pueden traicionarnos, la expectativa es creciente.

Al lugar en que se hallan tres aún saludables árboles de coronillo (Scutia buxifolia) se llegará la increíble mariposa Morpho Catenarius enorme con sus azul y blanco resplandecientes.

Aún no nos abandonó y  nos reunimos para saludar su llegada.

Por temor a que se asuste, los miles que seremos en la reunión al aire libre esperaremos inmóviles a que coma de las hojas de su único huésped existente y luego formados en procesión con trajes alados de azul y blanco la acompañaremos hasta verla desaparecer por entre las rejas del antiguo palacio.

Sí, la esterilidad nos ha dado la forma y el fondo y partirán ellas también con nosotros, con el último hombre.