miércoles, 14 de enero de 2009

El Poder

 Transitando el largo  pasillo que desemboca en los baños, portaba un papel con un sello y firma  que le darían acceso, según el responsable de sanitarios, a un servicio completo que incluía hasta el jabón líquido y el secador de pelo.

 

 Los muchachos del turno noche, cansados de ser importunados por el pesado de Don Mercante le extendieron el papel así como así. No tomaron en cuenta lo avanzado de la hora y tampoco tenían porqué hacerlo .Acostumbrados a las mas insólitas historias,  como quien consuela a un vecino, le extendieron la autorización.

Y Don Mercante recorrió los baños desiertos, escuchó el concierto del goteo y el runrún de los transformadores de los tubos fluorescentes, los techos altos le devolvieron un torrente de la cascada de las mochilas pinchadas de los inodoros.

Tocó suavemente algunas puertas cerradas, pateó otras entreabiertas y cuando le vino el puntazo en el tórax que lo dejó doblado, un ángel como él, vestido de camisón blanco y con pareja resistencia para soportar el cóctel nocturno sanatorial, lo rescató de la muerte.

 

Su hija, junto a la cama veló por una semana  para que no le canalizara el suero. A cada intento de darle agua con cucharita, se negaba a esa transacción indebida por una sonrisa.

Por las noches Don Mercante trabajaba a destajo guardando en los pliegues de la sábana cheques y letras de cambio enrolladas prolijamente en el poder otorgado por el titular.

Y así Marta,que lo despedía de niña en la puerta del garaje, pasó a ocupar ese lugar impiadoso de acompañante  del que agoniza y finge el papel del Cándido.

Pensó que cada ronquido febril que interrumpía la tarea del padre eran otras tantas paradas en el viaje de tren; pedía que le comprara  un chocolate mientras él conversaba con el encargado de la estación.

 

Triste por ver a Don Mercante gesticulando en el aire, le trajo el maletín gastado por el uso y aquél sintió un escalofrío en las manos pálidas olvidadas del roce de los objetos personales.

Pero con cuanta destreza  la llenó de papeles y caminó, caminó, entregó y recibió, y la cartera vacía parecía una mueca  de cuando la vida era soñada.

 

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