domingo, 10 de enero de 2010

¿La Casa De Los Barranco?

Unos amigos de la cuadra me señalaron este moderno edificio gris de la calle Armenia (antigua Acevedo) como el lugar donde se levantaba la propiedad en que la familia inmortalizada por Laferrere pasaba sus días allá por los mil ochocientos y tantos.
Muerto el padre militar Doña María vive de las exiguas rentas de algunas piezas y lucha por encontrar pretendientes de buen pasar para sus hijas.Al menos es parte de  lo que cuenta la obra y no tiene porqué ser cierto.
Me sucedió algo notable: Entablé conversación con un señor parado frente a la puerta  que se mostró muy interesado al conocer de mi boca sobre el pasado histórico del predio. Conocía perfectamente la comedia "Las de Barranco" porque en otra época estudiando teatro le tocó en suerte componer el personaje de Morales. Casualmente el mismo que cubrí yo en algunas oportunidades, en gira por las provincias.

DOÑA MARÍA. -
(Concluyendo de examinar las blusas.) ¡Qué preciosura! ¡Son una monada!... (Mirando al muchacho.) Dígale que muchas gracias, que se las agradezco muchísimo. (Acentuando.) Y que Carmen le manda muchos recuerdos... Dígale así. (Haciendo un gesto después que el muchacho saluda y se va por la derecha.) Son regularcitas, no más... (Gritando.) ¡Carmen! (Volviendo al comentario.) Algún saldo que no le servía... (Gritando con más fuerza.) ¡Carmen!... (A Carmen, que aparece por la izquierda.) Mirá, mirá el regalo que te manda Rocamora, el del registro: una blusa para vos y otra para cada una de tus hermanas...

CARMEN. - (Frunciendo el ceño.) ¿Blusas?

DOÑA MARÍA. - (Sin apercibirse del gesto de Carmen.) Sí, aquí las tenés. No son feas, sobre todo la tuya... mirá. (Levanta en alto una blusa.)

CARMEN. - (Sin preocuparse de la blusa y con fastidio.) ¡No debía de habérselas recibido!

DOÑA MARÍA. - (Encarándose con ella.) ¡Che... che... che!... ¿Estás loca?... ¿Qué querés decir?

CARMEN. - (Con aflicción.) Pero ¿usted no sabe acaso, que Rocamora me pretende?

DOÑA MARÍA. - ¡Vaya una novedad!... ¿y qué hay con eso?

CARMEN. - ¿Usted no sabe que le he dicho que no consentiré nunca en casarme con él?

DOÑA MARÍA. - Sí, y demasiado bueno es el pobre que todavía te hace regalos. ¡Razón de más para agradecérselos... me parece! ¿O es que querés prohibirle ahora que sea generoso si quiere serlo?... ¡Es lo único que faltaba!...


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