domingo, 12 de julio de 2009

Mi Invitado Del Domingo.Hoy:FÉLIX LIMA

LA TORMENTA DE SANTA ROSA DEL AÑO 1870

—¿Vienes del Zoológico. ricurita?
— Si, abuela. Pero hacía un frío... Qué frío,abuela! Aquí, en casa si que se está bien,¿no?También.. con la estufa a quebracho... Allá,en el Zoológico, los osos blancos,
contentísimos con el frío; en cambio, había otros animales que tiritaban. Pobrecitos!, ¿no?
— Anda, que te sirvan una taza de leche bien caliente.
— No tengo ganas, abuela. En el Zoo, Pancha nos llevó a tomar té con leche.
— ¿ Con sándwiches?
— Y masitas, abuela.¡ Qué ricas! Yo me comí cuatro, y Pocha, cinco. Después, Pancha
nos hizo conocer el Museo Agrícola de la Sociedad Rural Argentina.¡Cuántas vidrieras!...Y muestras de trigo y de maíz en tubos de vidrio. Pero lo que más nos llamó la atención fué la fuente dedicada a Santa Rosa de Lima. Qué linda!... ¿La has visto, abuela?
— Sí, rica, a poco de inaugurarse, en una de mis últimas salidas.
— ¿ No es cierto que Santa Rosa se parece a Santa Teresita? Las dos tienen flores en la frente. Decime, abuela, ¿por qué la gente suele hablar de la tormenta de Santa Rosa?
— Porque a fin del mes de agosto, o sea para Santa Rosa, antes o después, raro era el año que no se descolgara una tormenta respetable, con gran alegría de la gente de campo en años de seca. Pero hoy todo ha cambiado, rica; hasta el tiempo.
— ¿ Entonces, abuela, cuando vos eras chica, Santa Rosa les mandaba mucha agua del cielo?
— Mucha, si. ¡ Qué tormentas!...
— ¿ Con rayos, truenos y viento que hacía volar los techos?
— Y grandes inundaciones en el mismísimo centro de nuestro Buenos Aires.
—¿No había luz eléctrica?
— Faroles a gas en los barrios centrales, y gas, también, para el alumbrado a domicilio.
— Cuéntame de una gran tormenta para Santa Rosa, abuela. ¿Recuerdas? -
— Santa Rosa de 1870, antes de la fiebre amarilla, fué famosa. Nosotras vivíamos en la calle Paraguay, entre las de Maipú y Esmeralda.
— ¡ Qué central!, ¿no?
— La casa, de bajos y altos, recientemente reconstruída, era propiedad de don Francisco Bollini, padre de don Pancho Bollini, intendente municipal de Buenos Aires, muchos años después, quien dotó al municipio de las barredoras a mulas, la tan mentada "artillería Bollini", todavía en servicio fuera del radio céntrico. Recientemente falleció Alejandro Bollini, en Nueva York, hermano de Pancho, cónsul general argentino en Estados Unidos. Don Francisco Bollini tenía muchas casas en la calle de referencia, alquiladas a familias conocidas.
— ¿Qué familias, abuela? ¿ Recuerdas?
— Las familias de Julián Martínez, de Massot, de Angel  Floro Costa, de Cueto, de Oyuela, de Ebbeke Mármol, de Kratzenstein, del capitán Siches, de Coquet, del comodoro Py, y de otros que no asoman a mi memoria en este momento. Sobre la calle Esmeralda, a la altura de Paraguay, se domiciliaban las familias del general Conesa, de Saldías, de Saavedra, del coronel Escola, de Sciurano.
— Cuántos años han pasado!, ¿no?
— Entonces, los desagües de Buenos Aires eran primitivos. Para tal objeto servían los terceros, zanjones flanqueados por paredes de mampostería, que desembocaban en el bajo del paseo de Julio. Por ellos corrían las aguas pluviales. -
— ¿ Había muchos terceros, abuela?
— El principal era el tercero de la calle Córdoba, por lo impetuoso en los días de lluvia. En cierta ocasión, las aguas rompieron el puente que - lo cruzaba a la altura de la calle Esmeralda, en el preciso momento en que pasaba un tranvía.
— Qué horror, abuela!
— Al tranvía y a los matungos se los llevó la correntada hasta más allá de la calle Reconquista.
—Y la tormenta de Santa Rosa del año 1870?
— A eso voy, Porota. Llovió tres días torrencialmente. Diluviaba. El tercero de la calle Córdoba, el más profundo, desbordó en tal forma, que las aguas cubrieron la calle Paraguay, por la cual se podía navegar. Sobre las veredas, nada menos que un metro de agua nada limpia.
— ¿ Entró el agua en la casa de ustedes?
— Como nosotros alquilábamos los bajos, perdimos todas las alfombras y buena parte de los muebles. No tardaron en organizarse comisiones de salvamento y socorros. La que actuó en la calle Paraguay, una de las más castigadas, la constituían Carlos Pellegrini, Julián Martínez, Juan Carlos Lagos y el coronel Massot. Andaban en bote, y de puerta en  puerta. Sobre las alfombras, al descender el nivel de las aguas, quedó barro mal oliente de veinte centímetros de espesor.
—¿Y los pianos, abuela?
— Se acatarraron sus voces. Muchos no tuvieron compostura. Hubo escenas cómicas. A un inválido a quien le faltaban las dos piernas, Carlos Pellegrini lo salvó, bajándolo de la plataforma de un ropero de jacarandá, donde habíalo subido y depositado su esposa, en compañía de un queso Holanda y de dos botellas de vino. En suma, Porota: Santa Rosa, en 1870, favoreció a los importadores de alfombras, pues no hubo casa porteña de cierto rango en la cual no tuvieran que reponerlas.

Caras y Caretas (1930)

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