miércoles, 20 de agosto de 2008

Buscando La Nota

 Me entrevisté con el ex funcionario en la confitería de la peatonal.

 El buen hombre me aburría, pero en situaciones tales debía honrar la memoria de mi padre, quién me inculcó la fidelidad a las relaciones que en algún tiempo resultaron provechosas y por algún motivo dejan de serlo.

 Me estaba esperando como todos los martes por medio, a unos metros de la escalera que conduce al salón de juegos. Sobre la mesa un bloody mary, un platito de aceitunas y el sobretodo plegado sobre una silla.

¡Miranda…amigo!... Me dijo. Y como siempre pasé por detrás de su silla y le di unas palmadas en la espalda. Me senté mirando para el salón.

 Un oasis fue detenerme en la señora mayor con triple vuelta de collares que mientras se llevaba una a una las salchichas montadas en panceta, sabía acrecentar la ansiedad de la amiga vestida para el te de la tarde ,eligiendo las palabras que demoraban su relato.

Cuando volví a mi contertulio, sostenía una discusión consigo mismo, como ocurría habitualmente. Pacientemente, yo también di cuenta de las aceitunas que quedaban en su plato, le pedí al mozo un té con un tostado  y utilizando la formula griega del diálogo, o sea, si…ahá… ¿y cual es?... ¿y entonces?...consiguió al fin recordar el orden del brindis en ocasión de bodas,de uno de sus tantos destinos diplomáticos exóticos.

A saber: el primero a la felicidad de todos, el segundo a la ayuda de Dios, el tercero a los cuatro evangelistas, el cuarto a la autoridad y el quinto al dueño de casa. Todos, acompañados de la frase "Si Dios la concede".

Levanté la taza de té brindando por las elecciones como para agregar un sexto.

"Si Dios la concede" remató dramáticamente el embajador, bebió el último sorbo y me recorrió con una mirada severa como para asegurarse que no fuera indigno de su secreto mejor guardado.

Tuve ganas de decirle, como las otras veces - Tómese su cocktail   en paz. No necesita justificar estos encuentros acercándome una primicia.-

Pero, como siempre,callé y el hombre empezó a deshilvanar una trama con personajes conocidos y una acción digna del cinematógrafo.

El reconocido círculo que me nombró intentaba una operación similar a aquella articulada por Rivadavia antes de 1820. Se estaba en tratativas por una autoridad real para estos territorios similar a la que estuvo a punto de conseguirse con el conde francés De Luca, para entonces.

También como antaño se discutía si no buscar un monarca en Sudamérica de prosapia indígena. Y aquí también se detuvo a discutir consigo mismo sobre la oportunidad de una u otra opción.

Volví a la mesa de enfrente de la señora con colgantes que ahora permanecía callada y era su amiga la que cuchicheaba gravemente midiendo las palabras.

Mi embajador no había terminado aún , cuando imaginé que habría tenido entre manos una nota con un titular de gran impacto, de haber tenido oportunidad de escuchar lo que hablaban las señoras.

 

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