miércoles, 9 de julio de 2008

En Las Profundidades

"Mi querido Watson, le escribo estas líneas gracias a la cortesía del señor Moriarty, que me ha dejado elegir el momento para discutir por última vez cuestiones que se interponen entre nosotros. Me ha hecho un breve resumen de los métodos que ha seguido para esquivar a la policía inglesa y mantenerse al tanto de nuestros movimientos."...........


Sepa usted señora, que esta carta de Holmes me fue enviada; es la "oficial", la que se puede leer en "El problema final".

Pero no murieron trabados en lucha despeñados en las cataratas de Reichenbach.Descendieron juntos, fueron al encuentro de un enemigo que los superaba a ambos individualmente, y la posibilidad de unir fuerzas en la emergencia mundial borró todo rastro de enemistad entre ellos.

Fueron descendiendo por el abismo hacia la isla de Tule, más allá de Groenlandia,conduciendo un bote por heladas aguas subterráneas.

En el camino encontraron restos de naufragios vikingos estampados en filosas rocas -por la peligrosidad de esos viajes veloces a la América aprovechando los rápidos de las aguas calientes o frías según atravesaran el oscuro subsuelo del mar superior o las rojas fraguas de los volcanes activos de la superficie-

 Su única comunicación insertada en un "Herald" que me deslizó alguien bajo la puerta unas mañanas atrás,me alertó de la llegada de ambos el 23 de octubre de 1922 a la ciudadela en que moran los seres intermediarios, depositarios de unas fuerzas que los herederos actuales de aquellos, que viven sobre la tierra podrán disponer para asentar el dominio de los que serán infalibles como una máquina poderosa dirigiendo las legiones.

La comunicación es muy confusa- puede usted ver- y da muchos nombres que con Moriarty pudieron recabar, a quienes estos seres adoctrinan preparando su vuelta de las profundidades.
El 25 de octubre de 1923, la enfermera que mi abuelo operado de apendicitis no había visto nunca por la sala, dio la última inyección al doctor Watson de la que nunca volvió a despertar. Antes, recuerda que la carta que Watson le entregó a la misteriosa mujer, se consumió en la lumbre del mechero. Cuando el resto volátil carbonizado se extinguió bajo el agua de la canilla, la mujer desapareció.


Este es el cuento que  mi abuelo me contó aquella noche, a propósito de un libro de estampas sobre los viajes de vikingos a América cuando me encontraba desolado y con el mal humor típico de los niños, por la ausencia de mi madre.

 

 

Mi madre volvió al amanecer, desperté de inmediato, mi abuelo no se movía del lugar junto a la radio, que pasaba reportes de la situación todas las madrugadas.

Mi padre,oficial de caballería del ejército polaco pasó toda la noche en el regimiento velando junto a mi madre y a esas horas ya habría marchado hacia la frontera.

Era 1939 y una tormenta de nieve  se abatía sobre esta parte del mundo.Sobre las casas, los graneros, los edificios públicos, las cloacas y las ciénagas.


Con la mirada sobre el libro de estampas vikingas, yo me figuraba la gran tormenta como miles de  brazos dando mazazos sobre  refulgentes escudos.

Y entre ellos iba mi padre en un caballo alado.

 

 

 

 

 

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