domingo, 5 de octubre de 2008

Cuentos De Caballos Y Bicicletas

Sobremesa
 

-Los lunes La Plata, los miércoles Rosario, los  jueves y sábado San Isidro, los viernes y domingo Palermo, así era la vida de tu padre.

 

La mujer le pasaba un trapo a la mesa del comedor como ayudándose a recordar.

 

-El martes era un día de fiesta. Al mediodía salíamos los cuatro empilchados para el restaurant. No podés acordarte,  a vos con tres añitos ya te había llevado tu abuelo a vivir con él. Después íbamos al cine o al parque de diversiones y volvíamos solos; tu  padre siempre encontraba algún amigo con el que tenía que chamuyar algo importante.

-Cuando vos te fuiste a mi me volvieron a internar. Entre la depresión y las peleas de tu abuelo y tu padre me destrozaron los nervios, casi no salgo de esa.

Cuando me dieron el alta me sentía con fuerzas para mandar a tu hermano a la escuela y atender la casa. Manuelito era buen alumno y tu abuela me decía que en cambio vos mas o menos ¡jaja!.

 

El muchacho extendió el brazo- tatuado con un corazón atravesado por una flecha-para ofrecerle un pucho.

 

-No..¿Vas a esperar a que tu hermano vuelva?

 

-¿Qué es de la vida?

 

En las carreras…

 

Las Naranjas De Octubre

 

En 1962 el ciclismo hacía furor en los circuitos de todo el país. En la Provincia de Buenos Aires se cerraban las calles para carreras de largo aliento y mis tíos eran grandes animadores. Participaban donde podían llegar con sus pocos ahorros.

Un día domingo de octubre  la carrera pasó para mi fascinación por la puerta de mi casa.

Eran mis años de preescolar, época en que los símbolos se construyen como ninguna otra cosa en el resto de la vida, sin palabras, sin pensamiento.

Así, pude ver en acción ese raro adminículo de aluminio, con sonido a hueco pegado al cuadro de la bici que mi tío dejaba descansar en el galpón.

No podía ser una botella, vagamente sabía que se llenaba con agua; pero algo así, tan unido a una bicicleta que no era como las corrientes se incorporaba en mi imaginación a ese plus que detentaban solo los objetos de la serie "Perdidos en el espacio".

  Yo quería colaborar y me encargaron con otros chicos de un cajón de naranjas.

Alguien imprimió con algo filoso en cada una la palabra prohibida.

Desde entonces "Perón" me hace acordar a las naranjas que les boleaba a los corredores.

 

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