domingo, 21 de septiembre de 2008

Temporal

¿Todo va bien? ¿Necesitan algo?

La mujer a los saltitos y empapada hasta los huesos había llegado por el camino rodeando varias dunas y no sabíamos que contestarle.

La cabaña resistía solitaria una tormenta feroz desde hacía dos horas y a las cuatro de la tarde quedaban otras tantas horas de luz   dejando el espacio para una noche de las de la playa: estrellada y con una brisa agradable.

 Ya disfrutaba de antemano el perfume húmedo de los aromos de la costa - de florcitas amarillas- y los grillos uniéndose al coro de sapos que Ana no soporta; le parecen niños aullando.

La mujer, chorreando, sonrió y  volvió sobre sus pasos.

 

 Y llegó la noche y el vendaval de agua arreciaba sobre la casa.

 

Alquilada por unos días,  elegí la casa por lo alejada del pueblo, tenía un cartelito descolorido con un teléfono de consulta. La mujer del relato nos pasó cincuenta pesos por día y acepté. Digo acepté porque Ana me siguió a regañadientes, aunque el humor le cambió cuando las comodidades no le parecieron tan mal.

 

Ana es mulata y dice que de África le viene ese olfato para identificar que algo está mal.

"La mujer no chorrea agua como toda la gente- me dijo y entornó los ojos-La estoy viendo ahora mismo como entra caminando al mar".

La miré como precavido de que intentaba atemorizarme para divertirse.

 
Afuera la lluvia y el viento seguían arreciando.
 
 
 
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

No es Ana ni la extraña mujer que chorrea diferente sino tu protagonista el que a mis ojos resulta el personaje más misterioso de este cuento fantástico. ¿Cómo es posible que haya gente que no advierta los misterios, que no presagie rarezas? La ausencia de compromiso en lo misterioso de tu narrador es lo que crea el clima en este cuento. Magnífico contraste.
Celia.