domingo, 12 de octubre de 2008

Serial De Fuga Con Tiempos Alterados(I)

HACIA LA ESPUMA


 No podía demorarse. La cadera entumecida pareció no  responderle cuando apoyó las plantas de los pies para intentar ganar esos cinco centímetros que lo alejaban un tanto mas de la lavandería.
El desagüe en una hora se convertirá en un horno pero el ya no estará allí.
Con la luz del sol navegará entre la espuma del lavado de los mil platos de la noche y torcerá hacia la exclusa para dar con la espuma azul del lavado de los uniformes.

 Si la celdilla no está cerrada, por fin la libertad entre los remolinos de la cloaca exterior.
Huidobro miró el reloj; el chofer del camión de la panadería, maniatado en el piso intentaba acomodar la cabeza a un costado de la palanca de freno.
Era tiempo de impacientarse cuando traspuso el portón de almacenaje y no encontró al candidato: el camión con el motor regulando hacía mucho ruido.

La tubería era un horno cuando sonó la sirena que despertó a la cárcel y las piernas no le habían respondido desde la salida del sol.

 

HUIDOBRO


 Disimula su cabeza entre los sacos de harina. Cuando el chofer comprobó que la carga de 62 bolsas de 20 Kg estaba completa, bajó de la caja, pegó tres bocinazos y se marchó.
Huidobro, suspiró. Nada le hubiera gustado más que fumarse un puchito al sereno, mientras recorrían los quince minutos clavados que tardarían en enfilar por la Juan B.Justo, hasta el desvío hacia el puente ferroviario. Pero no podía hacerlo, no tenía que salirse del libreto. Eran las 5 de la mañana y el candidato en una hora estaba levantando la tapa de la alcantarilla.
Pero de pronto el camión se desvió de la avenida, tomó por una calle imposible de ubicar en la sombra nocturna, se apeó nomás estacionar frente a un zaguán y llamó con ternura: -Rosalía…
Al instante salió una mujer en bata. Se apretujaron y ella le rodeó la cintura con sus piernas finas .El la entró en andas y con el taco cerró la puerta.
Huidobro se desesperó. El hombre que le facilitaría la entrada a la prisión estaba impensadamente, fornicando y el entre los sacos de harina mientras el tiempo pasaba y del chofer ni noticias.

 

EL CANDIDATO


El faro estaba porque una cárcel debe tenerlo, como una iglesia el carillón. Nunca sirvió para nada, -igual que yo- pensó.
Se robaron mil colchones nuevos y por supuesto que el haz de luz no los sorprendió.
Eso sí; nunca, ningún preso se animó a desafiarlo.

Todos los aspirantes a evadidos, rutinariamente frecuentan la biblioteca, pero nuestro candidato lo hacía por placer.
Se sentía muy cómodo allí, purgando una condena larga por hacer gestos obscenos a la mujer de un caudillo.-Una de las peores faltas que podían cometerse- claro, teniendo en cuenta que el culpable respondía a un caudillo del partido contrincante, enemigo jurado de las fuerzas del bien.
El candidato fue el chivo elegido y purgando ya dos años de condena, era un hombre feliz. Dichoso como nunca lo fue.

Pero un día vino "el arquitecto", un tipo de temer, con la orden grotesca: "Te tenés que fugar".
El candidato le dijo "jamás" y entonces "el arquitecto" le pasó la faca por la garganta: "Mejor que prestés atención y sigas mis instrucciones"
El candidato desde entonces se lamentaba: "Soy el primer infeliz de la historia al que obligan a fugarse".

 Rosalía la reina

 

El  reflector con gelatina roja la iluminó un instante, acto seguido se desplazó hacia otra participante de bucles rubios y vincha de satén; volteó sobre una morocha dura de spray y dramáticamente volvió a Rosalía. Se prendieron entonces las luces del salón entero y el público en el club "Amigos de las Estrellas" estalló en un aplauso cerrado.
Reina de la primavera de la zona este fue su corona.
La morocha del spray no lo pudo digerir, se sintió morir y no hubo manera de que aceptara el honor de primera princesa.
El causante de la curva tomada por el destino, resultó ser un sándwich de miga de lechuga y tomate que la morocha, hastiada del régimen alimenticio de los últimos diez días, devoró justo antes del desfile para no hacerlo con el estómago vacío.
La perdición fue una hojita de lechuga que le quedó pegada a un diente delantero y el jurado advirtió. Ese atentado a la estética propició el ascenso de la impecable Rosalía con pollera tableada perfecta y largas piernas cuando nadie lo tenía ni sospechado.
"El candidato", a quien todos llamaban así por se apadrinado por Don Genaro como elector para las próximas municipales, la recibió al pié de la escalera.
Sintió la mano fría de Rosalía e instintivamente, o porque nada resulta ridículo cuando hay flechazo, la abrigó con las suyas.
 
(CONTINUARÁ)

 

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