miércoles, 12 de noviembre de 2008

Un Destino

Descubrí a Daniel en el jardín del fondo. Estaba agachado muy entretenido y cuando llegué a su lado se dirigió a mí como si viniéramos de una larga plática.

"Esta florcita violeta no sé que tiene para encantar a las abejas, ni perfume tiene".

 

Ni quise mencionar que la puerta de calle estaba abierta, una invitación para los amigos de lo ajeno; me contestaría que dejó salir al perro y…como tarda en volver.

En cambio le reproché que todavía no estuviera listo y que si no se apuraba llegaríamos tarde.

Enderezó el cuerpo, se alisó la camisa suelta, se acomodó con la mano el pelo, se lavó las manos con la manguera del patio; agachándose pasó debajo de una sábana colgada y entonces se llevó por delante el tendedero, cayó de boca sobre una pileta.

Cuando quise sostenerlo la sangre le corría a borbotones por la camisa y solo atiné a dejar que caiga blandamente sobre la veredita de ladrillos que bordea la casa.

Para peor el perro ladraba y golpeaba con sus manos la puerta de calle que yo había cerrado.

Atolondrado, atravesé la casa de punta a punta,  introduje  al perro y lo seguí de vuelta al trote. Lloraba y le lamía la cara, Daniel se había muerto.

 

Llamé a Claudia que se encargó de todo. Intervino un juez cuando se caratuló muerte dudosa. La autopsia determinó paro cardíaco no traumático y aún así el caso no está cerrado, como para que Daniel ni aún en la muerte me deje de traer problemas.

 

La nuestra fue una relación de algunos años y no voy aquí a contarla con lujo de detalles, es como remontar una cuesta que he transitado demasiadas veces, si menciono al oficial escribiente, a mi abogado, al secretario del juzgado y a las preguntas inquisidoras de la fiscalía.

Mi objeto no es otro que la oportunidad que tengo de recordar  a este incómodo Daniel, viviendo entre tanta gente preocupada por considerar y escudriñar rasgos de humanidad aquí y allá, como si fueran a escribir la historia definitiva sobre buenos y malos.  Me permito, si cabe, una mención al pasar, quizá hasta como uno o dos versos que no me abandonan sino con un susto o tres tragos de agua.

 Claudia me alcanzó hace poco los  apuntes de Daniel. Esta vez parecía dispuesto a hacer honor a mi piadosa mediación con el mundo.

 

Retirado de toda actividad; emigrados a la casa de los padres de ella la mujer y sus dos hijos por no darles sustento, y con la soberbia intacta, más de una vez en ese período me negó hasta el saludo por la imperdonable voluntad, inconsulta, de conseguirle una laburo de ocho horas con un sueldo básico.

Apretado al fin por la necesidad extrema aceptó probar durante un mes;  mantuve el ofrecimiento en el plano de la sugerencia, sin mencionarle la cuestión económica, aunque parecía darse cuenta que la paga le permitiría saldar algunas cuentas.

Su esfuerzo por complacerme le había distraído de su precioso tiempo en idas y vueltas con la recopilación de textos.

 Leeré algunas partes:

"Lo que el hombre de la sociedad de masas llama realidad es una trama de fantasías, y esto explica la extraña afirmación con que de cuando en cuando justifica sus variados, aunque parciales suicidios: "Hay que mantenerse en contacto con la realidad"…

 

"El poder de narrar y transmitir los sucesos fue una tentación que indujo a crear imágenes probables o a preparar anuncios de lo que se esperaba que ocurriera.

Como suele suceder los hombres acabaron por confundir su poder con sus necesidades.

Lectores y espectadores pronto preferirían la vivacidad del estilo informativo, el candor de la fotografía, a la realidad del suceso transmitido…"

"Pocos saben que el hombre vale por lo que no hace, por las cosas superfluas de que sabe prescindir, por los sucesos de los cuales aparta su mirada, por las necesidades que sabe suprimir…

Con el hombre de sociedad de masas ocurre lo contrario: por obra de de la acumulación absurda y distraída de noticias y representaciones-que al fin resultan inútiles porque no están alegorizadas-pierde toda posibilidad de encontrar un límite, un destino…"

          

2 comentarios:

julieta eme dijo...

lo leí. no sé si lo entendí. te dejé un comentario en "el rostro de la cinfuentes". espero que andes bien.

un beso.

Anónimo dijo...

God!....que manera tràgica de morir!!....no podrìa haber pasado otra cosa cuando se tropezò y se cayò???....en vez de morir, no sè, algùn evento tràgico similar??. Es bastante interesante la segunda parte, pero la introducciòn es algo perturbante y no se si algo poco creìble!.