domingo, 10 de agosto de 2008

Bandera Roja

Se miró las manos resecas por la cal y se dijo que podía.

 

La oferta para volver aunque sea una vez más al ring representaba por lo menos una semana de yugo obrero en plata sonante.


Los chicos le usaban para jugar el único pantaloncito rojo que le quedaba sano.
En realidad, hacía dos años que no lo necesitaba para nada; desde que dejó el boxeo para changuear en la construcción y traer el pan  a la chorrera de hijos, cuando su mujer lo abandonó por borracho.


Y ahí va, a los saltitos por el patio esquivando a las gallinas en busca del pantaloncito rojo de la suerte de los viejos tiempos.
Los chiquitos hincados frente a la montaña de tierra reaccionan llorisqueando cuando la bandera improvisada con el terciopelo rojo pasa a manos del papá y la esperanza le cabe en un puño.

 

No hay comentarios: