domingo, 19 de abril de 2009

Mi Invitado Del Domingo.Hoy: HENRI PITAUD

Capítulo X
 
EN LAS LLAMAS DE PIRIBEBUY  (fragmento)
 
— Cántanos una canción francesa, Elisa.
Asombrada por este pedido insólito, miré a mi alrededor. Una de las más hermosas noches del Paraguay, con todas sus estrellas resplandeciendo por sobre nuestras cabezas... Cerca de nosotros, el ruido de la caída del Piraretá me recordaba el rodar suave y continuo de las olas sobre lo cantos de nuestras playas europeas... Nuestro fuego nos alumbraba las caras, dando a nuestras sombras contornos de fantasmas payasescos, en el caos de rocas. Algunos árboles, unas palmeras ralas, agregaban a lo irreal de aquella noche... tan lejos... tan lejos de la guerra y de nuestras angustias...
Aquel primer domingo de mayo de 1869, acompañados por el general Mac Mahon, el general Caballero, el coronel Wisner, don Domingo Parodi, distinguido botánico italiano, gran amigo del Mariscal, habíamos ido a caballo desde Piribebuy —unas dos leguas— para ver la caída, famosa en toda esa pintoresca cordillera.
Un río de veinte metros de ancho, el arroyo Yhagüy-guazú, que corre rápido, impetuoso, en un anfiteatro de rocas enormes, cae de diez metros de altura, y luego se desliza, rápido, sobre un plano inclinado de piedra, antes de llegar a la tranquilidad de una laguna de arena...
Las aguas cristalinas, doradas por los cardúmenes de doradillos, brillaban al reflejo de nuestro fuego. Aquel paisaje de montaña, único en el Paraguay, nos había encantado... El carnero de un campesino cercano, asado por el general Caballero, especialista de este suculento manjar, y agua fresca como bebida, nos habían hartado. Solano llevó al colmo nuestro entusiasmo al sacar de un escondite en el arroyo, dos botellas de champaña de nuestra última caja que había escapado al desastre.
¿En mis recuerdos? ¡Una de mis últimas noches hermosas! El champaña no alegró. ¡Alegría de vivir! ¡Hacía tanto que no oíamos reir!
— Cántanos una canción francesa .— repitió Solano, a quien tres copas de champaña habían puesto romántico.
— Con mucho gusto... Pero...
Mi memoria, embotada, no recordaba ninguna. ¡Hacía por lo menos dos años que no cantaba!
— Vamos a ver. ¿Recuerdas todavía, tu último domingo en Burdeos, en casa de nuestros amigos Delpech, en la quinta de la Garde, hermosa mansión dominando un cerro de viñedo?
— ¡Ahora recuerdo! Una gran casa de un piso, dos ante- cuerpos sobre la entrada, frente al mediodía...
— Sí. Cenamos en la terraza, del lado norte. ¿Te acuerdas de la joven ama de casa? ¿De su canción? Habías prometido aprenderla...
— La «Serenata» de Gounod... ¡ Ahora recuerdo! ¡Espera!
Vaciando mi vaso, cerrando los ojos, volví a ver a la bonita morena de quince años atrás. Pizpireta, alegre,voz dulce de cálidos acentos de su mediodía... Ojos negros punteados de oro, luminosos de bondad... Sonreí ante ese riente rostro aparecido... Hermosos cabellos negros ensortijados que le caían sobre la nacarada carne de los hombros. Encantadora francesita muy meridional... ¿Su nombre? ¡Arlita! ¡No! Era algo más vivo.., poco común. Un nombre muy dulce de pronunciar... Por más que hice..el nombre quedó mudo en mi memoria.
Aquella cálida tarde de julio de Francia, cantó la Serenata de Gounod, como jamás la había oído.
Me levanté contemplando, divertida, el espectáculo; mis compañeros sentados sobre piedras... Los bailarines reflejos de las llamas.. con el acompañamiento del agua que corría...
«Quand tu chante bercée,
Le soir, entre mes bras,
Entends .. tu, ma pensée
Qui te repond tout bas?
Ton doux nom me rappelle
Les plus beaux jours de mes jours!
Ah! Chantez, chantez ma belle,
Chantez toujours,
Chantez, chantez ma belle,
Chantez toujours,
Chantez ma belle.
Chantez toujours».
El ruido de la cascada me recordaba ahora el rodar lejano de los carros en las vendimias.,. ¡Ay, recuerdos, recuerdos! Cuando llega uno, los otros le siguen en fila!
La hija de la casa también se me apareció: ojos negros, brillantes como dos diamantes.
«Quand tu ris, sur ta buche
L'Amour s'épanouit,
Et soudain, le farouche
Soupcon s'évanouit;
Ah! le rire fidéle
Prouve un coeur sans détour
Ah! Riez, riez ma belle.
Riez, toujours;
Riez, riez, ma belle,
Riez, ma belle,
Riez, toujours !»
Sonreí a la morena niña... Aquella noche no quería bajarse de las rodillas de su gran amiga rubia... ¡Su gran amiga rubia! ¡Como ha. debido. olvidarla, también ella!
«Quand tu dors, calme et pure,
Daus l'ombre, sous mes yeux
Ton haleine murmure
Des mots harmonieux;
Ton beau corps se révéle
Sans voiles et sans atours.
Ah! dormez, dormez ma belle,
Dormez, dormez toujours!
Dormez, dormez ma belle,
Dormez toujours!
Dormez ma belle,
Dormez, dormez toujours!» (1)
La bonita francesita morena me dió su canción para que la aprendiera en el mar y acababa de resucitarla aquí...para el agrado de mis compañeros de armas...
 
"Madama Lynch"(1956)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Soy nieta de Henri Pitaud. En nombre de mi abuelo, mucho le agradezco este espacio.
Annabel Pitaud