domingo, 7 de junio de 2009

Mi Invitado Del Domingo. Hoy: FAUSTO BURGOS

C H U Ñ A
 
MIENTRAS me arreglo lo veo sentado bajo el sauce copudo y alto, cuya sombra al estirarse,  llega a tocar la quincha de la pihua, troje antigua y simple, en donde mi tía, la dueña de casa, guarda el maíz. Chuña es su apodo; yo,en treinta años de ausencia continua, me he olvidado de su nombre verdadero. Cuando nos saludemos, le diré Chuña, aunque arrugue la frente en señal de desazón.
Ha traído las ojotas de cuero en la mano, ayuntadas, porque el camino está lleno de barro negro, pegajoso. Descalzo; los pantalonés remangados.
Viejo, requeteviejo y pobre.
Madrugada.
Un cielo de gozo. Un aire de alegría. Fragancia gratisima de gardenias y diamelas.
Cantos de madrugueros quetupíes y tordos e icanchos amarillos.
La casa de campo, con su jardín, su huerta y sus árboles antiguos, despierta.
Chuña, anoticiado de 'nuestra llegada, ha venido a abrazarme, a gozar con un tuteo familiar, íntimo. Sentado en un banquito, al pie del sauce antiguo, acaso piense: 'Habrá traido para mi un traje de esos que todavía sirven; habrá traido unós botines usados del número que yo calzo; y un pañuelo de seda de esos grandes y un sombrero como para el campo". Y su imaginación volará, volará haciéndole saborear el alfeñique de una dicha soñada.
 
La Gumersinda manea a la vaca lechera y se dispone a ordeñarla.
— Comídase, don Chuña; tengameló al ternero.
— Hablame por mi nombre, Chueca, si querís que te ayude. Yo me llamo José Félix.
— Comídase, don José Félix Chuña: tengameló al ternero, si quiere que lo convide.
— ¿ Me vas a convidar, Chueca, cierto? ¡ Bah! No te creo. ¿Apoyo?
— De la primera, Chuña; el apoyo es para don Carlos, a ver si se acuerda de cuando era chango.
— Pero vean el muchacho; está hecho un hombre! Ayer lo vi pasar, cuando venía de la estación.
—Un señor...
— Cómo no! Ya lo creo. Qué me lo habrá traído?
—,1Y qué te lo va traer, Chuña?
— El que viene dé lejos, puede traer muchas cosas curiosas.
— Para la familia.
Yo estoy esperando, esperando un terno.
—¿Nuevo?
—Aunque fuera usado.
— Van a decir: el finao había sido más gordo.
— Lo han achicar.
—¡Cómo no!
— Y un par de botines.
— Vas a andar como gato quemao.
— Cierto es que nunca me puse botines.
 — Ushutas nomás. 
— Ushutas. Serán pesados. Digo yo que para el barro no sirven. Mi compadre Absalón, por no sacárselos, una  vez, se empantanó.
Suenan los chorros de leche en el balde. Son prietos chorros que horadan la espuma.
Rumia la vaca ganosamente. En las astas ha traído enredaderas del monte...
— Siquiera fuera cierto mi sueño de anoche.
— Qué soñaste, Chuña?
— Llamame pór mi nombre, Chueca.
— ¿Qué soñó, don José Félix Chuña? ¿Que nadaba en plata?
— Soñé que Carlos me lo traía de regalo, un terno de casimir azul, un terno medio usadito: el saco con cuatro botones, en dos hileras, el pantalón, futre, y un par de botines lustrosos.
 — ¡ Amalaya!, diría mi Nicanor.
— A cualquiera le vendría bien.
—¡Cómo no! ¡Ya lo creo!
— Le decís a don Carlos si le trajo un terno para mi Nicanor; él también necesita.
— Yo siempre usé casinete. ¿ Y con qué voy a comprar casimir?
Chuña recibe un jarro de leche. Empina el codo y bebe como un chango glotón. De puro goloso se chupa los escasos pelos del bigote tordillo, adorno de su boca chusa.
—¡Que leche linda!
La ordeñadora dice algo entre dientes. José Félix, que iba a pedirle otro jarro, piensa para su copete: 'Siempre mezquinando lo ajeno".
 
¡MUCHACHO! Ojos que te vieron antes, hace treinta años.
— ¡ Chuña!
— Llamame por mi nombre, Cabezón. ¿ Qué, te olvidaste de José Félix, el que te tuvo en brazos?
—iJosé Félix!
— ¡ Estás hecho un hombre!
—A ver, Gumersinda, convidale un vaso de leche al Chuña.
—Ya le di un jarro, señor.
— ¡ Qné mujer petardera, esta Gumersinda! Ella es la que tomó un jarro.
— ¡ Cómo no! Por embustero se te- ha puesto la boca como pasa de higo.
—Y por casa, ¿cómo está la familia?...
— ¡ Siquiera a mí me queda con qué comer!
—Yo también me doy maña con las encías.
La Gumersinda le sirve un jarro de leche. El Chuña bebe como para aplacar una sed muy larga.
— ¡ Viejo churo... para el trago!
— Este Chuña siempre anda con hambre.
¿ Y vos? — pregunta el viejo, después de chuparse los pelos tordillos del bigote. — ¿Y vos? Te podrías llamar ternera huascha.
— Hombre, vas a llegar al siglo sin ponerte viejo.
—Ya estoy viejo: veo poco.
— Cuando no te conviene — interrumpe la Gumersinda.
—Veo poco; no tengo dientes; me agarró el reuma, se me hinchan los pies y las canillas me quedaron como canillas de chuña.
— ¡ Jesús! , Por eso te dicen Chuña.
—A ver, convidame un chata, Cabezón. Está malo el año; ya uno no tiene ni para comprar tabaco. Algún día hemos de dejar de penar.
—Nada más?
— ¿Cómo nada más? ¿Que no me lo has traído algo?
— Un terno azul, casi nuevo.
— ¡No decía yo! ¡Qué sueños tengo!
— Y un par de botines de charol.
—iDe esos de abrochar por delante?
—De esos.
— No te decía yo, Gumersinda!
— No te vais a olvidar de mi encargo, Chuña.
— Ya me veo yo por el camino, con mi terno azul y caminando como gato quemao...
   
Estampas tucumanas (1932)

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