viernes, 31 de diciembre de 2010

Ahí Está La Lluvia

 Llueve sobre el asfalto, sobre las copas de los árboles tapadas por el polvo, sobre la enredadera del corredor, golpea fuerte sobre la canaleta de chapa y se expande a borbotones sobre la cabeza del sapo flaco que salió a ver que pasaba.

Cuando nadie lo esperaba empezó a llover, ni una brisa la anunció. Nadie sale a bailar bajo la lluvia ni a dar gracias. Llueve y es mucho más de lo que estábamos esperando. Casi nos olvidamos del recogimiento que produce la lluvia y aquí estamos mirándola de lado como a un mago o un contorsionista que minutos antes escuchábamos displicentes y ahora nos silencia con sus habilidades.

Todo estaba ahí, durante tanto tiempo permaneció sin mostrar como disimulaba con trabajos la herrumbre de sus herramientas y ahora siega fino el borde de la vereda.

La lluvia desparrama perfumes, hace sonar el tambor en el momento justo y cambia de clave con la misma parsimonia que dibuja un silencio largo que no aburre.

No abandono la sala, recupero gestos olvidados y cierro la persiana cuando el viento empieza a arreciar.

Bendita lluvia la que acaba de pasar. Dejó lagos de agua salpicada por las luces que empiezan a encenderse. Y apenas son las seis de la tarde y sueño que paso por la esquina y nos acaricia a todos.

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