domingo, 4 de mayo de 2008

Bond Con "B" De Benganza (Final)


FINAL: BOND, CON "B" DE BENGANZA

Y ahí lo tengo al pobre, aterido de frío en la salita de recepción, esperando un helicóptero que bajará en un descampado vecino. Le halcanzé hace un momento un mameluco que uso para desagotar pozos y no se lo quiere poner. Prefiere estar envuelto en un toallón de mi servicio de habitaciones. Le dije que solo se lo prestaría hasta el helicóptero, pero este hombre que anda por los 80 largos (no tranquilamente) parece no escucharme. Llegó hará unos ocho días a esta "isla Mayor" distante a 92 km. del continente.

Al comienzo les conté del viejecito aterido de unos ochenta años. Este tal es el James Bond verdadero. Recala aquí por la publicidad, (merito de Hortensia) que posicionó al lugar como especializado en hatender a jubilados, veteranos la mayor parte de servicios de inteligencia. No habría sido recibido de manera especial ( recalan en "Hortensias Hotels" cantidad de estos viejecitos menos y más famosos) si no fuera que Claudina, de relaciones públicas del hotel, tiene debilidad por el personaje, el literario y cinematográfico por lo que el hombrecito de mirada acuosa, de sonrisa pintada, fue recibido con un menú que menta Fleming en un libro de los 60 : Blanc de blanc brut de 1943—rognon de veau grillé con pommes suflés—fraises des bois—coeur dartichaut---(pasó con amabilidad ante la oferta del martini con vodka agitado) a cargo exclusivamente de Claudina pues Hortensia de enterarse que se le ocurriera cargarlo al Hotel la echaría de patitas a la calle.

Bond, con domicilio en Londres y con una renta vitalicia que ya no alcanza para alternar en Mónaco, se hubiera conformado con Miami o Las Vegas de no haber huido en años anteriores volando por lo prohibitivo de los precios de las chicas neumáticas y las largas demoras en los aeropuertos.

Aquí todo le resulta de bajo precio y se advierte la satisfacción que siente al poder solventar otro año más los enormes gastos que significa soportar esta soltería octogenaria sin desprenderse de ninguna de sus propiedades, aunque sus míticos autos duermen hace diez años en el garaje arrumbados.

Yo estoy casi todo el tiempo dedicado a la atención de los servicios de destapación de cañerías y la deposición de los residuos en el parque ecológico a bordo de un tractorcito con la sigla H:H.enorme en sus flancos. Mi residencial, para no cerrarlo se lo di a administrar al muchacho del kerosén.

Este turismo ruidoso y sobre todo sus vecinos del "F"pude ver como le cambiaron el ánimo a Bond. Este es ahora un hombre que se divierte de 18 a 20 con dos mulatas en el cuarto pero luego pretende dormir.

Una selección de básquet vino a pasar una semana sabática y sus orgías hasta las 7 u 8 de la mañana lo hicieron quejarse ante la mismísima Hortensia que lo oyó sin hesitar pero no hizo nada para solucionarlo.

Cuando marcharon los basquetbolistas, Hortensia mudó a esa suite a un matrimonio de clase media con un chico insufrible.

La situación se encaminó para peor, el viejo Bond se dio cuenta que Hortensia no lo toleraba y disfrutaba molestándolo. El chico por la noche le pateaba la puerta que sonaba como una bomba y ya no podía volver a dormir.

Junto a la piscina el niño le descargó un balde de agua mientras se encontraba en bata tratando de pegar un ojo. En una inspección que hice en su baño me contó de su desventura y su deseo de partir de ahí pero antes vengarse de un trato tan desaprensivo e irrespetuoso. Imaginé entonces una Benganza a lo James Bond. Una Benganza que terminaría con la villana de esta historia que no quería ni cambiarlo a otra suite ni por caso devolverle el dinero por adelantar la partida.

El comandante de la base estaba siempre en la administración de charla musitada con Hortensia así que a esta ningún jubilado podía llegar a amedrentarla.

El helicóptero que trasladaría a Bond ya aterrizaba y yo estaba ansioso por conocer como se había vengado el superagente.

Me contó que fue al comedor recién habilitado con 200 mesas y con un cartón fue tapando las bocas de las jarras de agua una a una y dándolas vuelta sobre la mesa. Mientras yo no salía de mi estupor me contó que se vengó del niño haciéndole estallar en la boca un confite de chasco. El niño empezó a llorar y llamar a su papá que lo encaró como una tromba dispuesto a matarlo.

Bond se refugió en la piscina respirando con una caña y luego buscó mi ayuda.

Me pidió que llamara a la embajada de su país que dispone de un servicio para jubilados notables, en problemas.

Antes de irse me obsequió un llaverito con la marca de su famoso auto y yo me quedé esperanzado con que un día las trompetas del cielo suenen para mí a justicia.

FIN

(Gracias nuevamente a Hugo Andrés Simkin por sus dibujos)

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