miércoles, 10 de junio de 2009

Amante Confeso

Esta carta es para usted, señor Presidente

Espero con poca fe que llegue a Ud.

Antes que la habladuría de la gente.

 

No puedo callar más que su mujer y yo nos amamos, que  contamos las horas que nos separan del próximo encuentro. Esta carta no es la mejor manera, pero  lo mío no es maniobra artera de la oposición política, pues  siempre acompañe su causa, solo  que haciéndole honor a la admiración que le profeso decidí tratar a su persona como se merece alguien de mi alta estima. Hubiera sido fácil para mí, mantener esta relación clandestinamente atento a la nula atención que le dispensa a su primera plana de dirigentes a los que considera una caterva de arribistas enancados en su prestigio con el ánimo permanente de verlo partícipe de alguna desgracia que mengüe su por hoy bien consolidado poder político. Desde el momento que reciba esta confesión dejaré pasar el tiempo que estime necesario para armar alguna causa en mi contra, y así alejarme de la Vocalía a la que pertenezco desde su ascenso al poder.

Lo lamentable será no seguir disfrutando del rol preponderante que me dedicó en estos años como su pareja favorita para el Mus. La cancha de paleta que su magnífica administración construyó donde antes había un basural que se veía desde el buffet ya no me contará entre los jugadores por la copa y el asado en el sector de parrillas del extenso parque que su visión profética diseñó y ejecutó.

En realidad esta carta va a ir a parar al archivo del Word como tantas confesiones, réplicas y comentarios que llegado el momento me guardo de dar a conocer, meditando  en la frase que dice que el hombre es mas hombre también por las necesidades que sabe suprimir.

 

 Veré que el fuego con Elisa se vaya apagando de manera que si te he visto no me acuerdo, que si me tengo que alejar del club social y deportivo, es como si me arrancaran la vida de un tirón.

      

 

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