miércoles, 29 de abril de 2009

Devolución

 Vine a esta tierra hermosa  a  devolver a su pueblo un hijo  perdido en mi patria argentina.

El tiempo transcurrido, y el silencio de quien se mostrara tan interesado  llegando a ofrecer una millonada por un dato, para luego desdecirse en las conversaciones privadas sugiriendo de recompensa  un par de entradas preferenciales estimularon este desenlace que nunca imaginé.

 
Y a mi vida la cambió el suceso de tal manera, que este hombre que ven, empleado administrativo, de la noche a la mañana creyó que la solución económica había llegado;  las emisoras propalaban el mensaje desesperado de aquel que anunciaba a voz en cuello privarse de sus bienes por el rescate del objeto amado.

Realizado el contacto con el señor y sus dimes y diretes, la esperanza se esfumó.

 Solo quedó una boca más que mantener. Y bien sé yo lo que sufrí al comprobar que lo "balanceado"-al recurrir a una enciclopedia- era un adjetivo solo para engañar mascotas y animales de granja..

En la primera noche bajo mi humilde techo, le serví en una taza una mezcla improvisada para cotorras.

Ni la miró.

 Juan, el veterinario del SENASA que vive a la vuelta de casa, se equivocó.

En lo que no se equivocó fue en la naturaleza más que exótica del individuo.
 Cuando me indicó el alimento de cotorras, me dijo que  era una experiencia similar a ofrecer una naranja para chupar a un marciano,pero actuaríamos a prueba y error . Vuestro compatriota no quiso ayudarme facilitándome la información  sobre la dieta de tal especie.

Un muchacho estudiante de arte me sugirió atenerme a una versión de un clásico.

 La solución: una jovencita en condiciones de amamantarlo.

Dio resultado.

 Económicamente caro, pero  que me permitió conocer a mi mujer actual, veinte años mas joven que yo y ante penúltima nodriza de "azulejo", nombre con el cual lo bautizamos en familia.

Es así que retomando el comienzo de mi alocución digo:

  Pueblo hermano en general: ha pasado algún tiempo desde aquel día en que apareció trotando con su cuerno de añil en el patio de mi casa; hoy sin pedir más retribución que vuestro abrazo fraterno os devuelvo el unicornio.

Así sea.

Gracias.

 (Si me hubiera enterado antes que su alimentación de preferencia eran los porotos me quedaba con  el unicornio)

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