domingo, 14 de septiembre de 2008

Soñé

…Soñé que iba a una ciudad de cúpulas como ojivas de las que se sueñan como del este, mi única compañía un perro a quien llamaba "ayudante", ¡fíjese usted que nombre para un perro!

Cuando llego me ofrecen matrimonio con la hija del rey. Antes me hacen mil preguntas a las que contesto invariablemente "no sé"; no se quien es mi padre, ni mi madre ni de que país vengo. Se todo eso pero  miento.

Aprueban todas mis negativas. Me atiborran de manjares, me llevan a darme un baño caliente que después de semejante cena casi me mata. Y el sirviente parece feliz por llagarme la piel con un chorro de agua hirviente.

 Me entregan una daga y yo no sé que debo hacer con ella.

Cualquier idea me parece descabellada. Miro el suave cuello de mi prometida y una sensación insondable me conmueve. Entonces vago por la ciudad y cuando se hace de mañana cuatro soldados me detienen. Me encierran en una celda de gruesos barrotes y me entregan una de esas sierritas para hacer artesanía. La daga me fue retirada de las manos envuelta en un terciopelo rojo y desaparece con los guardias con los rayos de sol que permitía la puerta entreabierta.

Solo y con los días pasando a oscuras sin agua ni comida. Pero no perdí el tiempo y la sierra se comportó, a lo largo de varios meses estimados por el largo de la barba.

En los escasos momentos de descanso hasta que los barrotes cedieron dibujé en el piso un mapa de mis antiguos espacios habituales. Bastante fidedigno, pude comprobarlo cuando la luz volvió a filtrarse por la puerta y gané la calle.

 Se había formado en la salida un corrillo de soldados y funcionarios con carpas armadas bastante tiempo atrás que no parecían asombrados por verme aparecer y  me devolvieron ceremonialmente la daga.

 Entonces en un arrebato corrí por el desierto, tiré la daga en el camino; mis perseguidores me cazaron como suelen hacerlo en esas regiones, con una certera piedra en la cabeza que me desmayó.

Desperté al lado de un pozo y me enterraron vivo porque  si la tierra me devolvía a la superficie tendría derecho a seguir viviendo.

En la noche cerrada y en la calidez de ese manto como de plumas mojadas que abrigaba el calor del sol de la tarde, sentí una respiración pasmada y unas garras que separaban cascotes.

No era otro que "ayudante" y suavemente me descubrió el rostro con sus pezuñas.

Con candiles en las manos y presurosos llegaron dos hombres y otro más fue a despertar a los sacerdotes.

 Me entregaron la daga de nuevo, plegaron el terciopelo que uno  guardó entre sus ropas.

La completa inacción de la tumba me produjo un alumbramiento. Fui al palacio del rey y separando los tules de un lado le hundí al monarca la daga una vez en la garganta y otra en el estómago para asegurarme.

Y me quede sentado en el descanso de acceso esperando una señal.

Ayudante se había alejado de mí con la cola entre las patas. En un momento miré al rey asesinado, contemplé sus manos blancas y secas, deduje por las señales que por meses permaneció boca arriba en la cama esperando me decidiera.

Cuando fue el mediodía y la sangre de la daga coagulaba llegaron a buscarme. Me vistieron para una boda, pensé sin saber que podía ser también mortaja.

Me volvieron a enterrar y sobre la tumba plantaron un árbol muerto que se hacía polvo de solo tocarlo.

Si llegaba a reverdecer mi pecado estaba perdonado, todo esto lo supe luego.

Me amigué durante una estación entera de ese árbol cadavérico.

Le respiré en las raicillas por afecto, sin saber que en ello me iba la vida.

Y reverdeció y fructificó y fui desenterrado y yací en más como rey al lado de la princesa…

¿Y que pasó, Jorge?  Estamos terminando la sesión,nos queda un minuto...

Antes de despertar la princesa me entera de que seré padre de una niña en 9 lunas según los astrólogos. Decido vivir feliz y tapiar todas las puertas y ventanas que dan al poniente…

OK Jorge…Nos vemos en la próxima…

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