miércoles, 15 de abril de 2009

Las Tías

Mis tías siempre vivieron ahí.

 
Aquél día circulaban en un tranvía que quedó partido en dos. Llevaban sus  carteras del colegio, que perdieron en el incendio.  Mis tías y un guarda  salieron de entre la humareda casi sin ropas.

 Y caminando casi todo el trayecto llegaron a su casa y desde entonces jugaron en el altillo.

Cuando fueron adolescentes tomaban mate en el desván improvisado y vieron noviar y casarse a la gorda de enfrente que en cinco años se llenó de hijos.

Cuando nací yo, mis padres me llevaban a ver a la abuela y yo sentía el cuchicheo que llegaba de arriba.

Nunca subí. Me deslizaban cochecitos que bajaban a los tropiezos por la escalera.

Sabía que me los mandaba Elena que adoraba los automóviles; papá socarrón decía que al que adoraba era al mecánico de la esquina que pasaba  por la puerta con el escape libre.

Entre los 13 y 14 años iba al club  Sáenz Peña y me quedaba a dormir en la casa.

Ya no tenía miedo. El susurro que bajaba de arriba me acompasaba la modorra y hasta me acuerdo de oír sobar la bombilla en medio del sueño.

Hoy mi mamá me dice que no. Que Clara era asmática y de ahí el ruido.

A Clara la descubrí una noche espiándome cuando los chicos me dejaron con un taxi en la puerta.

Estaba a un metro de mi cara, oculta tras las rejas gruesas. JJJJJJ, JJJJJ. Era el sonido de los bronquios de Clara. Hasta pude adivinar sus ojitos en las sombras mientras rebuscaba en los bolsillos la llave de la puerta.

Una de las chicas que me trajo en el taxi, Sandra, mientras estuvimos pegaditos en el baile del club y cantaba  Barry White me dijo: ¿"Las locas que viven en el altillo, son familiares tuyos?".

De adolescente tomé nuevos rumbos y algunas veces me recuerdo mirando sin interés para arriba. Una tarde papá y mamá discutieron a los gritos por las tías: Que Clara ya no da más y hay que sacarla de ahí. Que Elena le hace la vida imposible a la abuela y la va a matar a disgusto a la vieja.

Que deberíamos traer a mamá a casa e internar a las chicas.

Mi mama siempre dijo "las chicas".

La vida de "las chicas" se esfumó, se disolvió en el aire, así lo sentí.

Mamá me replica que no es cierto lo que digo, que las idas y vueltas duraron años y el estado nunca se hizo cargo de ellas y mientras tanto se jodió la vida toda la familia.

Yo sé que mi mamá chochea.

 Para ella como para mí son los muertos queridos, los que por no se qué puto motivo nunca los sentimos propios.

Solo nos quedan reflejos de su existencia. Por ejemplo mi mamá recuerda que el vestido de novia que usó en el casamiento con papá se lo armó Elena, que lo recibió en sus manos temblorosas una noche sin mostrarse en el pasillo y lo devolvió listo para que lo termine la modista otra tarde y de la misma manera.

Yo también recuerdo, y fue antes de salir para el club: Carlos…Carlos…dijo Clara y en la oscuridad del zaguán sentí su respiración agitada y el forcejeo en mi cuello. Terminó por acomodarme el nudo americano de la corbata y desapareció.

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