domingo, 27 de abril de 2008

Mi Novia De Saturno

Me puse de novio con una nativa de Saturno y mis padres estaban muy contrariados con el asunto. Les preocupaba un viaje tan largo habiendo tantas chicas y chicos lindos en la tierra. También les provocaban insomnio las bandas de muchachones Uranios con fama de odiar a todos los terrestres por despectivos, fanfarrones y encriptados en la tradición de clases.
Ya en el primer viaje de visita a la casa de Carla, mi novia de Saturno, tuve un episodio desagradable y precisamente en el planeta Urano: Nuestra nave fue bombardeada por una lluvia de meteoritos y debió bajar en este planeta temible para reparar fallas.
La escasa hora de espera la entretuve nerviosamente en un bar de la "Cadena Galáctica" para mayor seguridad.
Me senté cerca de una pareja con niños. Surgía evidente su filiación marciana por el aspecto Bradburiano y ese talante alucinado de estar siempre viendo manzanas doradas aún a la luz neonina. Al igual que sus hijos de entre diez y doce años mostraban manos callosas de los campesinos que se dedican a cosechar el hongo de manera orgánica.
La mujer del planeta de los ojos rojos me descubrió inquieto y me dirigió un -¿Está todo bien?- Le contesté que mas o menos pero su solicitud disipó por un momento el temor que sentía de ver aparecer en la rampa del bar una banda de forajidos uranios dispuestos a divertirse con sus navajas en mi cuello.
La señora alucinógena me alcanzó unos sombreritos secos del fúngico que portaba en la faltriquera y así mi mente se disparó en una lluvia de colores por un camino que me llevó presto al esperado encuentro de los sueños con mi Carla, vestida de encajes con pedrería como una vestal de Saturno.
La euforia me dominó y pedí sediento un batido "Arco Iris"de frutas del país ". Al recipiente, de medio galón uraniano lo empiné hasta dejar blanco el fondo.
Y lo ocurrido luego me lo merecía por aturdido.
Desde pequeño sé que el agua de Urano es infecta y solo la toleran los nativos.
Una diarrea atroz me sobrevino a la anterior languidez y el efecto me llevó en media hora al menos cinco veces al baño, hasta casi arrastrarme poseído como estaba por ese viaje frenético. La marciana, de nuevo advertida del descalabro me ofreció otro hongo disecado de sombrerito de tintes violáceos y empecé a componerme.
Yo no sabía si agradecerle a quién a fin de cuentas me había ocasionado la descompostura.
Y aquí terminan los episodios desagradables en que tuviera que ver Urano en mi vida, a pesar de tantas historias escuchadas de uranios violadores, ladrones y asesinos.
Viajé cuatro años a Saturno, lo que duró mi noviazgo y nunca tropecé con tales bestias planetarias.
Cuando terminó la relación con Carla, yo me alegré, por otros motivos.
Me cansé de viajar los fines de semana y no soportaba más al padre de Carla.
Descendiente de la clase pudiente que emigró al planeta cuando se licitaron los exclusivos condominios en los satélites de Saturno, se esmeraba en ponerme en ridículo cuando compartíamos la mesa los fines de semana.
Tenía la estúpida costumbre de ordenar que detuviéramos cualquier movimiento en medio de la masticación o deglución, era su broma preferida. Yo siempre me rezagaba dos segundos hasta quedar congelado en una posición, por lo cual resultaba siempre perdedor.
El juego tenía un castigo para el perdidoso:- Cargar las sobras durante la sobremesa hasta el pantano artificial donde habitaba un cocodrilo importado de La Tierra.
Carla me contó que vio echar una vez al cocodrilo a unos uranios que entraron a robar a la casa y fueron sorprendidos por el personal.

No se si será cierto, pero a su padre lo escuché muchas veces despotricar contra los venusinos maricones, los marcianos faloperos, los uranios criminales, los mercurianos estafadores y los neptunianos cochambrosos.
Por los terrícolas profesaba un odio que descargaba en mí como tomadas de pelo y sentencias varias.
También aludía a nuestra inteligencia deficiente producto del efecto invernadero que calentaba nuestros cojones y quemaba nuestras neuronas.
Terminaba las chanzas con una sonrisa de oreja a oreja, similar a la mía del día de la despedida cuando le ofrecí al cocodrilo a su gato mascota Poly y todavía lo debe andar buscando.
Porque el sistema solar nunca se detiene y los planetas giran debo contarles que casualmente mi hermana Mirta se casó tiempo después con un uranio retacón y simpático aunque un poco pendenciero pero buen yerno y le dio a mis padres cuatro nietos y a mi cuatro sobrinos que hacen las delicias cuando durante nuestro verano vienen de Urano de visita y no dejan un vidrio sano en toda la cuadra.
En cuanto a mí…bueno…en otra les cuento.

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