miércoles, 10 de septiembre de 2008

Por El Sendero

Caminaba por las adyacencias del estadio durante la tarde soleada y como siempre la caravana de pensamientos conmigo. Atravesando un bosquecillo de eucaliptos de la época en que se buscaba sombra sin mas y se plantaban árboles de crecimiento rápido, me detuve ante una montaña de cajas entre la enramada y me acicateó la ironía:-¿Para cuando un producto denominado profilácticos del bosque?

 Continué andando y riéndome de mi ocurrencia. Hube de llegar a un claro donde una mujer, envidia de las ninfas se calentaba con rayos dorados y una fuerte vibración me hizo llevar la mano al oído derecho. Sentí miedo, temí perder el sentido. Pasó con el sonido de un aleteo y continué marchando.

Fue el comienzo del acoso, solo que aquella vez desconocía el comportamiento de mi insólita compañía.

Pasaron algunas semanas en que volví algunas veces por aquel sendero.

 Cercano a la creciente luna de agosto, en una tarde de las frías que hace mucho no se dan y pensando en el fuego erótico que lleva a algunos en unas noches heladas a compartir el tronco de un árbol con décimas bajo cero en una maratón digna de no sé que causa, algo como una sombra se me pegó al costado. No pude disimular una mueca de espanto, no había nadie, un zumbido creció en mi cabeza.

 

 Tomé un taxi y fui a pedir una   entrevista con el otorrinolaringólogo.

El facultativo  encontró todo normal pero me aconsejó la visita a un clínico.

No fue necesario; esa misma noche se desató el entuerto.

 El fantasma se  mecía en el cuarto a la altura de la araña de caireles que fue propiedad de mi difunta bisabuela. Al principio enmudecí, pero ante su insistencia y perseverancia en jugar con el rulo que se me forma en la frente desde la niñez;  indeciso al principio pero firme y con ánimo elocuente después, aparté lo que parecían sus ansiosos dedos para explicarle que mi deseo no se compadecía con la necesidad de nadie que no fuera hembra humana.

Un esfuerzo  inútil. Hubiera necesitado un traductor con experiencia en contactos con universos paralelos. No consideró ni uno solo de mis argumentos y complicó más aún mi endeble posición cuando manifestó su deseo de vivir conmigo.

Recurrí a un amigo íntimo y le pedí consejo mientras jugábamos al pool en el club Recreativo. A las carcajadas me advirtió que lo mejor en estos casos es tomar medidas, al tiempo que meneaba las dos manos en un gesto irreproducible.

En situación tan confusa que llega a oprimirme el pecho, solo se me ocurren ideas descabelladas, y en mi depresión impulsos  tales como el de  ir a la peluquería a hacerme unos reflejos.( Fue mientras miraba distraídamente a un personaje de la película "300")  

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