miércoles, 30 de julio de 2008

Sin Tierra A La Vista

 Una vez  me  crucé con Van Gogh…

¿Cómo estaba este señor?... Se lo veía preocupado... ¿Horrorizado?...

 

Viajamos en el mismo vagón para embarcar mas tarde hasta Inglaterra. Desde mi asiento pude registrar pocos movimientos; los que hizo para bajar un bolso de la canastilla y algunas veces  que se incorporó para rebuscar un sombrero que lo tuvo bastante tiempo mirando la ventanilla, como si temiera que se le hubiese volado.

 También se demoró con un espejito; dudando  de su fidelidad confirmaba en el brillo de los platinados de las tulipas la presencia de "algo" en su nariz, colorada como la de los campesinos por el sol y el frío.

 Además recuerdo que apoyó su mano como tomando un bastón del resguardo del butacón delantero y cerró las cortinillas para dormirse por tres o cuatro horas.

 

Comió en un tablado donde estaba estacionada la zorra  de un comerciante, un chorizo blanco empanado y bebió una cerveza. Se quedó mirando el envase gris perla.

 Le hice señas de "salud" cuando me pareció que nuestras miradas se encontraron pero el no me respondió. Y por esta escena que recuerdo vivamente es que estoy seguro que  es el mismo hombre del cuadro "Van Gogh" que hizo Toulouse Lautrec; hasta la misma corbata con guardas y el saco marrón.

 

Unos metros detrás de él hice la fila para comprar el billete para Inglaterra y cuando la gente se amontonó por la demora me acerqué para preguntarle si era de Amberes.

Me respondió que estuvo en la ciudad pero que no era de allí.

Entonces, me pidió que le guardara el espacio pues debía ir con urgencia tras del malecón porque se orinaba. Volvió repuesto y nos pusimos a hablar de Londres y los valores de las mercaderías. Parecía interesado en todo y asentía  con la cabeza.

 

Nos embarcamos. Ya instalados en cubierta ocurrió algo que le obligó a decir : "Creo que algo está mal". Dándome la espalda y revolviendo entre sus pertenencias imaginé que algo penoso comenzaba a mortificarlo. Me sentí responsable de su atención y lo llevé hasta la tienda de bebidas. Lo invité con un pernod y para tirarle la lengua empecé con un discurso sobre las miserias del mundo que resultó largo al no recibir respuesta. Cansado, concluí.

 Repitió entonces "creo que algo está mal" y siguió como para explicarse la tragedia a si mismo: "Desempacando unas cerezas que me preparó mi hermana, acaba de salir volando una abeja que paseaba en su jardín en el día de ayer. Se imagina señor, la abeja está volando sobre el mar, pronto se cansará y ¡tan lejos de casa!

 Por quedar atrapada en el cuenco morir lejos de casa…

Se quedó esperando mi respuesta.

 Yo apuré el trago  y le pedí que me excuse...Que debía cumplir con un trámite…

No hay comentarios: