miércoles, 2 de septiembre de 2009

Por La Vuelta

No frecuentaba la ciudad desde hacía no se cuantos años. Tengo imágenes de un monumento, de una mañana hermosa, de una anécdota que quedó para siempre acerca de un músico famoso que por entonces arrastraba un romance apasionado con una carrera científica, pero ese día por tantear nomás, por acarrear un símbolo cercano a lo que sería su labor destacada de estos días, ¡cargaba mi guitarra! Mi olvidada guitarra de hoy. Estábamos camino al canal de televisión donde actuaríamos en vivo.

Sorpresa para mí y mi grupo, extrañamiento para él, alejado más que nosotros de los afeites untuosos de la tele de ayer, de los trazos generosos de los delineadores, y hasta de una gruesa tira roja pegada sobre las cejas del conductor del programa para resaltar sus ojos hundidos.

La tensa espera del programa en vivo, el calor infernal del estudio y por fin la señal de un cambio a exteriores y los títulos.

Nada más. Afuera una ciudad con largas plazas, de infinitos carteles con flechitas de neón y bares y gente que parecía conocernos de la tele, de habernos visto hacía solo un rato y disfrutaba de vernos.

Hoy, después de tantos años me perdí en algo llamado camino de circunvalación sin poder salir, bajando y volviendo a preguntar, vuelta a rodear casas pobres, desde  arriba, desde abajo y desde el costado, casas miserables hasta donde no alcanza la vista. Mas allá como una postal chiquita, una ciudad (¿aquella?) plateada por el reflejo del río.

 La pobreza por todos lados. Una autopista que obliga desde los carteles a no pisar el acelerador para no perderse nada de la circunvalación de la pobreza.   

No hay comentarios: