miércoles, 15 de octubre de 2008

¿Por Qué No Ser?

"Por qué no ser un misterio más de los muchos que encierra Egipto".
-Dijo Ana entregándome con una sonrisa la tea encendida-

 Nos reímos a carcajadas y nos revolcamos y hasta llegó a quemarme el pelo cuando me besaba y escupía esa tierra como talco casi al ingresar al pasillo de la pirámide -funeraria, nos dijo el guía por la tarde-.

Grité ANA, tres, cuatro veces. Me desesperé... ¿Qué hacer?

 

Nos hicimos amigos en el Tour, y en la primera noche libre, sin siquiera planearlo sabíamos que iríamos juntos a…

A bailar pensé yo, a sentarnos en un café a fumar en El Cairo viejo que pinta Mahfus el escritor muerto hace poco.

 Pero no....la loca me obligó a seguirla, a tomar un bus a las pirámides a las 9 de la noche.

  En un vehículo sin refrigeración,y con gente que olía a menta, a ajo, a cúrcuma, y que me miraba a los ojos como nunca antes me pasó, Ana era feliz.Se armó un cigarro y lo saboreó lentamente.En una parada bajó y luego ascendió con un brebaje en una copa de plástico de mil colores- o me pareció a mí que a esa altura buscaba la ocasión  de simular una descompostura y volver al hotel -

 Y fue que Ana, después de hablar con un mochilero rubión, decidió bajar en ese lugar de la pirámide en sombras.

 Me imaginé, al cabo de permanecer solo , aterido de frío en el desierto nocturno, caer preso por asesinato; obligado a declarar lo que había echo con el cuerpo de la joven Ana a un oficial que, encima me hablaba en un inglés cocoliche. Visitado en la cárcel por el cónsul durante la primera semana; abandonado a mi suerte y condenando a la ruina a mi padre, que acabará  vendiendo su propiedad  para pagarle al estudio jurídico.

 Luego la cárcel y una nueva vida en ese submundo.

 Veinte años después, convertido en un preso asimilado que enseña español a algunos encauzados, veo en el televisor del salón de actos que unos arqueólogos descubrieron a Ana, perdida 20 años atrás en el laberinto de pasadizos.

 Luego las disculpas y mi libertad.


Pero nada de eso pasó.
 La muy…Ana…aparece de golpe hablando desde el eco de un parlante. Avanzo unos 100 metros por el pasadizo y desemboco en un lugar cada vez más iluminado; tanto que hasta que es ridículo que porte la tea. La dejo y la veo a la muy…Ana en un mega escenario. Los asistentes de sonido le prestaron el micrófono y ella se divierte llamándome. ¡Juan!...Juaann…¡Juannnnnn!...

 

Mañana aquí canta Pavarotti y las pirámides se engalanan.

 

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